La jacaranda del diablo 3. La guerra.

Declaración de guerra

Pasaron casi dos semanas, hasta que el general Zahir recibió la orden de tener listas sus tropas para un viaje, eso significaba que el ataque a la ciudad estaba cerca. Viajó junto con el mariscal Sorlov y Tulipa para unirse al grupo clandestino de Yal.

Yal explicaba a su padre el plan a seguir, había encontrado algunos puntos débiles en la muralla y junto con el mariscal, planeaba la intrusión a la ciudad imperial. El sol se ocultaba por el horizonte cuando Zahir revisaba los planos de Yal.

―En efecto ―dijo―, hay debilidad en estas zonas―añadió señalando los puntos en los que Yal señaló con un nivel bajo de protección―. Sin embargo, hay otra zona aún más vulnerable.

―¿Cuál? ―preguntó Gurlot Sorlov.

―La entrada por la carretera principal hacia la ciudad imperial ―Zahir encogió los hombros

―¿Estás loco? ―gruñó Tulipa.

―Atacaremos a todos los ejércitos en conjunto ―explicó Zahir―. Cuando esto suceda, el emperador será puesto sobre aviso, creerá pertinente enviar refuerzos y seguramente enviará batallones del ejército dorado a resguardar las entradas.

―¡Pero por supuesto! ―exclamó el mariscal―. Ordenará a las tropas del ejército dorado resguardar la entrada desde Citlap hacia la zona del Xopán para evitar que los rebeldes se acerquen a la ciudad imperial.

―Pero no se quedará sin protección en la ciudad imperial ―reclamó Tulipa―, habrá muchos soldados vigilando la entrada principal.

―Te olvidas de un pequeño detalle, el emperador aún cree en mi lealtad. Recuerda que me nombró mariscal temporalmente.

―Satore tiene razón ―el mariscal Sorlov sonreía con orgullo―, el emperador se sentirá desprotegido y entonces podrás proponer llevar tropas para reforzar la seguridad en palacio.

―Ingenioso ―Yal observaba el plano con la avenida principal de la ciudad imperial― Tracen el plan, lo revisaremos mañana a primera hora.

Pasaron algunos días sin recibir aviso alguno de Citlap, era una espera tensa y agobiante que mantenía a todos en un estado de estrés constante.

A la cuarta noche, Iris, la fiel esclava de los Zahir pidió a Satore que hablara con ella en privado. Esa misma noche, Satore Zahir recibía una noticia que no esperaba y que, de hecho, le sorprendía más que nada en este mundo. Aun confundido por lo que recién había escuchado, acudió a la única persona con la que podría hablar al respecto. Yal revisaba los comunicadores afuera de su tienda cuando el general se acercó a él.

―Iris me dice que tú conoces el secreto de los ángeles.

―Sí. ―respondió Yal frunciendo el entrecejo―. Pero no puedo decir más…

―No es necesario, ella me lo explicó todo hace un rato ―dijo Zahir, consternado―. Me ha hecho saber que aquel día en la cueva emití tal cantidad de amor por Tulipa que ella quedó preñada, ahora yo también conozco su secreto.

―¿Iris espera una hija suya? ―preguntó Yal. Zahir asintió.

―Supongo que el ángel con el que estás espera un hijo tuyo, o no te habría dicho nada.

―No ―suspiró Yal―, no lo está. Lo reveló como una muestra de amor hacia mí.

―Aun así, creo que comprenderás aún más el temor que siento de que algo le suceda. Me dice el mariscal que confíe en tu decisión de reclutar a los ángeles, pero tengo que pedirte que la protejas con especial cuidado. Iris se niega rotundamente a regresar a casa y temo que les pase algo a ella o al bebé.

―No necesita decírmelo, general, sé lo valiosos que son los ángeles.

―¡En buen momento se le ocurre a este condenado ángel…! ―refunfuñó el general.

―General ―dijo Yal frunciendo los labios, luego de meditarlo un poco―, ¿le ha platicado Tulipa del problema que causó el embarazo de su esclava en el matrimonio de sus padres?

―De hecho, lo supe en estos días. Esta niña, Silia, es hija de Tuol Morero,  aunque nadie más que él sabía que no hubo necesidad de un contacto carnal para que ella fuera engendrada.

―Pero Tuol nunca quiso explicarle a su esposa la verdad. No sé si Tulipa será tan celosa como su madre, pero de una cosa estoy seguro, ella creció rodeada del amor que los ángeles emiten, y su instinto de amor es muy intenso para ser una guerrera.

―Sí, pero Iris... ―el general titubeaba frotando su barbilla―, espera, tienes razón.

Zahir agradeció a Yal y se encaminó a grandes trancos hacia la casa de campaña que compartía con Tulipa.

―Déjame adivinar ―preguntó Tulipa con ironía―, vienes a decirme algo que no me agradará, ¿verdad?

―No. Bueno, no lo sé. Tulipa, ¿sabes cómo son engendrados los ángeles?

Tulipa negó con la cabeza, Satore pasó algunos minutos explicando a Tulipa la misma historia que escuchó de Iris algunos minutos atrás. Cuando terminó, Tulipa se quedó callada y dubitativa.

―¿Y cómo es que tú sabes de esto? ―preguntó ella, suspicaz.

―Aquella vez que te vi en la cueva ―Satore tragó saliva con dificultad―, sentí que moría de amor por ti, fue el primer momento en que sentí ese impulso de traicionar al emperador y en verdad no sé cómo fue que me contuve de regresar por ti. Pero el amor que sentí por ti fue tan intenso que Iris pudo tomar toda esa energía. En su vientre crece una vida surgida del gran amor que provocaste en mi atormentado corazón. ―Tulipa lo observó boquiabierta. Gruñendo se levantó de un respingo.




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