La jacaranda del diablo 2. Misiones.

3. La misión de Yal. 3.1 El dragón negro

En la tranquila cabaña en Coyán, Silia abrió los ojos lentamente, Yal y Acia estaban a su lado. Lo último que recordaba era que Tulipa había peleado con Yal y que amenazaba con irse con el ejército rojo.

―¿Qué pasó? ―dijo levantándose bruscamente―. ¿Tulipa?

―Se ha ido ―dijo Yal―, se irá a Tloulí con el ejército rojo

―¿Qué? ¿Cómo se lo permitieron? ―Silia intentó levantarse, pero Acia y Yal se lo impidieron

―No te preocupes ―Yal le tomó la mano―, se fue tranquila. Aclaramos las cosas, Tulipa quiere que sepas que necesita toda su concentración en esto, y si tiene la preocupación extra de cuidar de ti, puede distraerse.

―Como sea, no puedes ir con ella, el amo Tuol dio la orden de que te fueras con Yal ―Acia platicó a Silia todo lo que hablaron con Tulipa.  

―Vaya ―dijo Silia, parecía tranquila, pero sus ojos mostraban lo apesadumbrada que estaba―, sí que es una pena. Nunca hubiera pensado siquiera que ella y yo pudiéramos enamorarnos del mismo hombre.

―Pero ella está bien ―dijo Acia―. Se fue tranquila, no tienes nada de qué preocuparte.

―Debe estar destrozada ―exclamó Silia―. ¡Es tan triste! Ella tendrá que aprender a olvidarte.

―¿A olvidarme? ―dijo Yal con una sonrisa irónica― ¡Vaya!

―¿Acaso no quieres que te olvide? ―dijo Silia con los ojos muy abiertos.

―No es eso ―Yal negó con la cabeza―, es que me parece increíble escucharte hablar así, te comportas tan sumisa con ellos que por un momento pensé que dirías que te sacrificas por ella y querrías obligarme a amar a Tulipa en vez de a ti.

―No se puede obligar a amar a nadie ―dijo Silia, simplemente―, si tú te fueras con ella lo harías sólo por lástima y eso no sería justo para nadie.

―Al menos en esto estamos de acuerdo ―Yal suspiró―. Entonces prepararé todo para partir mañana, ¿irás conmigo?

―Mi señor Tuol así lo dijo ―respondió ella con una sonrisa triste.

A la noche siguiente, Yal y Silia agradecieron Ivilec y Gelia Morero su hospitalidad y partieron en uno de los amonites de Ivilec. Un par de horas después se encontraban en la ciudad de Ateztán. Silia bajó del carruaje con los ojos muy abiertos, como queriendo atrapar de una sola mirada el estilo neoclasicista de la metrópoli. Mientras caminaban buscando el lugar de la reunión, ella iba volteando de un lado a otro, sonriendo y señalando cada árbol, edificio, parque o auto que pasaba, estaba simplemente feliz, cosa que confundió a Yal.

―Me alegra verte así de contenta, pensé que estarías deprimida lejos de los Morero.

―Aun estoy preocupada por ellos ―dijo Silia encogiéndose de hombros―, pero es que nunca pensé que tomaría unas vacaciones. Ya que tengo que hacerlo creo que puedo disfrutarlas.

Yal frunció el entrecejo. ¿Vacaciones? Silia veía la vida de forma muy extraña, sabía de antemano del peligro que había en buscar dragones, sin embargo, para ella eran vacaciones. Pero no le dijo nada, después de todo era la primera vez que le notaba esa felicidad.

Llegaron hasta la abarrotera de los Travert, era un comercio de auto servicio donde nada parecía indicar que miembros de la rebelión se reunirían. Yal dijo a Silia que podía pasear por el parque mientras él arreglaba sus asuntos. En cuanto ella se fue, Yal se paró frente a una figura de madera en forma de mono el cual ofrecía paquetes de cigarrillos, el mono estiró la mano alargando una cajetilla.

―No quiero fumar ―dijo Yal―, quiero mi semilla.

―¿Y qué semilla es?

―La que tiene la forma de mi emperador.

El mono asintió, Yal entró a la sala de reunión oculta en donde esperaban los de la dirigencia.

Ya que Divian estaba bajo sospecha, Yalaid inició la reunión proponiendo que Tuol lo sustituyera. Div sería vigilado de cerca para corroborar que no era cómplice de Pathry y con algunos de los magos discutió dónde deberían ocultarse las vainas de jacaranda. Ghanva tenía un restaurante con una cava oculta en donde ofrecía ocultarlas cuando fueron interrumpidos por Klerh.

―Yal, Tuol está aquí  

―Háganlo pasar. Lo pensaré un momento y les haré saber mi decisión ―dijo a los Travert.

Tuol ingresó en la sala haciéndoles saber de su plan de atacar las islas de Caltza. Después de revisar el plan de Tuol y aprobar su petición, Yal usó discretamente el hechizo que le enseñó Lynxe para comprobar la lealtad del grupo. Satisfecho de que Ghanva resultara en una lealtad especialmente fuerte, aceptó que fuera ella quien custodiara las vainas.

Una semana después, acompañado por los Travert, Yal llegó a un pintoresco restaurante con paredes de ladrillo rojo. Ghanva los esperaba en la puerta.

―¿Este será el nuevo escondite de las vainas? ―preguntó Yal.

―Aquí mismo ―dijo Ghanva―, pasa.

Ghanva los guio hasta el sótano, en donde enfocó sus manos hacia la pared. Un polvo fino se esparció dejando a la vista un armario metálico de dónde sacó una pequeña bolsa con vainas de Jacaranda.

―¿Qué intentarás esta vez? ¿Armas? ¿Algún veneno?




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