Ando tratando de no hacer ruido y deseó poder tener la agilidad de Stella, cuando llegó hasta ella de puntillas con aquellos pies diminutos que al dar contra el suelo no producían ningún sonido. En cambio, aquellos cuatro cascos con que había sido dotada, eran un verdadero fastidio y para complicarlo todavía más, ahora tenía aquellas herraduras. ¡Así era imposible pasar desapercibida!
Como imaginaba, la puerta estaba cerrada y no tenía las llaves, ¡claro!¡se las había llevado la mujer después de liberarla! En ese enorme llavero deberían estar las del recinto donde estaba su jaula.
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Stella llegó donde los demás y una idea la asaltó: ¡las llaves! Todavía las tenía debajo de sus ropas, debía devolvérselas a Broms antes de que se diera cuenta.
Maldiciendo por lo bajo volvió a marcharse y eludió las preguntas de sus compañeras amazonas:
—¿Pero a dónde vas ahora? ¡si en diez minutos te toca salir!
Pero ella negó con la cabeza y regresó al camarote del dueño. Entró por una ventana que había quedado entreabierta y entró medio cuerpo, demostrando lo buena contorsionista que era. Dejó las llaves encima de una mesita y sin pararse por más tiempo, corrió justo en el momento en que la anunciaban:
—¡Señoras y caballeros!¡van a poder disfrutar a la estrella entre las estrellas, la maravillosa y enigmática “Diosa del fuego”!
En otro de los escenarios, el mago dejó el mejor truco para el final, pensaba incorporar a la chica-caballo en su numero cancelado, donde aparece un leopardo real entre una explosión de humo y fuego. Era un final memorable, pero tuvo que suspenderlo, ya que el animal se le murió y no tenía nada para sustituirlo, que no fueran aquellos otros felinos biónicos. Ahora que lo había encontrado, la gente se volvería loca de entusiasmo.
Pero cuando abrió la trampilla que tenía debajo del escenario e hizo la señal que necesitaba la chica para aparecer, no salió nada.
El público comenzó a murmurar, sabiendo que algo iba mal y el mago tuvo que tragarse su ira y terminar con su gracia y solturas habituales.
Mientras se despedía con unas reverencias, lo recogió todo de mala gana y pensó que aquello no iba a quedar así, se lo comunicaría a Broms; nadie lo hacía quedar mal de esa manera.
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Aura vio una sombra que se acercaba y se escondió detrás de unas cajas. Vio como Broms se acercaba al edificio donde estaba Erflin abriendo con sus llaves y como su amigo preguntaba por ella.
—Esta bien, sabes que a partir de hoy trabajará con el señor Sorovski en su función.
—Sí, lo se. ¿Ha venido mucha gente a verla?
—Pues todavía no lo sé… espero que haya tenido el éxito esperado, por mi bien.
Aura lo siguió a poca distancia, pero al pasar por la caravana de la joven pareja de domadores, el chimpancé bonobo al verla chilló desde su ventana muy contento de verla y alargó una mano para que le diera algo rico para comer.
Aura no tenía nada y el animalito cada vez estaba más ansioso. Broms se giró en el justo momento que ella se escondía por el otro lado.
—Ese mono… les diré a sus amos que le pongan un bozal para que se calle. —murmuró con fastidio mientras regresaba a la carpa principal. Le entregó las llaves a uno de los montadores, el cual las dejó colgadas de un gancho clavado a uno de los postes que aguantaban la lona.
Aura dejó a su “enamorado” saltando dentro de su caravana, atado con una cuerda ya que todos sabían de las continuas escapadas del travieso animal.
Aura tenía la suerte a su favor, la suerte de las criaturas del circo, como decía Erflin, porque en ese momento no había nadie para delatarla. Aprovechó el descuido del ayudante, que fue a preparar los aparejos de la siguiente actuación junto a otro compañero, cogió el llavero y se fue trotando, ya sin preocuparle en si hacía ruido o no, donde se encontraba su diminuto amigo.
Una vez dentro, el chico la miró desde su casita en lo alto.
—¡Aura!¿qué haces aquí? Creía que Stella no te había podido sacar y que todavía estabas con aquel farsante.
—¿Has sido tú quien le ha dado la idea de liberarme?
—Bueno… en parte sí, ella quería sacarte en cualquier momento y decidió que sería hoy, en cuanto le expliqué que serías parte del espectáculo del mago. Broms tiene miedo que tus doctores acaben viniendo y Stella comentó que si no los encuentras tendrás que irte a otro lugar, a las montañas. Te lo explicó, ¿verdad? —Aura asintió mientras rebuscaba nerviosa alguna llave que encajara con la jaula que había compartido con su amigo.
—¡No la encuentro Erflin! Hay tantas que… —el chico negó seriamente:
—Gracias por pensar en mí, querida y dulce amiga, pero has de escapar antes que Broms se de cuenta de tu falta. Tienes que ser libre, yo no conozco nada más que el circo.
Pero la chica notó como las lágrimas de la desesperación hacían mella en ella:
—¡No te puedo dejar aquí! donde yo vaya vendrás conmigo, los dos tenemos derecho a ser libres—Pero fue inútil, las llaves no le respondían y las manos comenzaban a temblarle. Entonces, en un último intento le dijo: —Vamos, tampoco estas tan lejos, salta hasta el suelo, el heno amortiguará tu caída.
Pero aunque el chico se asomó, desde allí aquella caída era una locura.
—Esta demasiado alto, me romperé el cuello si intento algo así…
Entonces escucharon un chirrido cercano y Aura vio como “Podo”, el peludito hurón mascota de Stella se revolcaba juguetón entre la paja.
—¡Ya se! Vamos Erflin, llámalo, dale algo para atraer su atención, cuando él trepe por el poste te subes a él y te sacará con facilidad por los barrotes de la puerta.
El chico comenzó a hacerle gestos al animal, saltando y agitando los brazos por encima de su cabeza. El hurón alzó la cabeza con curiosidad, moviendo su naricilla, pero era más divertido jugar a esconderse entre el heno.
—¡Eh, eh!¡ven aquí!¡estoy aquí!
Entonces Erflin se acordó de algo, entró en su casita y al poco salió con un pedazo de manzana, casi más grande que él. “Podo” la olfateó interesado y entonces sí, trepó con suma facilidad hasta donde lo esperaba Erflin. Éste se apartó un poco, asustado al encontrarse con aquel animal gigante que le arrancó de un bocado el trozo de fruta.
Editado: 14.10.2024