La jacaranda del diablo 1. La nueva dirigencia.

El acertijo de Eleana

Yal tenía toda la intención de levantarse temprano, pero como se había dormido muy tarde el día anterior, no logró su cometido. El vibrante sonido de su comunicador le despertó, se desperezó y lo tomó bostezando, el barbado rostro de su padre apareció con un gesto rubicundo.

―¿Pasa algo, mariscal?

―No tengo mucho tiempo Yal, así que responde rápido: ¿Alguno de tus amigos oculta alguna especie de nave? ¿Una nave clandestina?

―¿Nave? Sí, pero… ¿por qué? ―Yal sintió un pinchazo en el estómago

―Alguien se lo hizo saber al emperador ―rugió el mariscal con furia―. Yal, dile a tu amigo que oculte las naves, me veré obligado a ordenar una inspección exhaustiva el día de mañana

―¿Quién le dijo eso al emperador? ―preguntó Yal saltando fuera de la cama.

―Eso es algo que debes averiguar, hijo. Mañana a las nueve de la mañana comenzará la inspección en todos los pueblos cercanos a Tloulí. Lo único que el emperador sabe es que tanto dirigentes de la sociedad como esas naves están en el noroeste, pero no sabe exactamente dónde.

―No hay problema ―Yal suspiró con resignación.

No tenía idea de quién más de la dirigencia sabía de las naves. Aunque no había logrado confirmar su lealtad, tenía que pedir ayuda a Div, necesitaba una lista de las personas con las que él, su esposa y los Morero hubiesen hablado de las naves. Lyn tocó a la puerta en ese momento.

―Ordené a Silia y a Tulipa salir de la habitación ―le dijo―, para que tú y yo podamos concentrarnos en analizar a fondo las imágenes de la cripta.

―Me vestiré rápido y te alcanzo allá en unos minutos ―Yal se cubría con una sábana ya que no vestía más que su ropa interior y la parte superior de la pijama―. Haré que nos suban el desayuno.

A los pocos minutos, Yal estaba con Lyn en la luminosa habitación. Observaron las imágenes centímetro a centímetro, buscaron en la computadora de Yal información sobre todas las criaturas que Eleana había creado, buscando algo que les diera una pista, pero nada parecía fuera de lugar salvo el epitafio.

Todo lo obtenido tanto de la historia de Eleana como de las personas que mencionaba en dicho epitafio no decían nada que relacionara con el dragón de su visión o con la loseta que Lyn tenía. Eleana, en efecto, había construido unas losas hechas de células vivas y que eran las que ayudaban a la torre a mantenerse en pie después de milenios, pero no tenían absolutamente nada que ver con la loseta de Lyn, la cual era de mármol común pero protegida por una magia que evitaba que se desgastara.

Luego de horas de revisar cientos de datos en su computadora, Tulipa y Silia regresaron a la habitación. Estaban acaloradas y les apetecía descansar.

―¿Encontraron algo? ―preguntó Tulipa sentándose a un lado de Yal.

―Nada ―respondió Yal con frustración.

―Debe estar en el epitafio ―Lyn estiró sus brazos bostezando―, pero ya buscamos información sobre lo que menciona en él. No encuentro nada que nos pueda ser de utilidad

Yal observó sobre la pantalla de su computadora la estrella de cinco picos, con la leyenda bajo ella.

―En nones ―susurró―, en nones dividió…. ―Yal abrió los ojos por completo y se acercó lentamente a su computadora, apuntando a la placa de platino―. En nones ―repitió una vez más. Leyó con atención y una sonrisa de triunfo dio un salto―. ¡Lo tengo!

―¿Qué es? ―preguntó Lyn con interés.

―El truco más trillado del mundo. ―Yal rio con un gesto de obviedad―. Su herencia sería seguramente el secreto que desea revelar, lo dividió en nones, las filas nones del epitafio.

―No entiendo ―dijo Silia.

―Si leemos sólo las líneas nones del epitafio encontramos su mensaje. ―Yal señaló la imagen y comenzó a leer―. “Ptolomeo me dio mi primer nombre, Para Abd soy una pequeña nube. Mi nombre suma 31 letras, Messier así lo designó. Observando en esta torre, en mi amanecer diario, mi luz relativa mostrará la ciudad en donde se resguarda la música, donde mis palabras descansan”

Eso tiene menos sentido que el epitafio completo ―se quejó Tulipa frunciendo el entrecejo.

―No, todo lo contrario. Ptolomeo bautizó mi alma guía, para Abd soy una pequeña nube. Hace milenios, la galaxia de Aalrás fue bautizada por un hombre llamado Ptolomeo, creo que la llamaba Andrómeda. Otro astrónomo, Abd Al-Ramán la describía como una pequeña nube. Un sujeto de apellido Messier clasificó varios astros con números, Aalrás era el objeto Messier número 31.

―Observando desde la torre, mi amanecer diario… ―dijo Lyn, pensativa―. Ahora lo entiendo. Desde el observatorio de esa torre, justo en donde Aalrás despunta en el horizonte.

―Debe marcar alguna posición en la Tierra ―dijo Yal―. Tendremos que encontrar el sitio exacto donde apunta la galaxia al aparecer en el horizonte desde lo alto de la torre.

―¿Y qué hay con eso de que la música resguarda no sé qué palabas? ―preguntó Silia. Yal volteó a ver a Lyn. Ella frunció los labios encogiendo sus hombros.

―De eso sí que no tengo idea.

―Primero lo primero ―dijo Lyn desperezándose por completo―. En esta estación, Aalrás debe despuntar en lontananza por el norte poco después de la media noche. A esa hora el observatorio ya está cerrado, ¿cómo haremos para entrar?




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