La jacaranda del diablo 1. La nueva dirigencia.

Los amonites invisibles

 Yal nunca en su vida había viajado hacia el norte, el sur siempre era frío y lluvioso, los vientos gélidos de la antártica mantenían la zona con temperaturas bajas la mayor parte del año. Pero Coyán estaba por encima de la línea ecuatorial. Sabía que el clima era muy caluroso, pero jamás pensó que lo sería tanto. El hechizo que mantuvo dentro del carruaje para que se conservara fresco hizo quizá que la diferencia se notara de tal forma que Yal llegó a pensar que la turbina de alguna nave aventaba el aire caliente hacia ellos. El viento húmedo de costa los envolvía al momento que un joven muy alto, de pelo rojizo y rizado y con una barba muy rala corría hacia ellos.

―¡Silia! ―gritó con entusiasmo, levantando en sus brazos al ángel que rio con alegría―, ¿cómo está mi mosca favorita?

―Hola Ivi ―dijo Silia besando su mejilla. Yal sintió como si hubiera fuego en su pecho.

―¿Cómo estás, chivo piojoso? ―gritó Tulipa dando un golpe en el brazo del joven―. ¿Aun conservas ese zacate que usas por barba?

―¡Macaquito! ―dijo Ivilec soltando a Silia y abrazando ahora a Tulipa― ¡Mi precioso mono de la jungla!, te pones más guapa cada vez que te veo

―Entonces deja de llamarla macaco ―gruñó Tuol, ceñudo.

―¡Tío Tuol! Tan mal geniudo como siempre. Iñak, hermano ―agregó golpeando ruidosamente su mano con la de Iñak.

―¿Cómo estás, maldito chivo mal oliente? ―dijo Iñak acercándose para abrazar a su primo ― No sabes cómo te he extrañado.

―Entonces no sea gay y deme un beso ―exclamó Ivilec.

―Te lo dije ―Tulipa rio hablando con Yal―, mi primo es incapaz de decir cinco frases seguidas sin soltar alguna guarrada.

―Vamos, Gelia los espera con una enorme jarra de agua de sandía.

―Oigan, malditos majaderos ―reclamó Ivi―, ¿no me van a presentar?

―¡Es cierto! mil perdones ―exclamó Tulipa―. Ellos son Yal y Lyn.

―Hermano ―dijo Ivi sacudiendo frenéticamente su mano con la de Yal―. ¡Preciosa mujer! ―dijo dirigiéndose a Lyn―. Soltera ¿cierto?

―No empieces, Ivi ―dijo Tulipa dándole un pellizco en el brazo.

Riendo, Ivilec guio al grupo hacia una desvencijada camioneta roja que flotaba sin llantas por encima del suelo.

―No importa que me maltraten, las damas irán conmigo en la parte del frente ―dijo Ivilec abriendo la portezuela y ofreciendo a las chicas subir a la doble cabina―, el resto, lo siento, pero tendrán que conformarse con ser la carga.

Yal, Tuol e Iñak subieron en la parte trasera de la camioneta. Coyán era un pueblo pintoresco y aunque ese día estaba nublado, el calor era sofocante. Yal esperaba un último viaje un tanto largo ya que le habían mencionado que la casa de Ivilec estaba al otro lado del pueblo, pero era tan pequeño que en sólo diez minutos habían llegado a una casa de madera colorida, sus enormes ventanas carentes de vidrios tenían una hermosa vista a las aguas color esmeralda del mar. Tenían un muelle con su pequeño bote pesquero y un par de lanchas. A un lado de la casa había un enorme terreno lleno de metal retorcido, motores y algunos objetos cubiertos por mantas percudidas y manchadas. De la casa salió una joven de unos veintitrés años, pelirroja y por el parecido, definitivamente era hermana de Ivilec.

―¡Tulis! ―exclamó mientras abrazaba a su prima con entusiasmo.

―¡Oh, tío! ―dijo volteando a ver a Tuol―, me dijeron lo de mi tía Algea. No puedo creerlo. ¿Cómo estás? ¿Ya están todos más calmados?

―Con tanto por hacer, es difícil pensar en ello durante el día. Lo duro es en la noche.

Los Morero se quedaron hablando en la puerta sobre la muerte de Algea. Silia se acercó acompañada de otro ángel tan hermoso como ella, pero este tenía el cabello color lila brillante, ojos color violeta y sus alas degradaban del color morado de su parte superior hasta el rosa en el inferior.

―Yal, ella es mi prima Acia ―dijo Silia, sonriendo de oreja a oreja.

Yal se extrañó, había escuchado de la prima de Silia y se suponía que eran de la misma edad. Silia tenía veintidós años y aunque su angelical cara la hacía ver de no más de diecisiete, con Acia era mucho menos notoria su edad. Ella medía cerca de metro y medio, muy delgada y con muy poco busto, era como una niña de doce años.

―Entren ―les invitó Gelia―, supongo que vendrán hambrientos.

La familia se quedó horas haciendo sobremesa, poniéndose al tanto de los últimos acontecimientos. Lyn se retiró a descansar y Yal salió al pórtico, revisando entusiasmado su nueva computadora. Acia salió para ofrecerle un enorme vaso con agua fresca de sandía y se sentó a un lado suyo.

―Ten, voy a nadar con Silia, pero antes te traje un poco de agua fresca. Me dicen que eres un mago. Nunca conocí uno ―dijo con su voz infantil, pero tan suave y pacífica como la de Silia.

―Sí, lo soy ―dijo Yal sonriéndole―. Gracias por el agua, con el calor que hace…― Yal se interrumpió para dar un enorme sorbo.

―El amo Tuol me platicó de ti por el comunicador, eres el nuevo líder de la dirigencia.

―¿Te habían hablado de mí?

―Sí ―dijo Acia y agregó con interés―, de hecho, Silia llamó desde el crucero y pasó horas hablando de ti. Me dice que eres fascinante y que parece que la quieres mucho. ―Yal casi se ahoga, limpió el agua de su boca mientras tosía.




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