En la pequeña ciudad de Yahar, entre un pastizal, nadie notó la hierba moverse por el fuerte viento que una nave invisible al ojo humano arrojaba al aterrizar. Tuol Morero apareció de una puerta que se abrió a un costado y lanzó sobre ella un polvo que Yal le había entregado para que la nave pareciera un montículo en la llanura.
La ventaja de ser un comerciante era que podía excusar sus apariciones en diferentes ciudades pretextando visitar clientes para su joyería, pero Yahar no era una ciudad muy grande, por lo que la vigilancia sería menos estrecha que en Quipoch.
Su reciente viaje a la zona minera había sido un éxito, la gran cantidad de gente que aún vivía oculta en esas islas había accedido a formar parte del ejército de la resistencia. Ahora muchos de ellos habían partido en diversas naves que ellos mismos construían, visitando amigos, familiares y conocidos en todos y cada uno de los pueblos y ciudades del mundo, reclutando más soldados.
Tuol sacó de la parte baja del amonite un motolevitador con el que pudo acercarse a la ciudad sin llamar demasiado la atención. Condujo entre las calles empedradas hasta llegar a una tienda de antigüedades en el centro, un hombre pequeño de ojos rasgados sonrió al verlo.
―Datién ―dijo Tuol extendiendo la mano.
―Mi estimado Tuol ―Datién le dedicó una sonrisa― ¿Cómo fue todo en la zona minera?
―Excelente. Ahora vengo contigo para discutir el asunto del armamento.
―Lo hemos recuperado. No fue fácil, pero ya está aquí, tenemos una buena cantidad de misiles, armas de fuego, bombas, y montones de juguetitos que seguramente te gustarían. Incluso tenemos un par de naves del imperio, en unos días discutiremos con Yal sobre tu petición.
―¿Deben discutirlo? ―Gruñó Tuol incorporándose de tal forma que parecía intimidante―. Encontraron al traidor, ¿no es así? Saben que soy de fiar.
―Lo sé, Tuol ―dijo Datién con voz calma―, por esa razón Yal ha propuesto integrarte como miembro de la dirigencia.
―¿De la dirigencia? ―dijo Tuol relajándose y con una enorme sonrisa en los labios―, ¿yo?
―Yal recién regresó de su viaje a las islas mineras. Esta mañana se comunicó conmigo, saldrá de Coyán en un par de días. Tiene una misión de la que quiere hablarnos personalmente, así que hará una parada en Ateztán. Hay muchas cosas que debemos revisar en la dirigencia antes de que él se vaya.
―He esperado años ser miembro de la dirigencia ―Tuol golpeó el brazo del sillón como señal de triunfo―. Como no soy familiar de ninguno de los dirigentes, pensé que esa oportunidad jamás llegaría.
―Tuol, hay otra cosa que deseaba pedirte. Entre lo que recuperamos, tenemos los planos de unas naves terrestres, sé que tú y tu hermano Rey son ingenieros mecánicos. ¿Crees que puedan armarlas? Tenemos todo el material.
―Mis conocimientos en mecánica son algo obsoletos, ya que, en seguida de terminar en el tecnológico, me fui a Tlayay. Pero Rey y su hijo son realmente diestros, si les haces llegar los planos, sé que te tendrán una solución.
―Eso espero ―dijo Datién alargándole los planos.
Tuol los observó con detenimiento el primer plano, este mostraba la imagen de una suerte de enorme ciempiés de cuerpo plano.
―¿Qué son? ―preguntó.
―Artholpeuras ―respondió Datién―,lLa antigua dirigencia tenía ocultos algunos meganeuras, un par de cangrejos aéreos y cuatro anomalocaris, pero no tenemos ninguna nave para ataque terrestre, por lo que este bicho nos vendrá de maravilla. Y estos euryptéridos son fáciles de construir, ligeros y suficientemente potentes como para vencer a los cangrejos herradura del imperio.
―No creo que tengan problemas, mi sobrino tiene gran cantidad de chatarra en su taller que será útil para construir un centenar de estos aparatejos. Además, tiene amigos en Coyán que le pueden ayudar para tenerlos terminados en unos meses.
―Se los agradeceríamos infinitamente.
Tuol subió de nuevo a su motolevitador y emprendió el camino hasta un edificio de estilo renacentista. La enorme puerta de roble se abrió luego de que Tuol llamara, una mujer morena y menuda le abrió sonriendo al verlo.
―¡Señor Morero! ―dijo la mujer esbozando una amplia sonrisa―, hacía tanto tiempo que no le veíamos.
―Es difícil viajar cuando los ejércitos están en movimiento, pero al fin tengo tiempo para visitar a mis antiguos clientes.
―Al sacerdote Wonth le dará gusto verlo. Pase por favor.
Tuol cruzó el recinto hasta llegar a una oficina algo desordenada. Los vitrales dejaban entrar los rayos del sol pintando la oficina de un tono rojizo que le daba un aspecto de calidez. Un hombre no muy alto, de piel pálida y ojos rasgados entró con una enorme sonrisa.
―¡Mi queridísimo Tuol! ―dijo acercándose a abrazarlo―. ¡Años sin verte!
―Los negocios me trajeron a Yahar y no podía dejar de visitar a mi buen amigo Kim.
―Supe lo de Algea. No sabes la pena que me produjo ―dijo el sacerdote palmeando sus hombros―. ¿Cómo lo toman tus hijos?
―Ellos están bien, son fuertes. Ojalá yo lo fuera tanto como ellos.