Salvó los últimos metros llegando de una sola pieza hasta el otro extremo del despeñadero. Le pareció oír un zumbido a lo lejos, pero el constante estruendo de la cascada no le dejaba distinguir bien el sonido y decidió descender por las rocas, bordeando el rio, donde seguramente lo estaría esperando Deva.
Llevaba el fusil colgando de la espalda y aunque le entorpecía los movimientos, decidió conservarlo “por si las moscas”.
Le tomó al menos dos horas bajar por aquel terrero pedregoso e irregular, agarrándose bien con ambas manos para no tropezar y fue andando ligero, siguiendo el curso del rio. Se encontraba mojado de pies a cabeza y se sacó la chaqueta del uniforme y la camisa para escurrirla. Se arrodilló para beber, mientras de paso descansaba un poco.
—Estoy aquí, teniente.
Se puso en pie de un salto al reconocer aquella voz y agarró instintivamente el arma. Miró a su alrededor, pero no se veía a nadie cerca.
—¡Déjate ver cobarde! —sentía un abierto odio hacia aquella persona con la cual se había enfrentado en diversas ocasiones y los acontecimientos recientes, habían acrecentado su aversión. Además de asesino sin escrúpulos, Karl había sido el cómplice del intento de violación contra una menor, sin mover un dedo para impedirla. La figura se adelantó dejándose ver, Jenkins vio aterrado como llevaba agarrada por el cuello a la muchacha mientras le apuntaba la cabeza con su arma. Deva se mantenía muy quieta, sin atreverse siquiera a respirar; había podido comprobar de lo que era capaz aquel instrumento de matar.
El teniente maldijo en voz alta sin dejar de apuntarle con su propio fusil.
—¡Déjala marchar o voy a apretar el gatillo!
—Me temo que no estas en situación de darme órdenes. Si disparas ese arma, yo haré lo propio con tu amiguita y comprobaremos los dos si este angelito es inmortal o no.
—¡Ella es inocente, no tiene nada que ver con todo esto!
—¡Ja! ¡no soy estúpido! Si quieres a la chica-pájaro con vida, tira tu arma al rio, decídete pronto porque mi paciencia no es infinita. —y clavó el cañón del fusil en la sien de la chica para demostrarle que iba en serio. Ésta emitió un gemido.
Sucedió todo muy rápido, Jenkins iba a obedecer, cuando de los árboles salieron decenas de criaturas diminutas, como si fuesen insectos, que se abalanzaron volando contra Karl produciéndole numerosos mordiscos en la cara Éste gritó dejando caer su arma y a Deva, la cual corrió a reunirse con Jenkins.
Los dos se mantuvieron frente a él sin saber cómo reaccionar, cuando el Red, sin dejar de agitar los brazos, escapó corriendo hacia el interior del bosque, aullando por el dolor, con el rostro repleto de pequeñas heridas.
Corrió y corrió medio cegado, chocándose con los árboles, enormemente asustado por aquellos bichos que semejaban luciernagas pero con alas de mariposa que no dejaban de seguirle, volando a su espalda y produciendo un sonido de fricción con sus alas.
Al final, se abalanzó sobre el tronco nudoso de un árbol enorme que lo hizo caer. Notaba como las heridas le escocían y la sangre le brotaba, bajándole por las mejillas.
No le dio tiempo a levantarse, profundamente conmocionado, los insectos o lo que diantre fuera habían desaparecido de golpe, escondiéndose en algún lugar, entre las ramas; era una locura, pero le pareció oír risas y susurros espeluznantes, como si se estuvieran comunicando etre ellos. De improviso, unos lazos vegetales bajaron, agarrándole por los hombros y cintura, inmovilizándole por completo.
Aquel abrazo no le dejaba apenas respirar y notó como se estaba desvaneciendo en la inconsciencia. Antes de desmayarse, le pareció entrever, en la corteza dura de aquel árbol, el bello rostro, medio difuso de una mujer, como si estuviera esculpido en la madera, y que lo observaba con una sobrenatural serenidad.
De repente, las raíces se movieron formando un profundo hoyo en la tierra y antes de sumirse en la oscuridad eterna, notó como era lanzado hacia las profundidades.
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Unas figuras aladas cruzaron de la lado a lado por entre las copas. Jenkins y Deva alzaron las caras para mirarlas y ésta agitó alegremente los brazos para llamarlas, mientras corría hacia ellas.
Ambos, (eran un hombre y una mujer), la instaron a que fuera con ellos, pero ésta les mostró sus alas desprovistas de plumas. Al final los dos seres alados aterrizaron en lo alto de un promontorio y ésta les explicó brevemente lo sucedido.
Jenkins se mantuvo en su lugar, sin querer interrumpir aquel encuentro, mas Deva le dijo por señas que se acercara. Él vino un poco cohibido y la pareja lo observó extrañamente pero con agradecimiento, tras conocer la historia.
Los observó recoger a su congénere y llevársela entre los dos por el aire hasta su lugar común y se sintió un poco decepcionado. No había podido despedirse de ella, todo había sucedido demasiado rápido y ahora se iba, como si tal cosa, después de todo lo que habían compartido.
Pero mientras caminaba sin rumbo fijo, se dijo que era mejor así. Ella era un ángel o algo parecido y debía estar con los suyos y no con un pobre humano, nacido de la guerra, que debía regresar a su casa.
Editado: 02.06.2025