La jacaranda del diablo 2. Misiones.

4.4 La familia Zahir

El ejército rojo regresaba a su base en Citlap, Tulipa aprovechó para citarse con su hermano quien visitaba la ciudad para entregar un pedido. Esperaba encontrarse con él en la plaza central a medio día.

Vio a su hermano a lo lejos, caminando por la acera y con una sonrisa se encaminó hacia él, pero su sonrisa se borró al ver a un sujeto moreno y atractivo caminando entre la gente, estirando la cabeza para evitar que Iñak se le perdiera de vista. Tulipa rodeó por detrás de él y sacando su arma se le acercó, apuntándole justo entre las costillas.

―Antón ―dijo con una sonrisa descompuesta―, ¿alguna razón para seguir a Iñak?

―¿Tu…? ¿Tulipa? ¿Era a ti a quien Iñak…? er…

―¿Querías ver con quién se encontraría Iñak esta tarde? ―dijo apretando el cañón contra las costillas de Antón―. ¿Tu trabajo ahora es espiarlo?

―No, claro que no ―dijo Antón caminando lentamente a ordenanza de Tulipa.

―¿Has decidido secuestrarlo? ―dijo Tulipa―. ¿No te has enterado aún de lo que le pasó a Cory?

―No… sé de qué me hablas ―dijo Antón volteando de un lado a otro, como buscando una oportunidad para escapar.

―Cory está preso, se le acusa de conspirar contra el Emperador y dudo mucho que salga libre de esta, así que puedes olvidarte de robarnos, no hay quién cobre tu deuda.

―No sé qué tiene que ver Cory en todo esto ―dijo él con el rostro pálido.

―Pero por Cory me enteré de algo interesante. ¿Planeabas desde un principio asesinarme? Y yo que pensaba que casarte por interés era lo más bajo en lo que podías caer.

―No sé de qué me hablas.  

―Como eso no te funcionó, ahora sigues a mi hermano buscando algo turbio con lo que puedas chantajearnos, o quizá una oportunidad para secuestrarlo, ¿no?

―No, yo… sólo ―Antón temblaba

―Lo que haya con mi familia es sólo asunto de MI FAMILIA ―recalcó Tulipa―. Si te vuelvo a ver siguiendo a cualquiera de nosotros, no tendré compasión, te lo aseguro.

―No lo entiendes, yo lo seguía porque sabía que me llevaría hacia ti, no sé qué mentiras te dijo Cory, pero te juro que jamás he dejado de amarte. En verdad quería encontrarte.

―Mira Antón ―Tulipa clavó aún más el cañón, Antón hizo una mueca de dolor―, aunque te creyera, yo ya no tengo interés alguno en una simple piltrafa.

―¿Piltrafa? ―dijo Antón, indignado.

―Sí, piltrafa ―le dijo apretando los dientes―. No eres ni la mitad de un hombre, me das asco.

Tulipa se dio media vuelta. Apenas comenzaba a caminar cuando alcanzó a escuchar a Antón, quien quizá no deseaba ser tan discreto como parecía.

―¡Maldito camarón! ―susurraba―, como si tu cuerpo de prostituta fuera suficiente para olvidar esa cara de simio que tienes. ―Tulipa se volteó furibunda, pero para su sorpresa, alguien más tenía a Antón del cuello.

―No se atreva a insultar a Tulipa Morero en mi presencia ―decía el general Zahir clavando los dedos en el cuello de Antón―. Ahora dese vuelta y discúlpese.

―Yo… no….

―No importa, general ―dijo Tulipa, sorprendida―. Este tipo no vale la pena.

―No me interesa ―gruñó Zahir―. Se disculpará con ella o pasará la noche en la prisión del ejército rojo.

―Pero yo… Lo… lo siento, Tulipa.

―¡Ahora lárguese! ―gruñó Zahir empujándolo con fuerza. Antón echó a correr entre traspiés.  

―General, no era necesario, en verdad.

―Sé que usted no necesita que le defiendan ―dijo Zahir―, pero ¿de qué otro modo podría parecer el caballero en brillante armadura que sale a la defensa de su bella dama?

Tulipa sonrió complacida, el general le hizo una reverencia y disculpándose por tener que dejarla, continuó su camino.

Tulipa advirtió a su hermano de lo que supo sobre Antón. Era un cobarde, pero un cobarde con gran ambición, no debían confiarse que la detención de Cory sería suficiente para que él olvidara su plan de obtener dinero de ellos, por lo que debían cuidar que no se enterara que su tío Rey suplantaba a Tuol.

Esa misma noche, Tulipa se embarcaba en el crucero hacia la ciudad imperial. El general Zahir la acompañaba en una zona reservada de la cubierta en donde cenaban en un lujoso restaurante con paredes de cristal.  

―Está muy pensativa esta noche, mi lady.

―Es… estoy un poco distraída porque conoceré al emperador ―titubeó Tulipa

―¿Tendrá que ver también con el encuentro de hoy en la tarde? ¿Quién era ese patán?  

―Fue mi prometido ―bufó Tulipa―. Pero no tiene importancia, es un cobarde oportunista.

―La llamó camarón. Nunca había escuchado a nadie poner un mote de ese estilo a una mujer, pero me pareció muy peyorativo.

―De hecho, fue la razón por la que rompimos. Él piensa que, al igual que un camarón, mi cuerpo es delicioso, pero mi cabeza es asquerosa. ―El general se echó hacia atrás con un rostro de indignación. Tulipa frunció los labios y encogió los hombros―. No tiene importancia, soy realista, sé que mi rostro no es agraciado, pero no es prioridad para mí.




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