Zora se despertó bruscamente al oír un sonido extraño en la lejanía, alzó la mirada hacia el cielo y pudo ver a los lejos un objeto que volaba en línea recta. Era un objeto ligeramente ovalado y emitía un curioso sonido.
- “¿Qué será eso que asusta a las demás aves del cielo? No es ningún pájaro pues no tiene alas. “- pensó intrigada.
Se puso su túnica blanca que confeccionaban con la seda que sacaban de una planta y bajó hasta la playa, allí se había reunido mucha gente que parecía muy agitada.
- No parece pertenecer a la isla- observó un hombre de cierta edad.
- Me ha parecido que volaba a bastante velocidad.- Zora también quiso unirse a la conversación.
- Me ha despertado su sonido, era parecido al zumbido de las abejas, pero más fuerte.- algunos alzaron la mirada por si lo veían, pero ya no estaba.
- ¿De quién pertenecerá? Nuestro seguro que no, porque la comunidad alada no necesita fabricar nada semejante para surcar los cielos.
- Quizá pertenezca a los “seres de la tierra”- sugirió otra muchacha de la edad de Zora.
- Imposible- respondía el hombre de más edad- esos seres son bastante primitivos, ¿de qué material estaba hecho el artefacto volador?- nadie supo responder a aquello, porque lo habían visto pasar muy rápido y tampoco lo hubieran sabido, ya que ellos solamente conocían las materias primeras como la piedra, la madera o el barro.
- Seguramente ese objeto viene del otro lado de la isla.- comentó otro ángel, que resultó ser Itshar, el amigo de la sirena Shanna, captando la atención general - el mundo que conocemos no se limita a la isla, seguro. Mis compañeros y yo hemos volado muchos kilómetros por el mar y sabemos que existirán otras islas, mundos extraños que desconocemos.
- ¿Y cómo es que nadie ha podido verlas?- le preguntó Zora.
- Pues si somos los únicos, ¿qué explicación le das a ese objeto extraño? Alguien lo ha tenido que fabricar… -le dijo él burlonamente.
- Bueno, lo que es seguro es que nosotros no lo sabemos todo, quien quiera que haya hecho eso debe de ser alguien muy poderoso, alguien que esta fuera de nuestro entendimiento, debemos tener paciencia y esperar por si dan señales de vida.- dijo el ángel de más edad tranquilizándolos a todos.
- A mí me asusta que haya alguien o algo extraño merodeando por aquí… no sabemos cuáles serán sus intenciones.- dijo Zora.
- No permitiremos que nadie se apodere de nuestra isla.-dijo Itshar con decisión. Todos se miraron entre sí, ¿Cómo lo harían si llegaba el día en que tuvieran que enfrentarse a ellos? Los “seres del aire” eran una especie pacífica, jamás se metían con nadie, ni siquiera se mezclaban con las otras dos especies que vivían allí.
- No olvidemos que no somos los únicos que estamos aquí, también hemos de compartirla con los “seres del agua y de la tierra”.- dijo una de las chicas.
- Es verdad, pero ellos no suponen ningún peligro, desde siempre han vivido aquí y además, cada uno tiene su propio hábitat, unos viven bajo el mar, lugar que a nosotros se nos está absolutamente prohibido y otros viven en cuevas en lo más frondoso del bosque, en cambio los acantilados son nuestros, por el momento estamos protegidos.- dijo el anciano.
Decidieron que todavía no estaban capacitados para tomar una decisión; ni siquiera sabían a qué peligro podían llegar a enfrentarse y muy pronto la reunión se disolvió, yéndose cada uno para su nido, removiendo la suave arena al azotar con sus alas el aire.
Eran tantas las alas, que por un momento la playa se llenó de polvo y plumas, el anciano que casi no tenia plumas y no podía volar fue escoltado entre dos gentiles jóvenes, que lo llevaron en brazos hasta su morada. Solamente se quedó Zora pensativa; había oído al hombre más viejo de su especie y había dicho que les estaba prohibido relacionarse con las demás especies: ¿estaría haciendo mal siendo la amiga de un tritón que además le estaba enseñando a nadar? y eso sin contar lo que sucedió en la playa…
-“No me gustaría perder su amistad, lo quiero y me arriesgaré por él”- y pensando esto, levantó el vuelo y se dirigió hacia aquel trozo de tierra donde lo vio por primera vez.
Esperó mucho rato hasta que se cansó y fue volando a mar abierto, por allí vio las siluetas de dos delfines formando espuma y algunas gaviotas volando en círculos emitiendo mucho estruendo.
Pensó si aquel ángel tenía razón y más allá había otra isla con una especie que fabricaba cosas extrañas, tuvo miedo y volvió a tierra firme.
En aquel grupo de arrecifes oyó voces y risas, se acercó curiosa y las tres sirenas que reposaban en la roca, al verla se metieron de inmediato al agua y se hubieran sumergido si Zora no las hubiera detenido gritándoles:
- ¡Esperad! ¿Conocéis a un tritón que se llama Rashar?- ellas se miraron muy extrañadas; ¿qué quería aquella chica voladora, que preguntaba por uno de ellos?
- No sabemos nada de ningún tritón llamado Rashar.- respondió una de ellas secamente.- ¿y tú? ¿no deberías estar allá arriba con los demás pájaros?
Editado: 14.10.2024