2.
El piloto maniobró hábilmente hasta posar el helicóptero sobre la estructura. El ruido que producían las hélices era ensordecedor, y mientras aterrizaba, la arena se alzaba homogéneamente en todas direcciones. Para Desmon el desplazamiento solo había sido una mera formalidad, sin embargo, Stacy lo había pasado realmente mal.
Primero bajó el escolta, después Desmon y por último Stacy. El piloto por su parte, no se movió de los mandos en ningún momento.
-La isla en total cuenta con aproximadamente 350 acres. Como ven, posee una exuberante vegetación y hermosas playas, tanto en el lado barlovento como en el sotavento. Hay grandes elevaciones de hasta 60 pies, asique tengan precaución.
- ¿Usted se va ya?
-Sí.
- ¿Por qué tanta prisa...? —A Desmon le extrañó su comportamiento.
-A mí solo me pagan por traerles hasta aquí, nada más.
-Podría enseñarnos las casas, o algo. —A Stacy le desagradó su pasividad.
-Nada más entrar en la vivienda principal verán un libro, ahí tienen cuanto necesitan saber.
-Pero...
-Alejaos, vamos a despegar. —El piloto realizó aspavientos con el brazo.
-En treinta días vendremos a por vosotros. —Su comentario fue el último antes de retornar al helicóptero.
Stacy y Desmon se apartaron y observaron como el aparato se elevaba y desaparecía lentamente en el cielo añil.
-Que poco caballerosos... —Stacy estaba muy ofendida por el trato recibido.
-Ya de nada sirve quejarse.
-Tienes razón, vamos a la residencia principal.
-Vamos.
Caminar por esa parte de la isla era engorroso, pues se componían de arena y tierra seca. Desmon ayudó a Stacy a trasportar sus maletas, pues para ella hubiera sido fastidioso hacerlo por sí misma. No obstante, solo la auxilió hasta arribar al camino de piedra que conectaba las tres edificaciones.
Una vez llegaron al final del camino accedieron al interior del inmueble principal. Toda la construcción era una verdadera maravilla, con un diseño minimalista, de estancias amplias y confortables. Muy luminosa y con todas las paredes cubiertas de un impoluto color blanco huevo.
-Que bien viven algunos... —Desmon estaba impactado con la magnificencia que transmitía la construcción.
- ¡Eh, mira! —Stacy señaló hacia uno de los muchos muebles. — Ese debe ser el libro que nos ha dicho.
-Debe ser.
Ambos se aproximaron hasta el ejemplar. Stacy lo destapó y comenzó a comentar el contenido en voz alta.
-Bien, según esto, nuestros dormitorios son los de la casa de invitados. Aunque aquí pone que podemos usar algunas de las estancias de esta casa.
-Bien. ¿Qué más hay?
-No mucho más. Están los planos de todas las habitaciones, e indicaciones para nosotros.
-Bueno, algo es algo.
- ¿Quieres revisarlo?
-Sí.
Stacy le pasó el tomo a Desmon, el cual, leyó algunas páginas con desinterés.
- ¿Por dónde vas empezar? —Stacy estaba eufórica.
-Voy a revisar la instalación eléctrica y que los paneles solares y los generadores funcionan. ¿Y tú? —Desmon preguntó por mera cortesía.
-Yo voy a ir a comprobar la despensa, en el libro pone que allí están los productos de limpieza. Luego iré a comprobar la piscina y empezaré a asearlo todo.
-Muy bien.
-Oye... —Stacy no sabía que podía esperar de Desmon. — ¿Comerás luego conmigo?
- ¿Ya estás pensando en descansar? —Desmon bromeó escuetamente.
- ¡No! —Stacy se río con nerviosismo. — Me refiero cuando acabemos.
-Ya, lo sé. Pues sí, por mí comemos juntos.
- ¡Perfecto! —Stacy no disimuló su entusiasmo.
Ambos fueron a la vivienda de invitados, seleccionaron habitaciones y dejaron sus maletas, e inmediatamente después comenzaron a ocuparse de sus labores. Durante las siguientes horas solo se cruzaron una vez, el siguiente encuentro significativo no se materializó hasta que Stacy fue a buscar a Desmon.
- ¿Hora de comer? —Mencionó al ver que Stacy se acercaba.
-Yo ya tengo hambre.
-Pues vamos.
-Ven, he revisado la despensa y está a rebosar, tenemos mucho donde elegir.
-Estupendo.
Stacy condujo a Desmon hasta la alacena, que estaba ubicada en la tercera construcción, la cual se utilizaba principalmente como almacén y desván.
-Wow. Este sitio es inmenso.
-Y hay de todo. —Stacy comenzó a señalar en todas direcciones. — Estantes llenos de latas, armarios llenos de comida imperecedera, vinoteca, y mira, eso enorme de allí es un congelador, hay carne de todo tipo, e incluso helados.
-Por lo que veo, provisiones no van a faltar.
- ¿Qué te apetece?
-Cualquier cosa, elije tú. Yo me ocupo de escoger el vino.
- ¿Seguro que podemos tomar vino...? —Stacy dubitó.
- ¿Ponía algo sobre la bebida en ese librejo?
-No, nada.
-Pues eso es significa que podemos bebernos una copa.
En la residencia de invitados contaban con una cocina bien equipada y Stacy se llevó hasta allí diversos alimentos. Mientras ella cocinaba, Desmon se dedicaba a fisgonear en la despensa.
- ¡Desmon! ¡A comer!
- ¡Voy!
Desmon agarró una carísima botella de vino y se personó en el salón.
-Que bien huele.
-Chuletón al punto. Y de guarnición, espárragos y patatas fritas.
-No, si al final me vas a caer bien. —Desmon le dedicó una pícara sonrisa.
-Pues no te acostumbres, esta noche te tocará a ti preparar la cena.
-Por supuesto, cuenta con ello.
-Vaya, al final no vas a ser tan cargante como parecías. —Stacy le devolvió la mofa.
Desmon empleó un sacacorchos que había cogido en la alacena para descorchar la botella.
-A mí ponme poquito, no soy muy de beber.
Desmon obedeció la indicación Stacy.
- ¿Por qué brindamos?
-Umm... —Stacy tuvo que meditar su respuesta. — Por pasar un buen mes y disfrutar del paraíso.
-Salud.
Tras el brindis, comenzaron a comer.
- ¿Qué especias le has puesto? —Desmon saboreó repetidamente la carne.
-Es un secreto, una mezcla poco habitual creada por mi madre, si te portas bien quizá te cuente como se hace.
-Chantajista.
En pocos minutos ambos habían terminado sus platos.
- ¿Quieres postre?
-No gracias, estoy bien.
-Yo siempre me como una pieza de fruta después de cada comida, así es como conseguí crear el hábito en mis hijos. —Stacy agarró una lata con melocotones y se sirvió unos trozos.
-No te pregunté. ¿Qué edad tienen tus chicos? —Por primera vez Desmon sintió interés en conocer a Stacy.
-La mayor ha cumplido hace poco los dieciocho. Y el pequeño tiene doce.
-Edades complicadas.
-A mí me lo vas a decir. —Stacy se llevó la mano derecha a la frente a modo de chanza.
- ¿Y ahora están con su padre en Utah? —Desmon rellenó la copa de vino.
-No... Él falleció hace ocho años. Ahora ellos están con su abuela.
-Lo siento... No quería...
-Tranquilo. —Stacy lo interrumpió. — Fue hace mucho.
-Imagino que estarás nerviosa ahora que tu hija va a ir a la universidad. —Desmon recondujo la conversación para no importunar a Stacy.
- ¡Mucho! Pero Siren es una persona inteligente, le irá bien.
-Seguro que sí.
-Bueno, ¿y qué hay de ti? El implacable y tenaz Desmon Mcgrady.
-No se pase Señorita Harmon.
Ambos compartieron una carcajada cómplice.
-No, ahora en serio, ¿hay una señora Mcgrady en Portland?
-Que va. Yo soy tal y como me ves, alguien desencantado de la vida.
- ¿Y eso por qué?
-Porque sé la verdad.
- ¿Qué verdad...? —Stacy estaba intrigada.
-Que cuanto más amo, más vulnerable soy. Y que las personas son egoístas y pérfidas por naturaleza.
-No creo que pienses eso de verdad. —Stacy miró fijamente a los ojos de Desmon. — Creo que te han hecho daño y por eso has construido esa coraza impenetrable a tu alrededor. Pero no es más que una fachada, y en estos días lo demostraré.
-Te deseo suerte. —Desmon guiñó descaradamente su ojo derecho. — Ahora debo volver al curro, tengo que comprobar la desalinizadora, el alcantarillado y el tanque de reserva.
-Muy bien, yo también debería volver al trabajo. Luego nos vemos.
-Hasta ahora.
Desmon apuró su copa, y una vez la había terminado, salió raudo de la estancia.
Durante las siguientes horas cada uno se dedicó a sus funciones. Mientras Desmon revisaba la infraestructura, Stacy se dedicaba a la limpieza de la vivienda principal. Cuantas más habitaciones examinaba más perpleja se sentía. Y es que todas las estancias que inspeccionaba estaban aseadas, cuasi impecables. Al pasar sus instrumentos contra el polvo observaba que estos no se ensuciaban. Su paciencia se agotó pasadas unas horas y recurrió al libro de instrucciones para ver que otras tareas podía realizar. No obstante, una vez revisó sus páginas, entendió que únicamente le quedaba por revisar el funcionamiento de algunos objetos cotidianos.
Mientras tanto, Desmon acababa de finalizar su cometido. Al igual que Stacy, también estaba sorprendido por el magnífico estado de todo aquello que examinaba. Su tedio era tal que decidió ponerse a cocinar la cena. Pasó por la alacena y agarró los enseres y viandas que necesitaba, acto seguido fue hasta la cocina de la vivienda de invitados.
Acababa de meter el pescado en el horno cuando Stacy entró en la sala.
-Hola Des. ¿Ya estás con la cena?
-Sí. Ya he acabado con mis labores y no tengo nada mejor que hacer.
-Yo igual... ¿Y qué estás cocinando?
-Pescado al horno, es una de mis especialidades.
-Um. Suena muy bien. —Stacy le dedicó una sonrisa.
-Me gusta cocinar a fuego lento, asique todavía le falta mucho.
- ¿Te apetece venir conmigo a la playa? Voy a aprovechar para tomar el sol y nadar.
-Claro, total.
Stacy y Desmon se separaron para cambiarse de ropa. Después se reunieron en el recibidor.
- ¿Has traído tu propia toalla?
Desmon asintió.
-Que previsor. Yo he cogido una del aseo. Según el libro, podemos utilizar todo lo que hay en esta casa.
-Bueno es saberlo.
Salieron de la vivienda y anduvieron por el camino de piedra. La distancia entre los inmuebles y la playa mas cercana rondaba los doscientos metros.
Desmon fue el primero en colocar la toalla en la arena, seguido por Stacy que la posó junto a la suya.
Desmon no pudo evitar mirar cuando Stacy se retiró el pareo que cubría su silueta. Stacy siempre acostumbraba a vestir con ropa holgada y poco sugerente, por lo que Desmon no imaginaba que su figura le resultaría tan vistosa.
-Des, ¿me puedes poner crema? —Estiró su brazo para entregarle el bote de crema.
-Sí, voy.
Desmon se incorporó, y con gran timidez, cubrió la piel de Stacy con el proyector solar.
- ¿Quieres qué te ponga un poco?
-No, gracias. Mi piel resiste bien el calor.
Las vistas desde la costa eran idílicas, el azul horizonte, las aguas cristalinas, el sol brillando esplendoroso, y las muchas palmeras mecidas por una ligera brisa.
-Es increíble que nos paguen tantísimo dinero por venir de vacaciones a un sitio así. —Stacy estaba maravillada con las vistas.
-Técnicamente no son vacaciones.
-No sé que decirte, yo apenas he podido hacer algo hoy.
- ¿Y eso...? —Desmon sintió curiosidad después de la afirmación.
-Me han contratado para la limpieza y el mantenimiento, pero no hay nada que limpiar y todo lo que he revisado esta bien.
-Entiendo...
Desmon tenía el gesto reflexivo y Stacy se percató.
- ¿Pasa algo?
-No, es solo que a mí me ha pasado lo mismo que a ti. Tampoco tengo mucho a lo que dedicarme aquí.
-Mejor, ¿no? Nos van a pagar por disfrutar, no hay muchos que puedan decirlo.
-Sí... Supongo que tienes razón.
-Voy a nadar un poco. —Stacy se alzó de su toalla.
Mientras ella disfrutaba del chapuzón, él meditaba acerca de lo sucedido, no entendía porqué alguien se tomaría tantas molestias por traerles, si realmente no había un trabajo que desempeñar. Sin embargo, por mucho que Desmon dilucidó, no encontró una respuesta plausible.
Cuando Stacy salió del agua regresaron juntos a su morada. Desmon quería asegurarse de que el pescado se estaba cocinando debidamente.
-Voy a cambiarme y ahora voy a la cocina.
-Bien, yo voy a preparar la mesa.
Una vez Desmon había colocado todos los útiles y los enseres salió al exterior para una visita rápida a la despensa. Una vez tenía una botella de vino blanco entre las manos regresó. Al pasar a la cocina Stacy le esperaba sentada en la mesa.
-Qué bien huele.
-Y sabrá aún mejor.
Desmon colocó la botella en la mesa y valiéndose de unas manoplas extrajo la fuente del horno.
-Espero que te guste. Le he puesto patatas, cebollas, ajo y especias. —Desmon posó la fuente en el centro de la mesa.
-Se me hace la boca agua.
Desmon sirvió para ambos.
-Exquisito, no imaginaba que fueras buen cocinero. —Stacy lo degustó con calma.
-No hay que juzgar un libro por la portada.
-Muy cierto. —Stacy se sirvió una copa de vino.— Bueno Des, háblame un poco más de ti, casi no se nada.
- ¿Qué quieres saber?
-No sé... —Stacy dudó sobre que preguntar. — ¿Has ido a la universidad?
-Sí, pero no acabé la carrera.
- ¿Qué estudiaste?
-Ingeniería.
- ¿Y por qué no terminaste tus estudios?
-Yo... Sacaba buenas notas, pero era muy perezoso. No iba mucho por clase, prefería estar de fiesta.
- ¿Y no te has planteado seguir donde lo dejaste?
-No...
- ¿Y qué hiciste después de eso?
-Como ya te comenté en nuestro primer encuentro, mi padre se cansó de mí y me obligó a enrolarme en el ejército. Él era coronel y solía decirme que si no iba a estudiar debía servir a mí país.
-Comprendo... —Stacy estaba cautivada por el relato.
-Allí no encajé, no soy apto para seguir órdenes. Decidí desertar y empezar de cero. Me mudé a Nueva York y he estado encadenando trabajos aquí y allá, no hay mucho más que contar.
- ¿Y ya has pensado que harás después de esto?
-Pues... Lo cierto es que me gustaría tener mi propio taller. Siempre me han gustado mucho los vehículos y se me da bien repararlos.
-Eso está muy bien, seguro que lo conseguirás.
- ¿Y tú? Aparte de pagar la universidad de tu hija, ¿tienes algún otro objetivo?
-Sí. Quiero llevarme a mi madre de crucero. Y también a mi hijo Luke a Orlando, le encantan los parques de atracciones.
- ¿Y no quieres nada para ti?
-Yo estoy bien, hacerlos feliz y tenerlos conmigo es suficiente.
-Bien dicho.
En unos minutos terminaron sus platos y recogieron los utensilios.
-Yo me voy a dar una ducha y me voy a dormir. —Stacy le comentó sus intenciones.
-Muy bien, yo no tardaré en acostarme.
- ¿Vas a escribir algo en el diario que nos dieron?
-Sí, supongo que algo escribiré.
-Yo igual. —Le dedicó una breve sonrisa. — Gracias por la cena y la compañía. Hasta mañana Des.
-Hasta mañana Stacy.