La jacaranda del diablo 1. La nueva dirigencia.

La tumba de Eleana Gardenié

Día y medio después, una comitiva formada por Yal, Tulipa, Div y Lynxe, partió hacia la bella ciudad de Citlap. Era una zona cosmopolita, llena de hermosas casas de estilo racionalista, calles adoquinadas y en el centro sobresalía una enorme torre de al menos un kilómetro de altura, rodeada de un lago de aguas platinas.

La torre astronómica era famosa por ser la primera construcción bioarquitectónica, una suerte de estructura sostenida por células vivientes y una gran cantidad de magia. La parte inferior era un museo que albergaba todo sobre los descubrimientos científicos del mundo y su historia, el resto de la torre era dedicada a la ciencia y la investigación. Había sido construida hacía poco más de un millón de años y la magia que la protegía le había permitido resistir a los más terribles terremotos y huracanes, ya que la ciudad estaba un tanto cerca de la costa.

Yal se sentía complacido de que Silia accediera a acompañar a Tulipa. Su familia como sea se había dividido en diferentes misiones y Tuol le ordenó ir con ellos. A su llegada, se hospedaron en un hotel cerca de la torre. Div aprovechó el momento para hablar con su esposa desde un comunicador, pues Pathry se había quedado en Coyán. Tulipa se encaminó por las calles llenas de tiendas de ropa y Lyn simplemente se dedicó a descansar.

Yal había descansado lo suficiente en la carroza y lo que le apetecía era caminar. Invitó a Silia a recorrer las calles de la hermosa ciudad. Ella portaba un vestido color salmón que hacía resaltar su cabello y ojos. Yal no podía pensar en otra cosa que lo hermosa que se veía ese día. Quería decirle algo, pero no tenía idea de qué hablar. Acia le había hecho saber que Silia gustaba de Yal, pero no podría simplemente decirle: ― Sé que te gusto, hablemos de ello―. ¿Por qué el amor tenía que ser tan complicado?

Yal había tenido dos novias en el pasado y ambas le dejaron un sabor de boca un tanto amargo. La primera era una humana común, una chica un año más joven que él. Daba la impresión de que esta joven creía que Yal era su posesión más valiosa, era tan dominante y posesiva, que no le permitía hablar con ninguna mujer, y tampoco le permitía pasar tiempo con los pocos amigos que tenía. Llegó un momento en que sentía que no lo dejaba ni respirar, lo acosaba día y noche y él terminó por huir de ella. La segunda era una hermosa guerrera, estudiante de electrónica en la misma universidad a la que él asistía. Se creía afortunado por haber logrado conquistar a una de las chicas más hermosas y codiciadas del colegio hasta que se dio cuenta que ella sólo lo hizo por darle celos a su exnovio. Después de eso no quiso saber mucho de mujeres. Pasó dos años en su autoimpuesto celibato hasta que Silia llegó a su vida, desde el primer día lo tentaba a retomar esa difícil tarea de establecer una nueva relación.

―Mira este paquete ―dijo Silia observando una caja plástica llena de herramientas en un escaparate―. Seguro que a Ivilec le encanaría tener un kit como este. Quizá se lo compre, mi señor Tuol me dio algo de dinero.

―Eh… supongo que sí ―respondió Yal sintiendo un pinchazo en el estómago. ¿Cómo podía tener oportunidad si ella sólo hablaba de Ivilec? ¿Lo amaba realmente como Acia le había dicho? Parecía que amaba a Ivilec.

―Hace unos años él me regaló una enorme canasta de jabones con un aroma exquisito ―dijo Silia con una enorme sonrisa―. Quisiera compensarle el gesto

―Supongo que te lo agradecerá ―suspiró Yal con desilusión―. Él es definitivamente algo especial para ti, ¿verdad?

―¡No tienes idea! ―exclamó ella―. Él hace reír muchísimo a mi familia, ¡es tan ocurrente y alegre! Los hace muy felices.

―¿Lo quieres porque hace feliz a tu familia? ―preguntó Yal.

―Claro ―dijo ella―. Cuando él está cerca todos se relajan, no pelean ni se ponen de malas.

―Ojalá yo tuviera ese don de hacerlos reír ―dijo Yal con tristeza―, quizá te gustaría.

―A mí me gustas tal como eres ―expresó Silia en su tono monótono―. Quizá si fueras como Ivi no me gustarías tanto.

―¿Te… te gusto más que Ivi? ―preguntó Yal con nerviosismo.

―Sí ―dijo Silia encogiendo los hombros, como si fuera el comentario más trivial del mundo―. Eres muy diferente a los demás, en verdad adoro haber conocido a alguien con tus cualidades

―¿Y cuáles son mis cualidades?

―Eres noble ―dijo Silia tornándose soñadora, su voz cambió ligeramente haciéndose más dulce, pero aún parecía carente de emociones―, te preocupas por los demás, odias lastimar a otros y eres capaz de soñar despierto.

―¿Y eso… te gusta? ―titubeó Yal.

―Mucho ―dijo ella volviendo a su voz susurrante.

―¿Tanto como para… bueno… salir conmigo de vez en cuando? ―Silia se detuvo. Por primera vez, Yal notó un gesto de suma tristeza en ella.

―¿Sabes que puedo estar contigo solamente si estas cerca de mi familia? ―dijo ella.

―Sí, lo sé ―respondió Yal.

―¿Estás dispuesto a que sea así? ―dijo Silia―. ¿Serías capaz de dejarme ir si los Morero tienen que alejarse de ti?

―No creo que sea capaz de dejarte ir nunca ―dijo Yal. Comenzó a temblar de nervios al darse cuenta de lo que dijo―. Si es necesario seguiré a los Morero al fin del mundo.




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