La jacaranda del diablo 2. Misiones.

3.4 Las células mascota

Los días pasaban en una armonía pacífica en Citlap, desde aquella charla donde Silia le reveló el secreto de los ángeles, se le notaba mucho más feliz y ensoñadora que nunca. Yal la sorprendía hablando sola y ella sólo le explicaba que hablaba con los árboles del bosque.

Por otro lado, Yal se sentía estancado en sus avances con sus experimentos, había intentado infinidad de pociones y ninguna parecía hacer daño a la sangre de los dragones. Silia de algún modo podía predecir ciertos resultados, como si se pudiera comunicar con las células de la sangre, conservada por pociones mágicas. Incluso las mismas células les llegaban a dar algunas pistas de qué camino tomar, ya que Silia juraba que ellas le gritaban aterradas cuando Yal atinaba alguna combinación que sería letal para ellas. Lo malo era que la ponían aprensiva y a Yal le costaba trabajo convencerla de dejarlo probar la poción realizada, era como si las células se hubieran convertido en sus mascotas y se veía en la necesidad de protegerlas.

En cuanto a Tulipa, había sido ascendida a Comandante tras una redada contra los mafiosos de Xocaf. Parecía mucho más decidida a continuar en el ejército y Yal temía no poder cumplir su promesa.

Por fortuna, Tuol habló con Silia durante su fugaz visita a Citlap. Después de que Yal le explicara de los experimentos que realizaba, Tuol convenció a Silia que la misión de la jacaranda del diablo era mucho más importante que su apego y temor por la familia así que le ordenó quedarse con Yal para ayudarlo.

Una tarde calurosa pero nublada y luego de meses de no verla, Yal reconoció la alta y bien formada figura de Tulipa entre la gente que caminaba en las pulcras calles de Citlap. Silia simplemente corrió hacia ella abrazándola como si no la hubiese visto en siglos.

―¿Silia? ―exclamó Tulipa, quien vestía de civil―. ¿Qué hacen aquí? No deberían dejarse ver entre la gente de la ciudad.

―Calkin me envió nuevas identificaciones ―dijo Yal―, no corremos peligro

―¿Qué hay de ti? ―dijo Silia con una enorme sonrisa―. ¿Has desertado al fin?

―Aun no ―dijo Tulipa haciendo que la sonrisa se borrara del rostro de Silia―. Contra mi voluntad, pero voy avanzando en el ejército lo que me da ventaja. Además, logré obtener una gran cantidad de armamento para la sociedad. Ivilec me consiguió construir un aparato de espionaje muy útil, así que cualquier problema yo lo sabré con anticipación.

―Sabes que estamos preocupados por ti ―dijo Yal―, has contribuido enormemente con ese armamento, pero…

―Estaré bien ―dijo ella riendo―. Pronto desertaré, se los prometo, pero debo aprovechar este momento de suerte antes de buscar el pretexto para alejarme. Silia, ¿podrías dejarme hablar con Yal a solas un momento?

―Claro ―dijo Silia, pero de algún modo parecía que no deseaba retirarse. Quizá porque no había visto a Tulipa en meses, pero Yal prefería pensar que era porque sentía un poco de celos al dejarlo a solas con Tulipa.

―¿De qué me quieres hablar? ―preguntó Yal mientras Silia se encaminaba hacia las tiendas de ropa y ellos se iban por la calle hasta un parque cercano.

―Sólo quería decirte que siento realmente la escena que te hice antes de partir ―respondió ella.

―No tienes por qué disculparte, en su momento lo aclaramos.

―Quiero que sepas que lo he superado por completo, ya no tienes que sentir culpa alguna. Amas a mi hermana y yo lo he aceptado, hace tiempo prometí a Silia que, si ella llegara a enamorarse, yo estaría dispuesta a dejar que su enamorado viviera con nosotras. Pienso cumplir esa promesa, sé que ella preferiría morir antes que vivir alejada de nosotros. Por cierto ¿cómo ha tomado el hecho de que papá le ordenara estar contigo?

―Increíblemente bien. Se preocupa mucho por ustedes, pero nunca la había visto tan feliz en toda mi vida. Aun así, está convencida (y yo también), de que debemos hacerte regresar.

―No se preocupen, han sucedido algunas cosas que seguramente tendrán que hacer más prematura mi salida.

―Eso alegrará a Silia.  

―A decir verdad, la extraño mucho… bueno a todos, a papá, a Iñak. Cómo quisiera que todo esto acabe para estar de nuevo con mi familia.

―¿Extrañas a Silia? ―dijo Yal frunciendo el entrecejo.

―¿Qué tendría de raro? ―dijo Tulipa sentándose en una banca de un parque―. Después de todo es mi hermana pequeña.

―Dime una cosa, ¿la quieres como tal? ―Tulipa suspiró.

―¿Sabes? Desde que tengo memoria puedo recordar a mis padres peleando. Siempre de malas, siempre descontentos. Iñak por su parte siempre fue muy independiente, él se la vivía con sus amigos o novias. Pero yo nunca me sentía sola, siempre estaba Nubia para hacerme sentir amada. Lo que más recuerdo de ella es estar sentada sobre su regazo mientras ella me contaba los más maravillosos y hermosos cuentos.

»Por otra parte, cuando papá puso la joyería y comenzamos a tener buenas ganancias, papá compensaba su ausencia y falta de cariño con regalos. Me compraba muñecas hermosas, de pelo rizado y vestidos preciosos, pero yo veía a las muñecas tan tiesas, tan faltas de vida que siempre terminaba botándolas en mi habitación. Cuando mis amigas deseaban jugar a las muñecas, yo les prestaba las mías y para jugar y le pedía a Nubia que me prestara a Silia




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