La isla de los dioses

3.2

El agua estaba tranquila y la playa desierta, Itshar no sabía si encontraría a la bella sirena Shanna y se quedó allí estirado, con la cara vuelta hacia el cielo, mirando como las gaviotas piaban estruendosamente, planeando por encima del agua o lanzándose en picado cuando descubrían un pez.

          Tan absorto estaba contemplándolas, que no vio como una figura oscura se le acercaba por detrás y le lanzaba su lanza, que por fortuna no alcanzó su objetivo, sino que se clavó en la arena, rozándole apenas el muslo.

          El chico alado se levantó casi de un salto, viéndose cara a cara con un centauro de apariencia salvaje, con la piel muy oscura, casi negra, que lo miraba con ojos furiosos. Itshar agarró el arma aunque no era cazador y el centauro caminó a su alrededor señalando sus alas y hablando en una lengua extraña.

           - “Que raro, no habla mi idioma”.-pensó Itshar. Luego recordó la conversación con los suyos y por un momento se le pasó por la cabeza si aquel podría ser el dueño de la extraña nave. Pero al momento rechazó la idea; no, no podía ser, al fin y al cabo aquel personaje era un “ser de la tierra” algo extraño pero habitante de la isla como él. El chico se había alejado de la parte de la isla que le era conocida en busca de su amiga, pero todavía seguía en ella.

          Aquel centauro parecía ser muy viejo y no muy robusto, a diferencia de los que había podido ver hasta ahora, tenía los canos cabellos muy rizados y tenía tatuadas en el pecho, dos estrellas, una a cada lado, además de diversos símbolos en la cara y en los brazos. Del cuello le colgaban varios collares, con huesecillos y plumas de aves colgando de ellos.

          Entonces el extraño personaje reparó en sus piernas y se rió, mostrando una boca sin apenas dientes, sacó del interior de una bolsa de piel que llevaba atada en el lomo, un pequeño animal y lo agarró por las extremidades; era un simio e Itshar supuso que lo comparaba con él  al verle también dos piernas y que eso lo divertía.

          El viejo le mostró su presa agitándola frente a él y le gritó algo que el chico no entendió pero que le sonó a burla.

          Como temió que mientras estaba allí perdiendo el tiempo con aquel anciano, pudiesen venir otros cazadores menos inofensivos que ese, Itshar desplegó sus alas dispuesto a dar por terminada aquella visita y el anciano retrocedió muy asombrado.

 

          Se dio impulso para arriba con ambas piernas mientras azotaba el aire con sus alas y desde el aire le lanzó su arma, ya que por supuesto él no la iba a utilizar. Luego voló siguiendo la línea de la costa, sin preocuparse ya más de aquel ser de piel negruzca. Vio a la sirena Shanna que le hacía señales para que aterrizara junto a ella y éste obedeció.

          -¿Qué haces tan lejos de tu nido? Estas en la otra parte de la isla. - le informó ella.

          - Pues creo que es donde te “capturé” la primera vez.

          - Es verdad, me alejé demasiado escapando de ti.

          Entonces el chico señaló el cesto que llevaba ella, hecho con hierbas marinas entrelazadas; en su interior había unos curiosos objetos.

          - ¿Qué llevas ahí?

          -Son perlas negras y blancas. Las de color negro solamente se encuentran aquí.

          -¿Y de donde las sacas? Nunca había visto algo así.-dijo él cogiendo una y observándola atentamente.

       -Las produce un animal llamado ostra. Están hechas de nácar, una segregación que produce para defenderse de la irritación que le produce la arena. Éste señaló con el dedo:

         - ¿Y eso otro?

        - Estrellas de mar- el chico fue a coger una, pero al ver que se movía apartó la mano asombrado, esta rió divertida por su sincera curiosidad - son seres vivos.

         -¿Dices que se llaman estrellas? Creí que las únicas estrellas eran las que se ven en el cielo, por la noche.

         - Las recojo porque son un regalo para la hijita de una amiga mía. Dicen que las estrellas de mar dan buena suerte.

Se sentaron en la orilla y el apuesto ángel le comentó a su amiga si había visto por la mañana aquel extraño objeto volador.

-    Pues no, al único que he visto volar eras tú - dijo ella sonriendo, pero al notar que parecía preocupado - ¿qué era?

-    No lo sé, jamás había visto algo parecido. Dice un sabio de nuestra comunidad que podría venir de la otra parte de la isla.

-    ¿Estás seguro? No he visto en mis viajes más tierra que esta y nadie de mi especie piensa que pueda haber nada más que esta isla.

          Entonces el chico le comentó lo del centauro negro que había visto.

       -  Sí, los hemos visto algunas veces “seres de la tierra” tratando de pescar por las rocas. Pero su piel no era oscura; sino clara como la nuestra y creo que hablaban igual que nosotros…- se quedó pensativa unos instantes sin saber si explicarle la pavorosa historia de su amiga, pero al final comentó - a mi amiga la salvo hace semanas un centauro joven, tal vez un niño cuando se quedó varada en la arena, casi no sobrevive al nacimiento de su bebe,¿Crees que ya que existen esos centauros negros, puede existir alguna otra especie de la que desconozcamos su existencia y también viva aquí? Podrían ser los dueños de ese artefacto.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 06.05.2024

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