La Isla del Destino

Día 2

MEDIODÍA

Estaba despierta desde hacía varios minutos, pero me sentía tan cómoda que no quería mover ni un pelo. Mi cuerpo ya no dolía tanto como antes y podía mover mi tobillo. Agatha no estaba en el dormitorio así que supuse que no era temprano. Mi estómago me pedía a gritos que le diera comida, pero todavía no estaba lista para afrontar el frío.

—¡Tiene que saberlo! ¡Merece saberlo!

Reconocí la voz de mi compañera y me senté esperando que llegue. Poco después, Agatha entró a la habitación con una gran sonrisa.

—¡Encontramos dos maletas! Bueno, Daniel lo hizo —dijo acercándose—. Todavía no las abrimos, queremos tu permiso para poder secar todo.

—¿Puedo abrirlas yo? Por si no son mías.

—Sí, tienes razón —dijo—. Si quieres puedes ponerte mi ropa, lo que quieras, tu casa es mi casa.

—Gracias —contesté antes de sacarme las sábanas de encima.

Otro golpe de frío me provocó un horrible escalofrío y maldije por lo bajo. Sin embargo, en cuanto apoyé mi tobillo, con miedo, noté que casi no dolía. «Raro», pensé.

Primero se me ocurrió ponerme de nuevo mi ropa, la cual ya estaba seca, pero decidí husmear la de Agatha. La mayoría eran prendas blancas, y muy lindas la verdad. Se veían delicadas. Encontré una remera de mangas largas con encaje en el pecho, un pulóver azul y unos jeans. Por suerte mis zapatillas también estaban secas.

Salí del cuarto y pude ver, lo que sería la sala de estar, llena de gente. O sea, tres personas.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó Tabitha con un tono acogedor—. ¿Quieres un té?

—Sí, por favor —contesté con una pequeña sonrisa—. Y me siento un poco mejor, gracias.

—¿Pudiste descansar? —volvió a preguntar.

—Sí, por suerte —murmuré recordando las dos horas que pasé dando vueltas en la cama.

Tabitha sonrió para luego dirigirse a la cocina, y yo miré al segundo invitado: un chico con cabello rubio y largo hasta los hombros. Tenía una mirada muy dulce. En cuanto notó que lo estaba mirando, se levantó y comenzó a acercarse a mí.

—Me llamo Bastian —dijo extendiendo su mano, la cual tomé enseguida. Su mano estaba muy fría, y noté que él también tenía cierto brillo a su alrededor—. ¿Agatha te está tratando como corresponde? —preguntó con una sonrisa burlona.

—Sí, muy bien —contesté mirándola.

La nombrada miró a Bastian y le sacó la lengua, cosa que él ignoró. Sus ojos regresaron a mí y señaló algo a un costado.

—Allí están tus cosas —dijo.

Miré las maletas y reconocí la mía. La otra era de Elliot. «Oh, hermanito, cómo te extraño», pensé. Podía imaginarlo saltando de alegría por haber recuperado sus cosas. Lamentablemente, no vi la maleta de mi padre, cosa que me hizo entristecer. Me puse en cuclillas para luego abrir la mía. Todo estaba mojado, pero no faltaba nada. La maleta estaba bastante estropeada, era un milagro que haya sobrevivido. Observé la de mi hermano, pero no la toqué. No estaba lista. Sabía que eso me traería muchos recuerdos y que volvería a llorar, pero no quería hacer una escena, tenía que mantenerme esperanzada y fuerte.

—Muchas gracias —dije mirando a todos.

—No nos tienes que agradecer, cariño —dijo Tabitha.

Me entregó una taza de té y miró a Bastian.

—¿Merlín lo sabe?

—Creo que no —contestó él.

—Bien, que se mantenga así hasta que se transforme.

—¿Yo? —pregunté, confundida.

Todos se callaron y comenzaron a mirarse entre ellos sin saber qué decir. Evidentemente era un tema delicado para todos.

—¿Te gustan las historias de fantasía? —me preguntó Agatha, rompiendo el silencio.

—Sí, mi madre me las leía siempre.

—¿Y si te dijera que todas son reales?

—Te diría que eso es imposible —dije, casi riendo.

—Entonces tendremos que demostrártelo.

Dicho esto, se levantó entusiasmada y abandonó la casa.

—Ayer me dolía todo el cuerpo, sin mencionar el tobillo, pero hoy, casi nada —dije mirando a Tabitha, esperando una explicación.

—Capaz no eran lastimaduras muy graves —contestó luego de pensarlo unos segundos. No quedé satisfecha, pero era una opción.

Agatha tardó bastante en regresar, y para entonces, ya me había terminado el té.

—Ella es Owen —dijo presentando a una mujer rubia—. Es la madre de Bastian y la esposa de Daniel.

—Un gusto conocerte, Anna —dijo ella antes de darme un abrazo.

—Igualmente —contesté, sonriendo.

—¿Sabes lo que es un cambiante? —me preguntó Agatha.

Negué con la cabeza y Owen continuó:

—Es un “humano” que puede ser cualquier animal cuando quiera.

Mi cabeza intentaba procesar la información, pero no era suficiente. «Es un sueño», comenzó a decir mi voz interior, de nuevo.



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En el texto hay: fantasia, misterio, poderes

Editado: 22.11.2020

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