Los doctores se enteraron, por boca del arqueólogo, que aquel circo se encontraba en aquellos momentos de gira, bordeando las pocas localidades, cerca del puerto que iba a Breatles, una localidad portuaria tradicional, sin demasiados habitantes, pero un increíble y frondoso bosque, donde solamente iban algunos a recoger la leña que necesitaban para el invierno.
Decidieron marchar de inmediato, los llevaría su amigo en su camioneta eléctrica, ya que estaba profundamente interesado en la naturaleza de aquella muchacha si la encontraban.
El viaje no les resultó demasiado largo, ya que aquel vehículo ultramoderno podía superar altas velocidades. Cuando llegaron les costó dar con el circo y detuvieron a una pareja que iban acompañados de sus hijos.
—Disculpad, ¿podrían decirnos si por aquí ha parado un circo ambulante?
—Sí, nuestros hijos nos han pedido que los llevemos. Nos han dicho que es un circo itinerante, no muy grande, estará durante esta semana por la zona y luego se marchará a las ciudades grandes. ¿Quieren que los guiemos?
—Por favor, si son tan amables.
—¡Vamos a ver al hombre-enano! —gritó alegremente uno de los niños.
Ante las miradas sorprendidas, el padre asintió:
—Es una de las atracciones principales entre otras muchas, fuimos hace días a verlo con unos vecinos y es extraordinario ya que es una persona humana de apenas 30cm.
Ester sintió que la desilusión la embargaba; puede que fuera aquello de lo que hablaban aquellas mujeres en el museo.
---
Stella caminaba con su pesada maleta por la calle que la llevaría directa hasta la estación de tren de alta velocidad. Vio por el rabillo del ojo a una pareja joven que charlaba con los ocupantes de un vehículo metalizado. Sus dos hijos eran preciosos, parecían sacados de una postal y por un momento se imaginó teniendo otra vida. Ser la “Diosa del fuego” la aburría, había pasado casi toda su vida en aquel circo aguantando las vejaciones de aquel hombre porque creía que no era capaz de hacer otra cosa que mostrar su cuerpo al público, pero en realidad se merecía tener un futuro, conocer a alguien y ser madre en cualquier otro lugar. Sí, aquello le gustaría mucho.
Los niños al final se dieron cuenta que una extraña se había parado para mirarlos con expresión contemplativa y comenzaron a hacerle muecas y a sacarle la lengua traviesos. Su madre se percató de ellos y los regañó severamente.
—Tranquila no me han molestado son solamente niños y preciosos además.
—Vaya, muchas gracias —la madre se sintió orgullosa de sus halagos. —pero si tuviera que batallar diariamente con ellos ya no le parecerían tan guapos, créame.
Stella sonrió y miró distraídamente a los ocupantes de la furgoneta: eran dos hombres y una mujer menuda. Iba a marcharse ya, cuando el padre de los niños le preguntó:
—Perdone mi intromisión, pero ¿no es usted..? bueno, tal vez me confunda pero me recuerda a alguien.
—¡Oh Charles! ¡no es momento de ligar con ninguna mujer! —le recriminó su esposa desenfadadamente.
—¿No trabaja usted en el circo que está parado en la ciudad? Su cara me resulta familiar.
Stella carraspeó sintiéndose un poco inquieta.
—Sí, era bailarina, pero ya no trabajo allí —dijo nerviosa con ganas de marcharse. Entonces oyó a uno de los ocupantes del vehículo.
—Qué casualidad, ahora íbamos para allá. —ésta no supo qué decirles y optó por ser amable.
—Espero que les guste la función.
De repente, uno de los niños se escapó, aburrido por la conversación de los mayores y estuvo tratando de arrancar un pedazo de papel de la pared. La madre se apresuró a ayudarlo y una vez regresó con el pequeño de la mano se lo enseñó a su marido.
—Mira cariño, es un cartel del circo, parece que se les ha perdido una de sus criaturas. Stella aprovechó la confusión para alejarse.
—¿Has visto? Es aquel ser que vimos en nuestra anterior visita, aquella muchacha tan extraña. Ester pidió que se lo dejaran ver, con el corazón en vilo.
—¡Oh William!¡es Aura, es nuestra Aura! —estaba tan emocionada que notó como se le humedecían los ojos.
La pareja se miró entre ellos sin entender lo que sucedía, pero los tres se despidieron de ellos diciéndoles que eran muy amables, pero que debían hablar con aquella otra mujer. Volvieron a arrancar, para seguir a Stella.
—Tenemos que preguntarle por si sabe algo.
Vio como aquel vehículo comenzaba a seguirla y apresuró el paso al sentirse acosada, pero claro está, en unos minutos lo tuvo a su lado. El doctor llamó su atención haciéndole gestos desde la ventanilla:
—Por favor, tenemos que preguntarle sobre esto, es muy importante para nosotros. —y acudió el poster. Ella paró en seco y la camioneta se detuvo. —¿qué sabe sobre esta chica?
Al principio no supo qué decirles, pero luego observó la cara de angustia de la mujer y les preguntó:
—¿Quiénes son ustedes? ¿por qué me preguntan sobre ella?
El doctor se presentó bajándose del vehículo y estrechándole la mano:
—Soy el doctor William Collins y ésta es mi mujer la doctora Ester. Estamos buscando a la centaura de la imagen porque, aunque parezca extraño nos pertenece, ¿sabría decirnos algo?
Editado: 14.10.2024