La jacaranda del diablo 3. La guerra.

El relato del dragón

Malia había complicado demasiado las cosas, no sólo había delatado al mariscal, sino a toda la dirigencia. Eso les limitaba aún más, ya no podían dejarse ver en público sin arriesgarse a ser apresados. Ivilec ayudó a todos a viajar hacia Ocal, donde se refugiaban los presos que Tuol había liberado unos meses atrás.

Yalaid hizo una revisión del arsenal y naves con las que contaban, tenían decenas de estructuras a las que llamaban bancos de guerra. Eran cuarteles móviles desde los cuales se podía monitorear cualquier batalla. La dirigencia anterior había robado naves del ejército tanto aéreas como terrestres y además tenían infinidad de naves que Ivilec y sus amigos construyeron en esos meses.

Planearon su estrategia, el último paradero de Yal lo situaba en Citlap y sus informantes les indicaban de rumores de que Citlap sería atacada por el ejército negro si nadie delataba a Yal. Si eso sucedía, en Citlap se iniciaría el contra ataque.

La dirigencia decidió dividir a sus ejércitos en cuatro puntos clave. El primero iría a Citlap, Pathry comandaría un enorme batallón para defender a la ciudad del ataque del ejército negro. El segundo comando estaría en Tloulí, sus espías en el ejército les hicieron saber que en caso de atacar Citlap, el ejército rojo sería enviado a los cuarteles del ejército verde por lo que necesitaban evitar que desde ese punto se enviaran refuerzos a Citlap. Un tercer grupo, conformado en su mayoría por magos, sitiaría los cuarteles del ejército blanco y el último grupo aprovecharía el caos para irrumpir en la ciudad imperial.

Yal y Tulipa se encargarían de comandar esta última misión, durante la cual, él intentaría adentrarse en el escondite de Yorg para atacar con el veneno que había logrado crear.

Tomando en cuenta que dentro del castillo Yorg tendría toda serie de sortilegios para evitar que penetren con armas a su castillo, Ivilec diseñó una pistola de cristal que disparaba las cápsulas de veneno.

Mientras Ivilec enseñaba a Yal cómo usar el arma, Tulipa caminó hasta donde estaba Silia.

―¿Ya les habló Yal de cuál es su misión en esta guerra?

―Sí. Estamos preparadas para ello. ―dijo Silia. Tulipa la observaba detenidamente, ese susurro de viento que tenía por voz no dejaba notar emoción alguna en ella.

―¿Tienes miedo? ―preguntó Tulipa.

―Un poco. Pero las visiones de Yal me ponen como miembro activo en esta guerra, y creo que todos me consideran como un efectivo más de la rebelión y como tal tengo que hacer mi parte.

―Pero tú nunca fuiste entrenada para pelear ―dijo Tulipa―, ¿estarás lista?

―No tengo miedo a morir. Tengo más miedo de que alguno de ustedes muera.

―No me refiero a eso ―dijo Tulipa negando con la cabeza. Suspiró acercándose a Silia―. Sil, cuando vas a una guerra no sólo debes estar preparada para morir, también debes estar preparada para matar ―Silia se echó hacia atrás observando incrédula a Tulipa―. No habías pensado en eso, ¿cierto? Silia, si algo le pasa a Yal, debemos estar listos para terminar lo que él comience. Sé que para ti el simple hecho de pensar en acabar con una vida es algo inverosímil, pero cuando estés allá quiero que pienses en esto: dejar con vida a Yorg significa más muertes.

―Quieres decir ―Silia tragó saliva con dificultad―, que si me veo en la oportunidad, ¿debo matar a Yorg?

―Cualquiera de nosotros. Yal dijo que entrará solo al palacio, pero pienso seguir tras de él, escoltándolo, Yal no quiere explicar la misión de los ángeles, pero si es tan importante como él lo piensa, quiero que tú y Acia me ayuden a protegerlo.

―Está bien, Tulipa. Iré por los demás ángeles para que les expliques.

Silia se alejó con la mirada perdida, Tulipa la observó con cariño mientras se perdía en la casa del capataz. Todos los ángeles con los que contaban llegaron minutos más tarde, atentas a los consejos de Tulipa, pero con la aprensión por el entendimiento de que quizá alguna de ellas tendría que convertirse en lo que los ángeles más aborrecen: un asesino.

Div llegó hasta donde se encontraba Yal, dándole razón de los avisos que tenían de sus espías.

―Es un hecho, se ha dado un plazo, el número de días es incierto, pero serán menos de un mes. Yorg puso límite a tu captura, si no se te encuentra, el ejército negro irá a Citlap.

―¿Y el ejército rojo?

―Será enviado a Tloulí, todas las divisiones. ―Div se sentó en una roca a un lado de Yal―. Y del mariscal Sorlov… Temo que nadie sabe dar noticia alguna.

―Quizá…. ―Yal titubeó―, ya nos ocuparemos de eso, Div. Ordenaré el movimiento de las tropas. El «perezoso» Viyén estará listo en la frontera a que demos aviso para que los magos del pueblo de Doherkey se nos unan en el sur así que aguanten lo más que puedan en Tonáh.

―Pathry será la única hechicera en Citlap ―el rostro de Div era sombrío―. ¿Crees que…?

―Estará bien, amigo. ―Yal le dio una palmada en el hombro―. Ahora reúne a la dirigencia, es momento de actuar.

Al siguiente día, el batallón de Yalaid cruzaba hacia la zona del Xopán, debían esperar pacientemente a que las tropas de Citlap, Tloulí y Tonáh les dieran el aviso para entonces irrumpir en la ciudad imperial, y no sabían si eso podía ser en unas semanas, o de un día para otro. Su tropa no era tan numerosa y no podían arriesgarse a que llegaran refuerzos, tenía que esperar a que al menos los tres ejércitos más peligrosos: rojo, verde y blanco estuvieran ocupados en batalla.




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