La jacaranda del diablo 3. La guerra.

Lección de Yepil número 15

El emperador caminaba en círculos en su sala de reuniones, era mediodía y no había recibido informe alguno ni de Vascento ni de Zahir. Malia lo observaba con amargura al momento que el mariscal temporal del ejército dorado hablaba desde el otro lado del cristal.

―Las comunicaciones se abren aproximadamente cada media hora en una duración de apertura de diez segundos ―decía el mariscal del ejército dorado―, para evitar que los rebeldes pidan refuerzos, pero nadie ha respondido.

―¿Cómo pueden no responder? ―gritó Yorg, enfurecido―. ¡Al menos uno debe estar al pendiente de la comunicación!

―Tampoco lo entendemos, señor ―dijo el mariscal.

―Si no recibimos respuesta en las próximas dos horas, enviará al ejército verde en su totalidad para…

―¡Su majestad! ―dijo un general entrando a la sala con el rostro sombrío―, hemos recibido avisos urgentes, hubo ataques sincronizados en Tonáh y Tloulí. Los ejércitos blanco y verde están en batalla contra las tropas rebeldes y en Ameyal y Yometz tienen sitiados los cuarteles del ejército negro y en el sur han eliminado totalmente al ejército marrón.

El rostro de Yorg se tornó con tal gravedad que, aun estando protegidos detrás del cristal, los soldados se hicieron hacia atrás.

―¡Son unos idiotas! ―gritó Yorg― Son sólo un puñado de rebeldes, ¿cómo es posible que no puedan someterlos? ¿Qué refuerzos puedo enviar a Citlap si todos están ocupados jugando a la guerra en sus propios cuarteles?

―Se… señor ―titubeó el general―, quizá deberíamos reforzar la vigilancia en el Xopán.

―¡Hágalo! ―gruñó Yorg―. Y usted, abra las comunicaciones en Citlap, quiero saber qué demonios sucede allá. ―ambos hombres salieron apresurados de la sala. Yorg se volvió rubicundo hacia Malia―. ¿Cómo es que tus estúpidas visiones de futuro no previeron esto?

―Quien imaginaría que fueran tan osados ―dijo Malia con la mirada perdida.

―¿Imaginar? ―chilló Yorg―. ¿Imaginar? ¡Necesito visiones, no imaginación!

―Por favor, mi señor ―dijo Malia levantándose con tranquilidad―, quizá si no hubiera sido tan cruel con el mundo. Ese “puñado” de rebeldes no sería tan numeroso.

―¿Se atreve a cuestionar mis decisiones? ―gruñó Yorg apretando los dientes.

―No creo que sea momento de discutir sobre eso, su majestad ― Dijo Malia con una sonrisa descompuesta―. Jamás me imaginé que esta nueva dirigencia fuera tan valiente. Nunca los rebeldes se habían atrevido a ir contra el ejército.

―¿Cómo puedo mantener la paz en el mundo si mi ejército me falla? ―gruñó el emperador.

―¿Paz? ―dijo ella, furibunda―. Su majestad, le explicaré cómo funcionan las cosas: La realidad, es que nadie quiere morir, si le quita derechos a la gente, debe esperar que protesten pacíficamente; si les quita su libertad, debe esperar que busquen escapar; si les quita el alimento, debe esperar que roben. Pero si les quita la vida, entonces ya no tendrán nada qué perder, y no importa qué tan poderoso sea un ejército. Si los que luchan por su vida son cada vez más, terminarán doblegando su imperio.

―¿Madame Ytore…? ―Yorg notó el gesto de odio en la bruja a su lado. Con temor, presionó un botón a su lado, pero Malia lanzó una ráfaga de viento que lo obligó a soltarlo.

―¿Su majestad? ―se escuchó una voz en una bocina―, ¿llamaba?

―¿Cómo se atreve? ―gruñó Yorg.

―Por fortuna mis hechizos para protegerlo del mundo exterior son tan efectivos que no habrá soldado que pueda llegar aquí ―dijo Malia―, no sin una gota de su sangre.

―¿Mi sangre? ―chilló Yorg―. Esa perra de Lynxe le dio mi secreto… ¿Acaso es aliada suya?

―No sé de quién me habla ―dijo Malia. El emperador se hacía hacia atrás―, pero sé que traicionar a mi gente me ha ayudado a estar ahora aquí, con una oportunidad única.

Malia sacó de entre sus ropas un par de vainas, algunas armas y pociones. Yorg reaccionó en seguida activando un escudo que le rodeo con un brillo traslúcido. Malia rio.

―¿Se olvida que fui yo quien diseñó ese escudo? ―dijo―, sé perfectamente cuál es su punto débil.

―¿Majestad, todo está bien? ―insistía la voz en la bocina.

―¡Guardias! ―gritó Yorg.

Malia lanzó una pizca de polvo rosáceo y la burbuja desapareció por completo, dejó todo en una mesa, a excepción de una lanza con la punta hecha con la costra de la vaina y un frasco con un líquido color ambarino. Yorg se cubrió con su antebrazo cuando Malia se dejó caer sobre él apuntando con la lanza a su corazón, la punta de la flecha se partió en dos al tocar el brazo de Yorg, en seguida dejó caer la poción completamente en su rostro. Yorg chilló cuando su piel comenzó a enrojecer, pero en seguida recobró su tersura original.

―¡Idiota! ―chilló Yorg golpeando a Malia en el rostro―. ¿Crees que otros no lo han intentado? ¡Soy inmortal!

―¡No, no lo eres! ―dijo Malia estirando su brazo y haciendo que una ballesta y otro frasco volaran hacia ella―. No necesitarías de tanta protección si lo fueras.

Malia vertió el polvo del frasco y lo sopló hacia Yorg. Este tosió, pero no le hizo más daño que eso, apuntó la ballesta y dejó salir una ráfaga de flechas de madera que rebotaron en el cuerpo de Yorg.




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