De inmediato reconoció a los recién llegados por sus delatadores trajes rojos y frunció el ceño con rabia y desesperación. Al parecer sus “deseos” se habían cumplido y por fin iba a reunirse con alguien que por desgracia sí conocía, demasiado bien por cierto, aunque hubiera dado cualquier cosa porque no hubiera sido así.
La muchacha ángel miró los cadáveres desperdigados por ahí sin salir de su estupor y luego dirigió su clara mirada en el grupo que había hecho notar su presencia tan violentamente.
—Vaya vaya, ¿a quién tenemos el gusto de volver a ver? —el que parecía ser el líder se adelantó hasta quedar de caras a Jenkins y lo miró con burla. Éste, el cual se hallaba inmovilizado por las muñecas, no supo como demostrarle su desprecio y le escupió en pleno rostro. Aquel hombre se limpió impasible y les ordenó a sus subordinados: —¡desatadlo! Y también a la hermosa criatura que lo acompaña. —Mientras lo obedecían, el hombre de uniforme rojo la miró obscenamente y le acarició la cara— vaya teniente, ¿has encontrado una nueva compañera de juegos? No parece el tipo de fulanas que frecuentas habitualmente… ¿o acaso te has convertido en un depravado abusador de menores?
Júlian no pudo aguantar más sus despectivas palabras y el trato degradante que aquellos soldados estaban dándole a aquella inocente chiquilla.
—¡No la toquéis!¡me das asco!
El cabecilla del grupo emitió una carcajada maliciosa, dejando ver sus perfectos dientes blancos, menos uno enfundado en oro.
—Así que tengo razón y ahora prefieres la carne tierna…
Les ataron con unas esposas que se encendieron en rojo al cerrase en torno a sus muñecas y los llevaron de malas maneras. Mientras atravesaban aquella jungla, los soldados de uniformes rojos no dejaban de dirigirle obscenas palabras a la niña, que andaba torpemente tras él, tratando de seguirles el paso. Jenkins se alegró, (si podía sacar algo bueno de aquella penosa situación) que la jovencita no pudiera entender nada de lo que le decían, porque él se hubiera sentido muy avergonzado al saberse miembro de su misma especie.
Pero ella se mantenía con la cabeza alta, aguantando estoicamente aquella humillación, quejándose únicamente cuando alguno le estiraba de las alas o le pegaba en el trasero, mientras todos parecían divertirse mucho a su costa.
Finalmente se acabaron los árboles y llegaron a un claro donde habían dejado su helicóptero.
Los fue a recibir el piloto, sorprendido al verlos llegar con tan inusual compañía.
—Venimos con unos “amigos”, el teniente es un viejo conocido, ¿verdad?
Jenkins emitió un gruñido mientras asentía. Se conocían de antiguos enfrentamientos.
—Los tenían prisioneros unos horrendos seres parecidos a centauros… espera, antes de que te pongas a decir que hemos tomado setas o cualquier otra droga, hemos aterrizado en una isla muy singular. Esta todo plagado de bichos extraños y algunos con plumas como esa de ahí. —comentó señalándola con su fusil. El piloto sacudió su cabeza confundido:
—¡Es verdad coño!¡si parece un ángel de los cuentos! —entonces, el gordo hombre se rascó el cogote— eso explica la colisión que tuvimos ayer, ¡madre mía!¡pensé que era un pajarraco!
Todo el grupo comenzó a preparar un campamento, mientras los mantenían fuertemente vigilados. La niña por su parte iba haciendo cavilaciones:
—“Estos hombres de ropas rojas nos han liberado de aquellos “seres de la tierra”, pero en vez de dejarnos ir, nos han vuelto a coger. Parecen crueles, con sus palos que matan, aunque los veo iguales al hombre que me curó. Son de igual especie, pero se tratan mal entre ellos, no como nuestro pueblo.”
A Jenkins no le importaba lo que pudiesen hacerle a él, sabía que lo llevarían prisionero a una de sus bases o tal vez lo matarían. Pero a la joven… ella era inocente, incapaz de hacer daño a nadie. Él sí, era un soldado y había cometido muchos pecados en su vida, estaba implicado en aquella guerra y tal vez lo tuviera merecido.
Editado: 14.10.2024