La jacaranda del diablo 1. La nueva dirigencia.

La familia Morero

Al siguiente día, Yal esperó pacientemente hasta que sonó el timbre de la puerta. Aún había guardias del ejército rojo merodeando por las calles, por lo que debía ser cauteloso.

―¿Quién es? ―preguntó.

―Vengo por mi fruto ―respondió una delicada voz femenina.

―¿Qué clase de fruto es?

―El que tiene la forma de mi emperador

―Y yo soy el guardián de su semilla ―dijo Yal abriendo la puerta. Una mujer alta y delgada de cabello cobrizo y piel bronceada entró a la sala. Yal le abrazó―. Supongo que ya estás enterada.

―Recibí el mensaje ayer por la noche. ―dijo Pathry, hija de Malia Ytore―. ¿Dónde está Conrad?

―También murió. ―Yal suspiró con tristeza―. Llevo sus cenizas, quiere que sean esparcidas en el río Wi.

―¡Oh, no puede ser! ―exclamó Pathry con pesar―. ¿Cómo nos arreglaremos sin él?

―Tenemos que hacerlo de un modo u otro.

―En el mensaje me dijo que debíamos crear la nueva sociedad, que tú tendrías los recuerdos actualizados de los fallecidos dirigentes.

―Los tengo ―dijo Yal mostrándole la cámara cilíndrica―. Los Morero me hospedarán y nos reuniremos en tu casa con la lista de candidatos. ―Yal dejó salir una sonrisa chueca―. Esa lista era para nombrar sucesores para los dirigentes de mayor edad. Ahora, la lista entera formará la nueva dirigencia.

―Lo sé ―dijo Pathry―. Vamos, mi marido espera en el carruaje.

Yal miró la casa por última vez suspirando, lo más seguro era que jamás podría regresar. Con ayuda de su magia había reducido todos sus libros e instrumentos astronómicos y electrónicos para que entraran en un pequeño baúl. Divian Gorten, el marido de Pathry saludó a Yal con rostro apesadumbrado. Él era un hombre rubio y ligeramente rollizo.

El carruaje inició la marcha discretamente. Los hechizos de Div, Yal y Pathry distraían al ejército rojo, el cual parecía olvidar que tenía que revisar cada carro que salía del pueblo. Una vez alejados de los ojos curiosos, los caballos que jalaban del carruaje repararon al momento que dos enormes alas salían de sus costados. El carruaje se elevó por los aires, llevando a los pasajeros hasta la ciudad fronteriza de Quipoch, haciendo sólo una escala en el río Wi, en donde Yal vertió las cenizas de su abuelo.

Quipoch era una gran metrópoli dedicada al comercio, estaba muy cerca de la muralla fronteriza que resguardaba el imperio. Era muy diferente a Cuahuaki, las calles pavimentadas eran recorridas por autos levitadores que funcionaban con energía solar, había muchos edificios y la mayoría de la gente era fría e indiferente. Llegaron a casa de los Morero, que estaba en las afueras de la ciudad. Se suponía que Yal los conoció siendo niño, pero no recordaba mucho de ellos. Sabía que era una familia completa de guerreros, todos ellos brutos y fuertes, pero leales a la sociedad y grandes opositores del imperio. Pathry presionó el timbre a un lado de la puerta de roble.

―¿Qué desea? ―preguntó una ruda voz femenina.

―Vengo por mi fruto.

―¿Qué fruto es?

―El que tiene la forma de mi emperador.

―Y yo soy el guardián de su semilla ―se abrió la puerta hacia un patio lleno de árboles frutales.

Fueron recibidos por Algea, una altísima mujer de tez morena clara, cabello castaño con facciones descompuestas por una gran cantidad de cicatrices y protuberancias, resultado de todas las batallas en las que había participado. De no haber sido por el vestido y sus grandes senos, Yal hubiera jurado que era un hombre. A pesar de tener algo de sobre peso, Algea tenía un cuerpo bien torneado y quizá sensual, pero su cara parecía la de un boxeador viejo y desgastado.

―Tuol ―gritó Algea―, ya están aquí. ¡Oh, muchachos! Me enteré esta mañana. Que pérdida tan terrible, ¿cómo podremos continuar sin la dirigencia?

―Nos han dejado preparados ―respondió Pathry con cierta frialdad―. Pero debemos actuar rápido.

―¡Pathry! ―gritó un hombre que llegaba a grandes trancos. Parecía un enorme ropero de más de dos metros con rostro barbado y pelo color azabache. Era Tuol Morero, uno de los más fieros guerreros de la resistencia―. ¡Por favor dime que al menos uno sobrevivió! ―añadió con pesar.

―Temo que el único que nos queda es Gurlot Sorlov ―dijo Pathry suspirando―. El resto nos ha dejado.

―¡Esto es inconcebible! ―exclamó Tuol golpeando el tronco de un naranjo, el cual se tambaleó soltando gran cantidad de naranjas y hojas―. ¿Quién fue el maldito delator?

―No tenemos idea ―intervino Div, el marido de Pathry―, y esa será una de las prioridades de la nueva dirigencia: encontrar al traidor.

―¿Quiénes son, papá? ―Un chico tan enorme como Tuol, salía al patio acompañado de una jovencita morena de ojos castaños, casi tan alta como Tuol, de cintura reducida, cadera torneada y busto voluminoso. Su cuerpo era casi perfecto, y no parecía combinar con las toscas facciones simiescas que descomponían su rostro. Era notorio que había heredado el cuerpo de su madre, pero el rostro era tan andrógino y tosco como el de su padre y su hermano.

―Iñak, Tulipa ―dijo Tuol invitando a todos a caminar por el patio―, Pathry y Divian vienen con… juraría que es Yal, el nieto de Conrad Riff. Chico, la última vez que te vi tenías este tamaño ―añadió apuntando su mano a la altura de su cadera―, y mírate ahora, eres tan alto como yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.