La isla de los dioses

8.7

Hacia mediodía, los soldados les tiraron trozos de carne asada al fuego de una hoguera y les dijeron que, si querían comer, debían cogerlos al vuelo con la boca. Pero Karl les ordenó que se callaran y dejaran de portarse como criaturas, mientras desataba a sus prisioneros.

Júlian se abalanzó sobre su plato, hambriento, pero la niña se negó a probar bocado.

—¡Vamos estúpida, he dicho que comas! —le gritó el hombre agarrándola por la cabeza y poniéndole de malos modos un trozo de carne en la boca. Ella apretó los labios y, con lágrimas en los ojos escupió lo que había logrado colarse. Al final éste le dio una patada con rabia y se alejó farfullando: —pues peor para ti, si quieres morirte de hambre allá tú.

Jenkins, que había dejado de comer al ver como era tratada su protegida, una vez vio como se alejaba aquel hombre, le dijo por señas que comiera.

—Tienes que comer te guste o no, no estamos en el Hilton para que puedas pedir a la carta, no sabemos cuanto tiempo vamos a estar con estos neandertales y si no comes te vas a poner muy débil, ¿ves cómo me lo estoy comiendo? ¡esta bueno!—y cogiendo un poco de carne reseca, se lo tragó haciendo gestos exagerados, como si fuera un manjar. Pero ésta lo miró parlotear en aquella lengua sin sentido y lo ignoró. —¡madre mía, nena! ¡eres tozuda como una mula! … o al menos como mi ex, que ya es poco…

Durante el resto del día los tuvieron allí atados, mientras eran vigilados y algunos salían a investigar los alrededores. Hacían grupos, pero el piloto siempre se quedaba con ellos, embriagándose hasta casi la extenuación, bebiendo de su petaca.

El teniente decidió que era hora de saber el nombre de aquella chica ángel.

—Yo Jenkins… Júlian Jenkins. —la señaló con las manos atadas —¿tú?

—¿Enki? — murmuró ella.

—Nooo, Jen-kins, no es tan complicado: Jeeeenkins. —repitió despacio.

—¡Enki! —y señalándose ella —Deva.

—Bueno, pues seré Enki… ¡eh tú, el que no para de silbar! —el piloto giró su cara para mirarlo con ojos vidriosos a causa de la bebida. —sí, tu, ¿cuándo nos marcharemos? Se me han dormido las piernas de estar sentado durante horas. —éste se acercó en unos pasos tambaleantes.

—Yo… es que a mi nadie me dice nada, creo que por el momento piensan quedarse.. al menos eso es lo que me dijo Karl. —entonces emitió una risita— un tipo raro ¿verdad? Seguramente harán su base aquí y eso no me gusta, noooo, no me gusta eso, este lugar no tiene ninguna diversión, no hay ni cerveza ni mujeres… —entonces miró a la muchacha— que me dices, ¿las mujeres pájaro son cariñosas?

Jenkins notó como la cabeza le daba vueltas: ¿lo decían en serio? ¿quedarse ahí? Y los demás seres de la isla… No, no les estaba permitido quedarse, aquellas gentes aladas eran pacificas, no había lugar para esas especies tan distintas.

Cuando volvieron a reunirse todos, parecían muy alterados. Sin decirle nada, agarraron a Deva de malas maneras y se la llevaron a un lugar concreto. Jenkins asustado y a la defensiva les gritó que qué iban a hacer, pero otro de los soldados le dio una patada en la cabeza que lo dejó inconsciente.

Mientras la llevaban a rastras por la hierba, Karl parecía muy contento y le dijo, aunque sabía que no iba a entenderlo:

—Tú me serás de utilidad para lo que tengo pensado. —Uno de los soldados preguntó que iban a hacer y éste le contestó: —habéis visto lo que esconde esta isla, Deva sin duda nos servirá de cebo, vamos a atarla y a escondernos. Si grita pidiendo auxilio, alguno de los suyos vendrá y podremos pedirles “amablemente” que nos muestren donde hay más.

—¿Y después? ¿qué vamos a hacer con ellos?

—¡Pues matarlos pedazo de imbécil! Necesitamos esta tierra para nosotros, pediremos por radio más refuerzos, iniciaremos una guerra para colonizar este lugar y cuando no haya ningún ser que nos estorbe, nos instalaremos aquí.

Pero Deva era más inteligente e intuyó lo que se proponían. Sola atada a un árbol, vio impotente como varios de los suyos sobrevolaban el cielo, pero se mantuvo en silencio y como se estaba haciendo oscuro, ninguno de ellos la vio, medio tapada por la vegetación envuelta en la penumbra.

Así que tuvieron que aguantarse y la desataron. Karl le dio una bofetada con furia:

—¡Maldita zorra! ¿por qué no los has llamado?

Ya era de noche, y Jenkins, escuchando los comentarios de fastidio, pudo entender lo que había pasado:

—¡Muy bien, lo has hecho perfecto! —pero ésta miró al suelo muy triste.

Todo el regimiento se preparó para pasar la noche, extendiendo sacos por el suelo, alguno observó a la niña de una manera que a Jenkins no le gustó nada. No dejaban de cuchichear por lo bajo y supo que no tramaban nada bueno. Karl se sentaba más apartado y parecía observar con fascinación algo que habían encontrado en sus exploraciones; parecían unas piedras que brillaban bajo las llamas de la hoguera. Entonces, ante la mirada de interrogación del chico, se le acercó y sacó del bolsillo de su chaqueta una de aquellas piedras.

—¿Sabes lo que es esto? ¿te recuerdan a algo?

Jenkins no podía creer lo que veían sus ojos, frente a ellos pudo ver por vez primera varios pedazos, muy pequeños y en su estado virgen, lo que serían topacios y algunos semi transparentes que irradiaban un brillo especial.

—Veo que por tu expresión lo has adivinado, esta isla esta llena de diamantes y otras piedras preciosas, encontramos unas pocas cerca de un riachuelo y queremos más, muchas más. Seguramente sus gentes primitivas no tienen idea de lo que tienen aquí, pero voy a averiguar donde las guardan y si tengo que capturar y torturar a medio ejército de ángeles lo haré, tu estúpida amiguita no ha querido llamarles, pero no importa. Desde aquí avisaré por radio a los míos y crearemos una red de recogida, mediante minas y las iremos llevando a la civilización. Voy a ser el hombre más rico del planeta. Uno de sus hombres se acercó para decirle algo al oído, éste al principio pareció sorprendido, pero luego se encogió de hombros:



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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