La jacaranda del diablo 2. Misiones.

4. La misión de Tulipa. 4.1 Entrenamiento

Tras reconciliarse con Yal, Tulipa se fue al puerto de Coyán y de ahí fue llevada Tloulí en una nave que el general Zahir había enviado especialmente para ella. Se sentía apesadumbrada, pero sobre todo avergonzada, después de todo, Yal jamás le dio motivo para que pensara que le correspondía. Había sido muy injusta al reclamarle de ese modo y, además, sentía que había hecho el peor de los ridículos.

No deseaba pensar más en ello. Inhaló con fuerza y dejando todo sentimiento atrás, entró a un lujoso hotel en donde se encontraría con Zahir. Él estaba pulcramente vestido con su uniforme escarlata con vivos dorados, su cabello enlazado en perfectas y prolijas rastas era recogido a su espalda en una coleta. Se levantó saludando a Tulipa con una reverencia.

―¿Le han dado los pormenores? ―preguntó Zahir

―Algunos, general, aunque desearía saber a dónde me dirigiré para mi entrenamiento.

―Su entrenamiento no requerirá de mucho tiempo ―explicó Zahir―. Las técnicas de combate que son las que más nos interesan en el ejército rojo y ya las tiene dominadas. Será evaluada para decidir los cursos apropiados para usted. Será instruida sobre técnicas de guerra, armamento, historia del imperio y algunas otras materias de utilidad. La mayor parte de esto se le dará en el campo de Tloulí, de tal manera que en pocas semanas estará sirviendo al ejército.

―¿En esta ciudad están los cuarteles del ejército rojo? ―Tulipa frunció el entrecejo.

―No, en Citlap. Pero tenemos una misión importante en esta zona por lo que estaremos en un cuartel del ejército verde. Estaré personalmente con usted en las clases de ataque terrestre así que la veré un par de veces por semana, el sargento le llevará al cuartel en donde se hospeda toda la división. Mañana al amanecer se le designará su horario.

Tulipa asintió y se retiró del lujoso hotel. Al llegar al cuartel, sonrió irónica, era de esperarse que alguien del rango de Zahir fuera tan petulante como para que su estadía fuera en un hotel de lujo mientras que el resto de su división tendría que quedarse en aquella fría y gris fortaleza a la que recién llegaba.

Desde el primer día, supo que había tomado una buena decisión, no sólo avanzaba rápidamente en su entrenamiento, si no que estaba aprendiendo mucho sobre técnicas marciales.

En menos de tres semanas, Tulipa fue integrada al batallón 23, comandado por Noelia Dahn, una misándrica mujer de mediana edad, quien mostró agrado inmediato por las habilidades de Tulipa. Dahn estaba convencida de que los hombres limitaban a su género y detestaba a aquellas mujeres que los ponían en razón de superioridad demostrando sus debilidades. Como Tulipa mostró ser mucho más hábil que cualquiera de los novatos, se convirtió en una de sus subordinadas de más confianza. En prácticas de batalla terminaba casi siempre en demostraciones de la superioridad de Tulipa, algo que le agradaba, elevaba su ego.

Quizá lo único que detestaba era la clase de historia, odiaba escuchar mil razones para adorar a Yorg. Por el contrario, lo que más disfrutaba eran las enseñanzas del general Zahir, el general tenía un método de enseñanza estructurado y fácil de comprender. Aparte de que el sujeto era un verdadero erudito, no había pregunta que no supiera responder y eso ayudó a Tulipa a conocer técnicas de ataque que jamás hubiese imaginado que existieran.

A la semana de integrarse oficialmente en el batallón, Tulipa tuvo al fin su primer día libre. Salió del cuartel sin importarle a dónde iría, lo que quería era simplemente ver otra cosa que no fueran las paredes grises del sitio en donde se encontró enclaustrada por un mes. Lo primero que hizo fue llamar a sus primos, Ivilec fue por ella en el amonite para que pasaran el día en su casa en Coyán. Para ella fue un alivio poder escapar con su familia en ese día soleado y tranquilo.

Después de la comida, Ivilec la invitó a ir con él al taller el cual ya estaba completamente regenerado y le enseñó sus avances en dos tipos de naves terrestres que construía para la resistencia, unos enormes insectos metálicos descansaban a un lado de su amonite.

―Hace apenas dos semanas que los Gorten nos dieron estos planos y ya tenemos diez de estos ―dijo señalando el escorpión de doble cola―, y seis de estos ―agregó señalando el enorme ciempiés de cuerpo plano―. Nuestros aliados de Tlayay me ayudan a construirlos. Y mira esto ―Ivilec le mostró un aparato muy parecido a un comunicador.  

―¿Qué es?  

―Ya lo verás ―dijo Ivilec―. De la casa a aquí hay aproximadamente cien metros de distancia…. Pongamos esto en un ángulo de noventa grados…

Por encima del disco metálico se vio un recuadro con números, Ivilec lo ajustó lentamente con un botón que había en el costado, si una cámara saliera desde el taller hasta llegar a la cabaña, donde apareció la imagen de Gelia quien lavaba los trastes de la comida, se le escuchaba cantando. Tulipa interrogó con la mirada.

―Es una combinación de detector ultrasónico con micrófono de alto alcance ―dijo Ivilec con orgullo―. Puedes espiar lo que hacen o hablan hasta en dos kilómetros a la redonda, sólo tienes que ajustar el ángulo, poner la distancia aproximada. Te da imágenes de unos treinta metros cuadrados aproximadamente.

―¡Oye, esto es genial! ―exclamó Tulipa―, tienes que construirme uno.

―Sabía que me dirías eso ―dijo Ivilec apagando el aparato y alargándolo hacia ella quien lo recibió con una enorme sonrisa―. Ten mucho cuidado Siempre ten este botón bloqueado, si alguien lo llega a ver lo puedes hacer pasar como un comunicador común y corriente.




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