Tulipa se fue de Citlap y Yal y Silia volvieron a su rutina. Silia había aceptado que Yal usara pequeñísimas gotas de sangre de los dragones para probar sus pociones. Sin embargo, en cada poción, las células aprendían a defenderse de inmediato, pero había avances y cada vez perfeccionaba más su fórmula.
Una tarde, Yal escuchaba las noticias desde su proyector cuando Silia salió del laboratorio con un rictus de terror.
―¿Silia? ¿Qué pasó? ―dijo Yal levantándose apresurado al verla tan alterada.
―Todas las células de que había en la caja de Petri han muerto ―dijo Silia, temblorosa.
―¿Qué? ―Yal respingó y corrió hacia el laboratorio. Tomó una gota de la última muestra que estaba en la caja de Petri y la revisó con el microscopio, en efecto, todas las células habían estallado.
―¡Las maté! ―dijo Silia comenzando a temblar aún más fuerte.
―¡Vamos corazón! ―exclamó Yal abrazándola―. No te pongas así, eran sólo células, de no mantenerlas con pociones mágicas habrían muerto hace siglos.
―Pero todas gritaron al mismo tiempo cuando les dejé caer la poción ―Silia estaba realmente angustiada―. Quizá a ti te alegre saber que lo hemos logrado, pero ellas tenían tanto miedo…
Silia temblaba aún más frenéticamente. Yal tuvo que contener la risa, era increíble que ella estuviera tan afligida por unas células muertas. Sin embargo y a pesar de que ansiaba saber qué es lo que había logrado ese efecto, la ayudó a calmarse. Cuando dejó de temblar, Yal la tomó por los hombros y mirándola fijamente le interrogó.
―Ahora dime. ¿Qué es lo que hiciste a la poción para que funcionara? ¿Y cuál de las pociones usaste?
―Esta ―dijo Silia señalando un vaso de precipitados con un líquido verdoso―, sólo le agregué un poco más de polvo de la vaina, pero al tomar la muestra, la punta se clavó en mi dedo y una gota de mi sangre cayó en el vaso, en seguida escuché a las células chillar, tenía miedo, pero me aventuré a tomar una pequeña gota y les eché encima la poción, al instante, todas murieron.
―¿Con tu sangre? ―Yal estaba asombrado
―Yo conozco esa mirada ―dijo Silia abriendo mucho los ojos―. Quieres probar con otra muestra, ¿no es así?
―Tengo que hacerlo. Amor, lo siento, te prometo que te dejaré quedar con las células que queden.
―Pero…
―Silia ―Yal inhaló con fuerza para hacerse de paciencia―, ¿quiénes prefieres que mueran?, ¿miles de células o miles de personas?
―Odio cuando me haces esto ―dijo ella, enfurruñada, cruzando sus brazos.
Yal tomó otra muestra de sangre y la observó con el microscopio. Los leucocitos parecían completamente sanos, con una pipeta acercó la poción. Silia acercó su mano al vaso y los leucocitos se movieron todos hacia ella. Yal frunció el entrecejo, era como si esperaran que ella las protegiera. Con aprensión dejó caer un poco de la poción y la reacción se vio en seguida, las células estallaron por completo sin quedar una sola.
―¡Funciona! ―Yal festejó dando un salto―. Sólo tengo que planear cómo aplicarlo en Yorg.
―¡Las mataste a todas! ―reclamó Silia.
―¡Ay Silia! ―refunfuñó Yal―. Mira, ten la bolsa entera ―añadió dándole la bolsa en donde conservaba la mezcla de sangre de ambos dragones―, te prometo que no tocaré a estas. Pero te advierto que aún con los conservadores más poderosos no durarán más de seis meses.
―¡Está bien! ―dijo ella cambiando su gesto de horror por una sonrisa. Tomó la bolsa y comenzó a hablar amigablemente con el contenido, consolándolas de la muerte de sus “hermanas”. Yal meneó la cabeza entornando los ojos.
Yal se quedó toda la noche despierto, haciendo planes de cómo administrar el veneno a Yorg. Ahora tenía lo que necesitaba, sabía que ya no tenía pretexto para retener a Silia con él, pero era quizá buen momento de dejarla ir con su familia. Yal tendría que reunirse con la dirigencia para trazar nuevos planes, necesitaban irrumpir en el palacio, acercarse a Yorg y aplicar el veneno de algún modo u otro. Quizá Silia estaría más segura con Tuol en lo que realizaban tan peligrosa hazaña.
Tuol se comunicó con él esa noche, haciéndole saber del éxito del ataque a las islas de Caltza. Pidió su autorización para que le entregaran parte del armamento al grupo de prófugos que ahora se escondían en las ruinas de Ocal y Yal ocupó el resto del día planeando con Mohén y Ghanva la entrega del armamento.
Debido a sus noches en vela, Yal se quedó dormido y no despertó sino hasta mediodía cuando Silia le llamó con su dulce y monótona voz, pero al ver su rostro supo que algo andaba mal.
―Es Tulipa ―dijo acercándole su comunicador―, pasó algo muy malo.
―¿Tulipa? ―dijo Yal acomodándose las gafas.
―¡Esto es muy grave! ―la voz de Tulipa sonaba tremendamente angustiada―. De algún modo el imperio supo de las vainas ocultas en Ateztán, y como no se encontraron a los responsables, Yorg ordenó la destrucción total de la ciudad. El ejército negro llegará por la noche.
―¿El ejército negro? ―gritó Yal―, ¿estás loca? No van a destruir una ciudad tan grande como Ateztán
―Eso es lo que yo pensaba ―dijo Tulipa frotando su rostro con frustración―, pero es un hecho, se ha dado la orden. Ahora los destructores se están alistando partir.