DÍA 20
MAÑANA
A pesar de todo lo que estaba pasando, pude conciliar el sueño con facilidad poco después de cenar. Solo que esta vez no fue la voz de Agatha lo que me despertó, sino el ruido sistemático de un golpe. No reconocía qué era, pero parecía el de una construcción. Era constante y no me dejaba dormir, así que tuve que levantarme a la fuerza y averiguar qué era.
—¿Alex? —pregunté tocando la puerta de donde provenía el sonido.
—¡Pasa! —gritó pausando el ruido.
Poco después, la puerta se abrió dejándome ver a un Alexander lleno de carbón.
—Si estás ocupado puedo volver después.
—No, no, está bien. ¿Quieres desayunar?
—Sería genial —dije y reí un poco—, pero primero quiero explicar lo de mi hermano.
Asintió, se movió y pasé.
—¿Tienes alguna pista o algo?
—Solo sé que está con Merlín —contesté y cerró la puerta.
—¿Por qué? —preguntó acercándose a la mesa de trabajo.
—Creo que quiere algo de mí, o a mí —murmuré para luego suspirar—. No lo sé, simplemente desaparecieron los dos juntos.
Tomó el martillo, hizo una mueca y lo soltó de nuevo.
—Dudo mucho que podamos hacer algo —dijo mirándome a los ojos—. Podemos recorrer toda la isla, pero no debe de estar aquí.
—¿Y la otra isla?
—Anna…
—Tienen que estar ahí, escondidos.
—Esa isla es incluso más grande que esta —comenzó a explicar—, sin mencionar que muchos de nosotros no la conocemos. Solo tú, y a medias.
—Félix nos puede ayudar. Mérida también.
—¿Y Castiel?
—Emm… Es complicado.
—Es el padre, puede que sepa en dónde está y avisarle sin que nos demos cuenta.
—Pero…
—Anna —susurró, serio, con el ceño fruncido—. Es más que peligroso.
—Tengo un plan.
—La respuesta es no.
Dicho esto, tomó el martillo de nuevo y comenzó a golpear lo que parecía ser una espada en proceso.
—Nunca vi a nadie usar o llevar una —dije acercándome.
—Porque es para los artesanos. Al querer ser mundanos, no usan los poderes, pero quieren tener con qué defenderse.
—¿Los cuchillos que vi eran hechos por ti?
—Sí —respondió e hizo una mueca—. Lo siento.
—No, está bien. Es tu trabajo.
Le sonreí un poco para luego observar la habitación. Había espadas, navajas y cuchillos por todos lados, de todas las formas y tamaños. También escudos, ballestas y arcos.
—¿Puedo tener una navaja?
Soltó una carcajada, se detuvo y me miró.
—¿Tú? ¿Para qué querrías una?
—Por si no puedo usar mis poderes, cosa que ya pasó —contesté y alzó una ceja, sonriendo burlón.
—¿Y dónde la llevarías? —preguntó mirándome de pies a cabeza.
—Podría usar botas —respondí mirando mis zapatillas súper gastadas.
Su sonrisa desapareció y asintió lentamente.
—Tengo… —se aclaró la garganta y continuó—: Tengo ropa de mujer en mi cuarto, está en una caja dentro del ropero.
—¿Seguro?
Observé su rostro, esperando una señal diciendo que no lo hiciera.
—Claro, me queda chico, así que… —explicó, con una pequeña sonrisa.
—Está bien, gracias.
Me dirigí a su cuarto, el cual reconocí ya que la puerta estaba abierta. Era muy parecido al otro dormitorio, pero las paredes eran negras. Enseguida vi el armario a mi derecha, lo abrí y una caja grande y roja llamó mi atención inmediatamente. Me agaché y retiré la tapa para encontrarme con un vestido color crema. Comencé a levantarme poco a poco, sacándolo para verlo mejor. La parte de arriba era al cuerpo con escote cuadrado y la de abajo, adelante, tenía increíbles detalles en dorado. Las mangas eran amplias y en caída. Sin embargo, tenía un problema: el largo.
—¿Te gusta?
Estaba tan concentrada que pegué un salto del susto.
—¿De quién era esto? ¿Una reina o princesa? Se ve carísimo —dije sin dejar de tocarlo—. Y la tela es tan gruesa y suave.
—Ni reina ni princesa, mi expareja.
—Oh —murmuré y lo miré.
—Es una bruja —explicó acercándose con los ojos en el vestido—, y está en la isla prohibida.
Y con eso entendí muchas cosas.
—¿Por qué?
—Después de que la dejé, hizo cosas muy malas a muchas personas —contestó e hizo una mueca.
Editado: 22.11.2020