La isla de los dioses

1.3

Zora y su amigo el tritón  Rashar eran inseparables, los de su comunidad se extrañaban que pasase más tiempo en las rocas cercanas al mar o en la playa que en su nido y hasta casi ni hacia vida de comunidad en los extensos campos de cultivo rodeados de paredes altas o en las cuevas donde conversaban o tejían sus ropajes en enormes telares hechos de madera. Pero a pesar de eso, nadie averiguó nada de su secreta amistad con un tritón.

         En lo referente a la nave misteriosa ya no volvieron a saber ella, por lo que volvieron a sus quehaceres con la tranquila rutina diaria.

          Los muchachos de su edad no le hacían demasiado caso y terminaban por alejarse de ella al darse cuenta que aquella extraña chica no les prestaba la más mínima atención. Aunque una tarde, cuando el sol se ponía, ocurrió un pequeño incidente.

          A la chica alada le gustaba bajar a esa hora a la playa para ver la puesta del sol. Mientras caminaba soñadora, notó como algo le rozaba los cabellos. Ella miró hacia arriba y pudo ver una figura que remontaba el vuelo sin dejar de mirarla. Ella se paró y lo miró con el ceño fruncido y los brazos en jarras.

          El repentino pretendiente hizo una serie de piruetas para llamar su atención y bajó en picado, luego planeó y cuando estuvo a su misma altura aterrizó frente a ella:

          -Hola, ¿quieres volar conmigo?

          -No, quiero estar sola gracias.- le contestó ella empezando a caminar sin mirarle.

          -¿Por qué? Tengo una canción para ti.- ella negó. Le iba a ser sumamente difícil mantenerse calmada con aquel muchacho tan insistente.

          -Por ahora no quiero comprometerme con nadie.- el chico la siguió alegremente.

          -Nunca te había visto por aquí, ¿tienes tu nido cerca?

          -Sí, allá arriba. Ahora por favor, ¿puedes dejarme sola? Estoy disfrutando de la puesta de sol.

          -Desde mi nido se ven mejor, hay unas vistas preciosas.

          -A mí me gusta estar en la playa - éste la miró asombrado.

          -¿Me dices que prefieres quedarte aquí andando por la molesta arena a volar por los acantilados?

          Entonces se oyó un ¡Pfff! Y vio una serie de chorros de agua lanzados a presión. La chica alada aplaudió emocionada:

          -¡Delfines!¡son delfines!- el chico giro su cara para mirarlos sin excesivo interés y continuó con su desesperado intento de seducción:

          -Sí... oye, ¿por qué no vienes a mi nido de suaves plumas?

          Ella no tenía intención de escucharlo más, por lo que se acercó corriendo hacia la orilla y una vez en el agua, se internó hasta cubrirle la cintura.

          El ángel la siguió preocupado:

          -¡Ten cuidado!- pero Zora agitó ambos brazos por encima de su cabeza:

          -Es el gracioso amigo de Rashar y dos compañeros más- pero para su desilusión, los animales no parecieron percatarse de su presencia y se alejaron más. Ella los miró con tristeza y sacudió el agua con sus manos.

          El chico no sabía cómo detenerla y se movía inquieto por la arena. No entendía porque su futura pareja se había internado sin tenerle miedo al agua. Entonces decidió ir a rescatarla y se acercó volando.

          -¡Dame la mano!¡yo te salvaré!- ella se apartó de él y le gritó que se fuera, que así nunca vendrían.

          Pero el ser del aire era muy insistente y logró agarrarla por un brazo. Ella trató de soltarse y cuando lo logró, a causa del empuje cayó para atrás. El agua la cubrió toda hasta que pudo incorporarse también un poco asustada, pero luego se acercó nadando hasta las cinco figuras grises, estos al verla la rodearon y ella de inmediato pudo cogerse a una aleta caudal que sobresalía.

          El ángel se mantenía en el aire muy angustiado porque creía que aquellos animales iban a hacerle daño. Volvió a acercarse y repitió que se agarrara a él, que iba a sacarla de ahí.

          -No te preocupes que no me harán nada...

          De pronto una enorme cola surgió del agua y con ella apareció la cara de Rashar. El chico-angel estaba tremendamente asombrado y se apartó, se los quedó mirando sin atreverse a marcharse.

          -¿Quién es ese?- ella negó con la cabeza y el tritón lo miró cara a cara- ¡es mejor que vuelvas a tu nido “ser del aire” si no quieres que mis amigos te den un golpe con su cola!- éste los miró enfadado, no se iba a dar por vencido tan fácilmente, no podía aceptar que aquel extraño ser acuático le arrebatase a su futura prometida.

          -¡Déjala libre y entonces me iré!- Rashar levantó las manos por encima del agua y respondió con sarcasmo:

          -Ella ya es libre, no la estoy sujetando, ¿ves? Si está aquí conmigo es por su propia voluntad.

          -¿Por qué querría estar dentro del mar? Los “seres del aire” no...

          Ellos dos no le hicieron más caso y Zora, sujetándose a los hombros del tritón, dejó que su acompañante la llevara hasta mar abierto.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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