La jacaranda del diablo 2. Misiones.

2.3 El último encuentro

La batalla en Temic fue menos intensa pues de las tres islas, era la que tenía menor cantidad de presos y, por ende, menos guardias. El hombre que le hizo la petición de atacar Temic, se acercó con una chica muy delgada y ojerosa que apenas se podía mantener en pie.

―Gracias ―expresó―, ella no hubiera resistido mucho tiempo.

Tuol asintió, lentamente caminó hasta su camarote y Fadén entró sentándose frente a él.

―Vaya necedad la tuya. La pikaia está a reventar, por fortuna no hay una cuarta isla de lo contrario… ¿Estás bien, Tuol?

―Las últimas palabras que tuve para mi hijo ―dijo Tuol con voz ronca―, fue que era un maldito hedonista cobarde que no sentía responsabilidad alguna por luchar por nuestra causa ―Tuol frotó su cara entre sus manos―. ¿Y qué si me hubiera hecho caso y hubiera terminado en una de estas islas por complacerme?

―Pero no fue así ―dijo Fadén sentándose junto a su amigo.

―Mi hija se está arriesgando mucho ―Tuol negaba con la cabeza como queriendo quitarse alguna horrenda imagen de su mente―, tengo que sacarla del ejército.

―Ella es mucho más valiente e inteligente de lo que piensas, Tuol. Fiel y firme a la resistencia, deberías estar más que orgulloso de ella.

―¡Y lo estoy! ―la voz de Tuol se descompuso por completo―. De ninguno de mis hijos estoy tan orgulloso como de ella, desde niña fue independiente, muy inteligente… ¡Y que Dios me ayude! ¡Cómo es de mañosa!

―No puedes frenarla, Tuol. La convertiste en una leal militante de nuestra causa, no habrá poder humano que la obligue a doblegarse.

―Tengo que hablar con ella lo más pronto posible ―dijo Tuol enjugando una lágrima―. Ella… ella piensa que prefiero a mis otros hijos por encima de ella

―¿Y no es así? ―dijo el capataz―. No sé cómo es tu relación con ella, pero me parece que te preocupas más por Iñak, incluso por ese pequeño ángel.

―Claro que me preocupo más por ellos ―refunfuñó Tuol―. Iñak es muy bueno en el negocio, pero en lo demás es un atolondrado, es capaz de caer en las redes de una mujerzuela o de algún timador y si lo dejo solo, no dudo que caiga víctima del imperio. Y Silia es tan frágil… Pero no Tulipa, ella es y siempre será mi orgullo.

―Entonces Algea tenía motivos después de todo para odiar a Silia ―comentó Fadén―. Silia realmente es tu hija, ¿cierto? ―Tuol alzó la mirada y suspiró, cerró sus ojos un momento y frunció sus labios.  

―¿Sabías que Iñak no es hijo mío? ―preguntó.

―De hecho, me habían llegado rumores ―dijo Fadén, suspirando―. Nada confirmado realmente.

―¿Sabes? Cuando me casé con Algea, yo estaba realmente enamorado de ella ―Tuol se calmó, pero su voz aun sonaba triste y su mirada estaba perdida en el cielorraso―, y ella de mí, lo sé. Pero nunca pude ser fiel, decenas de mujeres pasaron por mí en estos años. Cosa curiosa, todas ellas siempre me dijeron que yo las hacía sentir tan bien, tan amadas y yo no tenía que hacer otra cosa que regalarles un par de joyas de vez en cuando, gozar de sus favores y olvidarme de ellas. Cuando las volvía a encontrar resultaba que me seguían recordando con cariño, todas ellas me recordaban con cariño.

―¿Cuántas tuviste? ―preguntó Fadén.

―Ni siquiera lo sé ―dijo Tuol riendo amargamente―. Lo curioso es que para mí ellas sólo eran cuerpos hermosos, oportunidades fáciles, ninguna significó nada más para mí. Sólo Algea. ―los ojos de Tuol se inyectaron en sangre―. A Iñak, lo amo a pesar de todo, no lo quería aceptar, pero siempre viví con esa duda, creo que siempre supe que no era mi hijo. Aun así, lo acepté como tal, estuve cerca de él cuando me necesitó. Silia, bueno ella es un caso aparte, siempre me sentí en la necesidad de protegerla. Pero de todos mis hijos, mi orgullo siempre ha sido Tulipa.

―¿Tulipa es tu favorita?  

―¿Sabes que es lo curioso? ―dijo Tuol riendo mientras las lágrimas se derramaban de nuevo por sus mejillas, perdiéndose entre la desaliñada barba―, todas las mujeres que yo veía como objetos se sentían amadas conmigo, mis dos hijos no legítimos han recibido más atenciones de mi parte que mi única hija legítima. Pero justamente las únicas dos mujeres que realmente he amado que son Algea y Tulipa, siempre se sintieron en desamor conmigo.

―Entonces es así,  Tulipa es tu preferida, ¿cierto? ―preguntó el capataz.

―Pero ella está convencida de que prefiero a los otros dos ―Tuol rio dejando caer una lágrima―. ¡Qué ironía! Parece que tengo el don de herir a las personas que más amo.

―Con Algea no hay remedio ―dijo Fadén dejando caer su mano pesada sobre el hombro de Tuol―, pero Tulipa aún está aquí. Y aunque Iñak no sea hijo tuyo, el cree que lo es, así que, cuando todo este alboroto que hicimos se calme, búscalos, y hazles saber cuánto los amas.

Tuol no respondió. Fadén Le sugirió que lo mejor era descansar, habían sido días pesados y el viaje de regreso aún era largo. Los navíos no regresaron a Acual, sino a un bosque cercano donde los miles de presos bajaron de la enorme pikaia y del barco de prisioneros, observando esperanzados los altísimos abetos y el cielo azul con el sol brillando ya oculto entre los árboles. Tuol llamó a Ivilec para que fuera por la pikaia y la llevara de regreso.




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