La isla de los dioses

7.1

—¡Oh !¡es horrible! —Exclamó la doctora, la única mujer que formaba parte de la expedición, no pudiendo apartar sus atónitos ojos de él. —¡es un auténtico monstruo!

      Su marido William, científico como ella y responsable de aquel viaje de reconocimiento, le dio absolutamente la razón; aquel pequeño ser tenía una cabeza ligeramente más grande que el tronco, de color amoratado. El busto y cabeza eran humanos y uno no hubiera notado nada en especial si no hubiera visto su otra mitad, lo que aquel ser tenía de animal.

      El bebé tenía los ojos fuertemente cerrados, así como los puños, alzándolos a ambos lados de su cara. Un poco más abajo de la cintura, comenzaba el resto de su cuerpo, cubierto por un tupido pelo de color marrón oscuro ahora mojado y sucio, con cuatro patas largas y delgadas, demasiado largas tal vez para aquel cuerpecillo que, pese a ser mayor que lo normal, era el de un recién nacido.

     Habían asustado a un grupo de criaturas de aspecto équido al sobrevolar el bosque con la nave, ya que oyeron gritos y mucho escándalo. Algunas lanzas fueron lanzadas hacia el casco duro del vehículo y como no lograron matar aquel monstruo volador, habían optado por marcharse a galope.

     Entonces, aquellos intrusos de batas blancas, una vez hubieron aterrizado, salido al exterior con su material científico y caminado unos metros, lo habían descubierto en el claro del bosque, en medio de un charco de sangre y pisadas de cascos en el barro, que se alejaban hacia la espesura. Como si lo hubieran abandonado precipitadamente, aterrados al ver como aquel objeto desconocido se acercaba a ellos.

     Lo lavaron en el río, frotándole bien el pelo para quitarle restos de sangre y líquido amniótico. Sin duda aquella cosa acababa de nacer, ya que todavía conservaba un extremo del cordón. La doctora le puso una gasa y tapó su cuerpecillo con una toalla para darle calor.

     — No quería creerlo… pero es verdad, todos aquellos apuntes eran ciertos… hicieron auténticas barbaridades. —comentó el doctor pasándose la mano por la barba entrecana con disgusto.

     — Será mejor que regresemos a la nave, pronto se hará oscuro —comentó uno de los que acompañaban a la pareja, y al ver que la doctora seguía con el ser en brazos. — pero bueno, William, ¿es que pensáis quedároslo? —la doctora miró a su marido con pesar, sentía como todos, una extraña sensación, mezcla de fascinación y angustia, al ver tan rara mezcla.

     — Claro que sí, quise venir a este lugar siguiendo las pistas que me dejó mi bisabuela, antigua miembro del “Proyecto Minotauro”. Confiaba en que solamente fuera una quimera, pero ahora veo que pasó de verdad y necesito alguna prueba.

      — Además, parece ser que hemos sido los causantes involuntarios de que abandonaran a este bebé nada más nacer. Aquí solo moriría… necesita cuidados. —dijo la doctora, sintiendo repentinamente el impulso de protegerlo.

           Por la noche, mientras la doctora y el bebé centauro dormían, los cuatro hombres discutían sentados en unas butacas, con la nave detrás, iluminándoles las caras con su suave luz anaranjada.

          - Todo esto es una locura, no saldrá bien y usted lo sabe, doctor. Hemos recogido una criatura monstruosa que si sobrevive será un engendro toda su vida, ¿seguro que desea quedárselo para estudiarlo?- éste asintió mientras dejaba ir el humo de su cigarrillo para arriba.

          - Pero, ¿con qué propósito?- le interrogó otro de sus ayudantes.- se ha hecho esta expedición como quería, hemos comprobado que su teoría era cierta, ya en su momento los científicos responsables de esta barbaridad decidieron abandonar ese proyecto porque vieron que era aberrante, ¿quiere usted seguir con lo que ellos dejaron?

          - Lo sé, fueron experimentos que afortunadamente no llegaron a salir a la luz, porque hubieran indignado a la opinión pública. Mucho se habló en aquella época de que algunos científicos experimentaban con el ADN, pero quedó en saco roto, poco se podía imaginar la gente que se hubiera llegado tan lejos, como el hecho de clonar seres humanos; cuando se pensó que se podía hacer, mucha gente lo criticó y la ciencia juró que no se haría y ya veis que pasó… el dinero obra milagros y algunos de los poderosos pagaron verdaderas fortunas para clonar a sus seres queridos que habían perdido.

          - Pero al final resultó un fracaso… - siguió uno de ellos.

          - Así es, se supo que los clones envejecían a gran velocidad, por lo que finalmente se dejó de practicar en el ámbito privado,  pero ahora esto… - dijo William.

          - El “proyecto Minotauro”  quedó en el olvido, dice usted según el diario de su bisabuela, que una vez las criaturas fueron escondidas en esta isla, se vigilaron durante décadas mediante satélites instalados en órbita, pero que con el paso de los años, también fueron olvidados, aunque la barrera invisible todavía existe…

          - Ahora que hemos comprobado que es verdad, que hay auténticos seres mitológicos viviendo aquí, es una suerte que la barrera magnética todavía esté en funcionamiento aunque no haya nadie que la supervise, en caso contrario, las criaturas lograrían esparcirse por el resto del planeta causando el desconcierto general.

          El doctor se mantuvo pensativo; era una suerte que solamente él, gracias a su pariente, tuviera la llave que abría esa barrera, de ese modo habían podido colarse allí, a ese lugar que no salía en ningún mapa desde hacía por lo menos 160 años.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 06.05.2024

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