La isla de los dioses

4.1

 

          - ¡Despierta Nuttel!

          Una cabecita de dorados rizos salió de la espesa sábana de plumas y lo miró adormilada.

          - ¿Qué “queres”? todavía no han venido ni papá ni mamá- e iba a volverse a dormir, pero Hezel, su hermano, estaba demasiado excitado y la sacudió por segunda vez.

          - ¿Ves allá abajo?¡he visto una cosa que se movía en el agua!¡vamos a ver qué es!

          La niña miró donde su hermano señalaba, a decenas de metros de donde estaba situado el nido, una rara cualidad que poseían los seres del aire, poder enfocar la vista en un punto muy lejano, ya que poseían una vista fabulosa.

          - ¿Qué era?- preguntó curiosa sin poder ver ahora nada.

          - No lo sé, estaba en el agua y era rápido… ¡vamos a verlo!

          Nuttel se estiró restregándose los ojos y, desplegando sus alas y dándole la mano a su hermano, dieron un salto y planearon hacia la playa, dejándose mecer por las suaves y cálidas corrientes.

          Aterrizaron en la arena y miraron la orilla esperando ver algo, la niña pronto se cansó de tan larga espera y se puso a buscar piedrecillas o conchas para pasar el rato. Eran los dos muy pequeños, la niña no contaba más de cuatro años y su hermano Hezel seis y medio.

          Mientras tanto, en el interior del mar, no muy lejos de la orilla donde los dos hermanos se perseguían alegremente, una figura los observaba atentamente:

          - “ No pueden verme desde allí”

          Hezel estaba a punto de pillar a su hermana, cuando ésta se acuclilló para mirar lo que había descubierto.

          - ¡Mira Hezel! ¿has visto qué extraños animalitos? – eran crías de tortuga marina, acababan de salir del huevo y ya corrían en dirección al mar.

          - Quieren irse al agua, ¿ves ese agujero? Seguramente su mamá las puso ahí para que nacieran-le explicó el niño.

          Decidieron seguirlas aunque la niña cogió una dispuesta a quedársela.

          Cuando llegaron a la orilla, descubrieron la figura que los miraba, metida hasta la cintura.

          - Hola, ¿quien eres? ¿Son tuyos estos animalitos?- el pequeño tritón negó sin decir palabra y al ver que la niña iba apartando a las crías de tortuga sin dejar que se adentraran en el mar, ordenó muy serio:

          - Deja que entren en el agua- ella obedeció y entonces oyeron unos graznidos. Los tres levantaron la vista hacia el cielo para ver como una bandada de gaviotas daban vueltas en torno a sus cabezas.- si no lo consiguen, esos pájaros se las comerán.

          - Ya están dentro- informó Hezel, pero viendo como la niña trataba de esconder entre sus dedos una de ellas, se la arrebató tirándola al agua. La niña se puso a llorar muy triste:

           - ¡Yo la “quero”!¡yo la “quero”!

          - No llores, tienen que vivir aquí.- la consoló el tritón.

          - ¿Y su madre?¿por qué las ha dejado solas, tan lejos de su casa?-preguntó el niño sin comprenderlo.

          - Su madre ya no las cuidará más, aunque son muy pequeñitas, ahora ya no la necesitan.

          - ¿Y tu? ¿Tu tampoco “tenes” papa y mama?

          - Sí tengo.

          - ¿Y porqué estas metido ahí dentro? ¿Dónde esta tu nido?- Hezel no entendía porqué aquel niño permanecía  dentro del agua, pensándose que era igual que ellos.

          - ¿Qué es un nido? Yo vivo aquí.

          - ¡No puede ser! Aquí solo hay peces, los que se comen las gaviotas… nos lo han dicho nuestros padres.- Nuttel afirmó la declaración de su hermano, muy convencida.

          - Es verdad -asintió el niño-tritón- hay peces y más animales. Nosotros vivimos con ellos.

          - ¿Y como podéis estar ahí?

          - Porque es nuestra casa -dijo el niño simplemente, luego se movió y los niños vieron boquiabiertos que no sólo no tenía alas como ellos, sino que poseía una extraña cola en vez de piernas.

          - ¡Oh! ¡qué te ha pasado! - el niño-tritón no supo a qué se refería, pero luego, adivinando su sorpresa, movió arriba y abajo su extremidad, que en vez de ser escamosa como la de los peces, era de piel, como la de los delfines.

          - Soy un tritón, todos los que conozco son igual que yo.

          - ¿Y no tienes alas? ¿Cómo puedes volar entonces?- le preguntó el niño extrañado, pues para él, el volar era lo más natural del mundo.

          - Yo… no vuelo, ¿vosotros sí?- los dos hermanos se miraron escandalizados.

          - ¡No puede volar!¡no puede volar!

          El joven “ser del agua” se miró la cola sin saber qué responder; él siempre había sido así y pensaba que todos lo eran, antes de descubrir a los dos niños alados. Entonces vio que algo se aproximaba debajo del agua.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 06.05.2024

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