La isla de los dioses

1.4

         Sus cabellos mojados brillaban al sol, había visto como su tan estimado amigo y maestro se alejaba junto con los delfines mar adentro y ella tuvo que quedarse en tierra, deseando poder acompañarle y ver su casa.

          Todavía tenía las alas mojadas después de su reciente lección de natación y tuvo que pasearse arriba y abajo de la extensa playa con el fin de que el sol las secara.

          Entonces oyó como alguien le silbaba desde arriba y alzó la vista al cielo azul. Vio a uno de los suyos que trazaba círculos y le hacía señas para que lo siguiera. Ella frunció el ceño y pensó que volvía a ser aquel entrometido. Pero luego descubrió que no era el mismo y que, fuera quien fuera parecía querer decirle algo importante. Ella negó con la cabeza y le mostró por señas que todavía no podía volar, sus plumas aun pesaban bastante, los huesos de los “seres alados” eran semihuecos, lo que les hacía ligeros para poder mantenerse en el aire, pero con las plumas mojadas era imposible.

          Así que el chico aterrizó frente a ella y la miró un poco extrañado de verla mojada de pies a cabeza.

          —¿Qué haces aquí sola y con ese aspecto? — ella se puso a la defensiva y fue a contestarle que él no era quien para juzgarla. — espera... ¿no eres una de aquellas jóvenes que vinieron a la playa la vez que el viejo maestro nos convocó?

          —Así es, hace meses ya, ¿por qué tu interés?

          —Pues porque fuiste de las pocas aladas que oíste aquel artefacto que cruzó la isla, ¿recuerdas?

          —Sí, el artefacto, el objeto volante que me despertó y armó tanto revuelo entre nuestra comunidad. Lo recuerdo, discutiste con Otto sobre que seguramente venía de otra isla. Él no te creyó.

          —Exacto, pero ahora tengo pruebas de que es verdad, yo mismo acabo de ver a uno de sus creadores.

          —¡Qué me dices! Yo también he estado por aquí y no he visto nada.

          —Esa cosa está en el bosque Nordeste y te digo que he visto a un habitante de la otra parte de la isla.

          —No puede ser... ¿por qué tendría que volver? Yo vi que se iba.

          —Te lo ruego, tienes que creerme, iba en busca del viejo para comunicárselo, no es mentira ya que sabes bien que nosotros nunca mentimos. Oye... no pareces actuar como las otras chicas, ¿por qué estas tan mojada?

          Zora bajó la mirada. Sí, el chico tenía razón, ellos no tenían la capacidad natural para mentir y eso la podría meter en un aprieto.

          —He estado nadando en el mar.… por eso no podía emprender el vuelo.          —¿Nadar? Ningún “Ser del aire” puede hacerlo y menos solo. — ella sonrió.

          —No estaba sola, un buen amigo me enseñó.

          —¿Quién?¿un tritón?— ella asintió y esperó paciente la reprimenda, pero al contrario, éste se quedó pensativo.

          —Yo también tengo algo que decirte...pero primero es más importante localizar al viejo maestro para informarle y que nos aconseje sobre lo que debemos hacer, si estamos en peligro debemos estar preparados.

          Ella asintió y cuando estuvo seca, los dos emprendieron regreso a los acantilados y a la gran cueva donde vivía el maestro. Estaba sentado en una hendidura tapado con un manto blanco y miraba fijamente a la lejanía; era el más viejo y sabio entre los de su especie.

          —Maestro, venimos para comunicarte algo de suma importancia para nuestra Comunidad. Éste les animó a que tomaran asiento junto a él y una vez el chico hubo finalizado su breve relato, éste los miró a ambos con sus ojos tristes y cansados y les dijo casi en un susurro, con su voz ronca a causa de los años.

          —Hijos míos, sabía que tarde o temprano eso iba a suceder, dejad que os cuente una historia:

         Hace cientos de años, la cuarta especie vivió sola en la tierra y nosotros, las demás especies no existíamos. La única especie era entonces la única que gobernaba sobre todas las cosas, animales... plantas.... Algo cambió, mis antepasados me lo explicaron a medias porque apenas lo recordaban, pero esta especie desapareció de la isla, seguramente al descubrir otros lugares. Se propagaron por todo el mundo, un mundo al parecer casi infinito y nuestra isla se quedó perdida en algún rincón del mar. Esos seres sin alas nos fueron olvidando. Entonces las otras especies empezaban a surgir... de alguna manera vinimos con ellos y pudimos vivir felices repartiéndonos la isla. Unos reinaron como dioses en los mares, otros se establecieron por la tierra, entre los árboles y por último nosotros poblamos los cielos. Así debéis entender que todos provenimos de esa cuarta especie que se marchó y aunque somos muy diferentes somos como hermanos del mismo padre y la misma madre.

          Hubo una vez... un grupo que llegó a la isla, llegaron de no sé dónde, medio muertos, pero nuestros antepasados sin temor alguno los llevaron a refugios dentro de la roca y allí los curaron. Esos extranjeros se quedaron mucho tiempo aquí y nos enseñaron su idioma, no muy diferente del que habíamos hablado, seguramente aprendido de los primeros que nos trajeron aquí. Nos explicaron que venían de una nave muy grande que flotaba en el mar pero que hubo un accidente, todos sus controles fallaron repentinamente y de repente el mar los engulló por completo apareciendo aquí.



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 06.05.2024

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