La Isla del Destino

Día 25 - Final

DÍA 25

 

NARRADOR - MEDIANOCHE

 

Castiel desapareció en un milisegundo y en cuanto Merlín levantó la mano, un Alexander en forma de pantera se lanzó sobre él. Bastian tomó a Anna de la mano haciendo que corrieran afuera. El dolor que sentía con cada movimiento era casi insoportable, pero la adrenalina y el miedo la ayudaban. Los bebés no dejaban de llorar y cuanto más se alejaban, menos escuchaban a Merlín y Alex luchar.

—¡Merlín está arriba! —le exclamó Annabella a Mérida antes de desaparecer por la puerta, rumbo a los bosques.

Mérida corrió por las escaleras para encontrarse con una pantera malherida y a un Merlín muy enojado.

—Nunca encontrarás a Castiel —dijo ella entre dientes.

—No es a él a quien quiero —le contestó riendo y comenzó a acercarse lentamente—. Es una lástima que tú no estés de mi lado y Agatha… Bueno, Olympia está loca, y más por mí.

—Ew… Espera, ¿se llama Olympia?

Mérida estuvo a punto de soltar una carcajada cuando Merlín la arrojó contra la pared, haciendo que ella se queje.

—Sí, Olympia —murmuró enojado.

—No me digas que la locura es mutua —respondió y gruñó levantándose.

Sin embargo, él la agarró y la empujó contra el piso.

—Tenías potencial, podríamos haber dominado ambas islas los tres, si tan solo…

—¡¿Si tan solo qué?! —exclamó Mérida—. ¿Si tan solo me quedaba en tu sombra haciendo todo lo que me decías?

Mérida lo escupió, haciendo que los ojos del brujo se pongan violetas y cierre los puños. Él la miraba desde arriba mientras ella cerraba los ojos, esperando.

—¡Pelea, maldita sea! —gritó antes de volver a agarrarla y empujarla contra la pared, acorralándola—. No te enseñé a tener miedo, ¡te enseñé a luchar!

—¡Me enseñaste a odiarte! —chilló para luego arrojarle una esfera para congelarlo, pero él la detuvo—. Te odio, te odio, ¡te odio!

Merlín rio y Mérida no lo toleró. Formó otra esfera, y antes de esta se dirigiera a su objetivo, le dijo:

—Esto va por todas las veces que hiciste que me odiara a mí misma.

Y en un abrir y cerrar de ojos, Merlín había atravesado todas las paredes detrás de él y cayó al pasto, gruñendo.

Mérida caminó pasando por cada agujero hasta llegar al borde de la casa y lo observó desde arriba.

—Tal vez sí tengo que agradecerte un poco.

Soltó una carcajada, giró la mirada y vio a Anna y Bastian correr a lo lejos mientras se adentraban a los bosques. Merlín miró hacia el mismo lado y sonrió. En cuanto vio que se levantó, ella saltó para detenerlo, pero él comenzó a correr enseguida. Mérida intentaba alcanzarlo; pero no podía, y Merlín no dejaba de arrojar poderes como si de una pistola se tratara, sin embargo, ninguno les pegaba. Annabella hizo un portal delante suyo, ambos pasaron y este se cerró en la nariz de Merlín.

—¡Ja! —exclamó Mérida sonriendo y aplaudiendo.

El brujo se volteó lentamente, furioso, y la agarró del cuello mientras la levantaba poco a poco.

—¿A dónde fueron?

—N-no… sé… —balbuceó con dificultad.

—¿Y Castiel?

Ella gruñó y lo pateó, haciendo que ambos caigan.

—Aquí —dijo su hijo acercándose—. ¿Me buscabas?

Mérida y Merlín se pararon rápidamente, sorprendidos.

—Hijo… —él se acercó para abrazarlo, pero Castiel lo rechazó alejándose.

—Si me vas a matar, hazlo ya, por favor —le rogó serio—; pero deja a Mérida, solo intenta protegerme cuando ni siquiera lo merezco.

—Castiel —murmuró Mérida—. Te perdono, por todo.

Los ojos de Castiel se aguaron y le sonrió un poco, sintiendo que podía irse en paz. Él corrió hacia ella para abrazarla, cosa que aceptó con gusto y comenzó a sollozar.

—Te amo —le susurró él al oído—. Te amo tanto, mi reina.

Merlín intentó acercarse, pero Mérida usó sus poderes para empujarlo.

—No lo voy a matar —explicó entre dientes.

Ambos se separaron y Mérida limpió sus lágrimas, sin dejar de mirar a Merlín.

—¿No? —le preguntó, confundida—. ¿No vas a terminar el ritual?

—Claro que sí —le contestó riendo—. Solo que no es a él a quien quiero matar.

—Pero… —Castiel comenzó a hablar y frunció el ceño—. Soy tu único hijo.

Merlín alzó una ceja y una sonrisa torcida se formó en su rostro.

—Castiel —suspiró él y apoyó una mano sobre su hombro—. Tienes un medio hermano.

—¿Quién es? —indagó Mérida, sorprendida.

—Bueno, eso no se los puedo decir —respondió e hizo una mueca.

—¿Es Félix? —cuestionó Castiel.



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En el texto hay: fantasia, misterio, poderes

Editado: 22.11.2020

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