—Y ahora… ¿Dónde voy a vivir?
Aura, de nuevo protegida en su antiguo hogar, acariciando el morro de “Pony” que había venido directamente a olisquearla curioso, se mostraba inquieta respecto a su futuro.
Ambos doctores se dirigieron miradas cómplices y por fin el hombre habló:
—Ha pasado tiempo suficiente para tomar una determinación, todos estos años de ausencia y por lo que has tenido que sufrir nos ha hecho deliberar y finalmente hemos tomado una decisión; creemos que donde debes estar es en tu verdadero hogar.
—¿En esta casa? ¿en el patio como cuando era niña? —Ester avanzó hacia ella para tomarla de las manos, sus ojos brillaron por la emoción:
—No Aura, William se refiere a tu hogar, la isla donde naciste.
Aura no entendía a qué se refería, sus recuerdos más lejanos siempre se remontaban a ese lugar, el empedrado del patio y su cobertizo. Hasta el diminuto Erflin se acercó para escuchar intrigado.
—¿Quieren decir que Aura tiene familia? —quiso saber Stella, quien los había acompañado.
—Sí, nosotros la adoptamos cuando era un bebé desamparado y la llevamos a nuestra casa.
—Bueno… como lo que hizo Broms con tantas y tantas criaturas, las compró a sus verdaderas familias para lucrarse. Pero no entiendo, ustedes no son así…además su familia humana no querrá saber nada de ella, supongo que ustedes la protegieron todo este tiempo, ¿cómo van a devolverla con quienes no la quieren?
Ambos doctores se miraron tristes:
—El caso de Aura es distinto, ella tiene unos padres que… son centauros como ella.
Aura notó como el corazón se le desbocaba, aunque la sorpresa la dejó muda.
El antropólogo, que tampoco era consciente de la verdad, los miró a los dos enormemente extrañado y quiso saber más, pero ellos lo despidieron, dándole las gracias por haberles ayudado, estaban enormemente agradecidos, pero no podían explicarle nada más, por seguridad.
La bailarina supo al instante que necesitaban intimidad, que aquello era algo que querían mantener en secreto y murmuró un poco nerviosa que debía irse, aunque no tenía muy claro a dónde.
—Erflin me contó que antes de regresar de nuevo al circo, trabajaste por un tiempo en un colegio de niños sordos, tu me enseñaste como se hacía.
—Es verdad, es un trabajo que recuerdo con especial cariño, pero hace una eternidad de eso, no se si volverían a cogerme de nuevo.
—Tranquila, tengo numerosos contactos en la docencia, si no es allí te recomendaremos en otros institutos. —le dijo Ester. —pero antes que eso no podemos permitir que te vayas sola a estas horas, te quedaras con nosotros hasta que puedas pagarte un lugar donde vivir.
—¡Oh…! Son muy amables pero es demasiado… no, no puedo aceptarlo.
—Piensa que sin tu ayuda, ahora no estaríamos con nuestra Aura, es lo menos que podemos hacer.
—Esta bien, pero no pienso estar aquí sin hacer nada, dejen al menos que les ayude en la casa. Se que ya existen androides para eso, pero soy muy hábil cocinando y…
Ambos doctores se pusieron a reír, divertidos por los torpes intentos de la joven por ser útil.
—Esta bien, esta bien… la verdad es que nuestro trabajo en el laboratorio nos ocupa mucho tiempo, veremos lo que se puede hacer.
Por la noche le prepararon su habitación y Aura ocupó gustosa su lugar entre los caballos, emocionada por volverlos a ver. “Sleep” el gato se frotó entre sus patas y se mantuvo tranquilo. Hasta que a media noche, la joven oyó medio dormida unos gritos desesperados y descubrió a su amigo entre las fauces del minino, que lo había descubierto y juguetón quiso usarlo como distracción.
Aura lo cogió por el pescuezo y lo regañó severamente hasta que el animal se marchó un poco ofendido. Erflin lo observó alejarse todavía temblando y aunque su amiga le aseguró que jamás le habría hecho daño, éste tartamudeó:
—No me gustan los gatos, a menos que lleguen a crecer de mi tamaño, cosa poco probable por cierto.
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Al cabo de una semana, y mientras Stella se estrenaba en su nuevo trabajo como profesora, después de despedirse de ambos con lágrimas en los ojos, los doctores se mantuvieron herméticos respecto a donde la llevaban, Aura no dejaba de lanzarles mil y una preguntas y la llevaron hasta el laboratorio de la ciudad, metida en el remolque. Allí vieron la nave aparcada en la terraza del ático, junto a varios vehículos hipermodernos.
—¿Vamos a volar?
William asintió divertido, le dijo que debía estar muy quieta y atada con un arnés especial, ya que se dirigían a un lugar muy lejano.
Cuando despegaron, Erflin tragó saliva y comentó por lo bajo:
—No será fuera de la órbita terrestre ¿no? quizás Aura viva en otro plan...
—Tranquilo joven, te aseguro que donde vamos es aquí mismo, en la tierra.
Sobrevolaron un ancho océano y la monotonía del paisaje hizo que pronto tanto Aura como Erflin se quedaran dormidos, agotados por tantas novedades.
Al final, Ester los despertó para mostrarles las gráciles figuras que daban saltos emitiendo sus chirridos.
—Son delfines y seguramente podremos ver hasta ballenas. Los conflictos recientes cambiaron profundamente la superficie y aunque los mares estuvieron a punto de ser destruidos a causa de la pesca descontrolada y la contaminación, una repentina calma siguió a las guerras y milagrosamente la naturaleza ganó la batalla.
—Sí, algo recuerdo, Stella me habló de ellos en sus lecciones. —todos oyeron la vocecita de Erflin.
—¿Era tu profesora? No parece mucho mayor que tú.
—Nos llevábamos apenas diez años, pero en seguida me convertí en su juguete al principio y más adelante quiso ser mi profesora. —hubo un silencio— espero que le vaya muy bien en su nuevo trabajo, la vamos a extrañar muchísimo.
—Se convirtió en nuestra única amiga pese a ser una persona “normal”, dedicó mucho de su poco tiempo libre en nosotros, unas pobres criaturas que nadie quería. Jamás olvidaré sus esfuerzos para que me sintiera como en casa, a pesar de que me pasaba muchas horas encerrada, a la vista de todos. La verdad es que arriesgó mucho para que pudiéramos escapar de Broms. —Aura notó como los ojos se le humedecían.
Editado: 02.06.2025