La jacaranda del diablo 3. La guerra.

El mago vs. el eterno

Se adentraron por la puerta principal, el tamaño de ese palacio no era nada comparado con el que estaba en la ciudad imperial, pero era increíblemente lujoso. Llegaron hasta una escalinata bifurcada con barandales de oro, el sirviente dio vuelta por la derecha y Yal lo vio ingresar en una puerta sencilla hecha de madera de pino. Estiró el brazo para evitar que los ángeles siguieran caminando, en cuanto el sirviente se perdió en otra habitación, les señaló el camino hacia la derecha.

―¿No es hacia allá? ―preguntó Silia

―No. Vean lo simple que es el lado derecho ―Yal señaló el pasillo de paredes desnudas y puertas de madera barnizada en color maple― y vean el contraste con el lado izquierdo ―dijo ahora señalando a su izquierda en donde las paredes tenían algunos cuadros con marcos de madera fina, exquisitos vitrales y un enorme portón blanco con adornos en hoja de oro.

Subieron hasta llegar a ese portón y en silencio lo cruzaron, entraron a un salón con piso de losetas de reflejante porcelana gris. En él había tres mujeres jóvenes, vestidas provocativamente, sentadas en divanes de terciopelo. Pero al igual que los sirvientes, todas ellas con las cuencas de sus ojos vacías y sus manos mutiladas. Yal les hizo la seña a sus acompañantes que continuaran en silencio hasta una de las puertas a la izquierda, entraron a una sala oscura llena de aparatos sofisticados y pantallas que mostraban escenas de lo que ocurría en el palacio imperial. Todo allá era caos, Yal tuvo que apresurar a los ángeles para que no se alteraran viendo la escena de guerra.

―¿Dónde estará Yorg? ―preguntó Iris.

―Supondría que estaría en este lugar supervisando lo ocurrido en la ciudad imperial ―dijo Acia.

―Es demasiado arrogante como para aceptar que la rebelión se ha hecho más poderosa que su ejército, debe estar en sus aposentos. ―Yal las empujaba por el talle para que continuaran caminando.

―¿Esas mujeres serían sus concubinas? ―preguntó Iris.

―Esclavas sexuales ―dijo Yal con un gesto de asco―. Debe ser un destino terrible el de ellas.

Cruzaron hacia una puerta que había al fondo y entraron a un salón con piso de porcelana beige. Yal se encaminó hasta una esquina del salón, en donde estaba un ascensor enrejado con finos entramados de oro y por encima del ascensor había un tubo también hecho por barras doradas enlazadas en estilo barroco. El ascensor era para una sola persona, por lo que Yal estiró sus manos hacia arriba, haciendo que las barras de oro se contrajeran hazte dejar un hueco lo suficientemente grande como para pasar por él. Era demasiado estrecho como para que los ángeles volaran por lo que, convocando al viento, subió primero. Una vez arriba, hizo que cada una de ellas fuera atraída hacia él, levitando lentamente hacia donde él se encontraba.

Llegaron hasta la parte más alta del palacio que era un patio con piso de reflejante mármol negro y blanco, jardineras, hermosas fuentes y una gran cantidad de estatuas de seres mitológicos. Caminaron agazapados entre los arbustos y mantos florales hasta llegar a los lujosos aposentos del emperador con grandes ventanales que daban una preciosa vista hacia el mar. En el centro, Yorg caminaba de un lado a otro, inmerso en su soliloquio.

―…muy indulgente ―decía―, pero no más. Castigos más fuertes… sí. Las ejecuciones de Sorlov y Zahir se harán en la plaza pública de Tloulí, que todos vean lo que les puede suceder si…

Yal se agachó recargando su espalda en la entrada de la habitación. Sacó el arma hecha de cristalm dentro se veía una decena de perlas con su contenido verdoso. Lo había pensado bien, la piel acerada de Yorg impediría el paso del proyectil, pero los ojos continuaban siendo tejido blando, tenía acertar a la primera. Inhaló cerrando los ojos, concentrándose en su objetivo y con rapidez salió de su escondite.

―¡Hey!

Yorg dio un respingo al escucharlo, del arma de Yal salió la primera perla, la cual dio en el ojo izquierdo de Yorg. Este reaccionó de inmediato activando su escudo protector. El segundo proyectil que iba dirigido a su ojo derecho rebotó a pocos centímetros de su cuerpo.

―¿Qué diablos? ―chilló Yorg inclinándose, cubriendo su ojo con su mano―. ¿Qué me has hecho? ―gritó con furia, aullando de dolor.

Yal no dejaba de apuntarle, evaluando si acaso podría desactivar ese escudo que rodeaba a Yorg con una emanación rosácea.

―¡Maldito! ―chillaba Yorg apretando su ojo dolorosamente―. ¿Cómo entraste?

Yal no le respondía. Lo observaba con la guardia en alto, Yorg había retirado la mano de su rostro, observando incrédulo la sangre en ella. Se notaba que su mejilla se amorataba conforme el veneno se expandía. Yal exhaló con alivio, el veneno estaba surtiendo efecto. Pero su alivio se convirtió en desesperanza, a pocos milímetros de la nariz, el amoratamiento se detuvo.

Tembloroso y aterrado, Yorg corrió hasta la chimenea, sobre la cual descansaba un rifle de alto poder. Yal estiró su mano haciendo que el rifle volara hacia sus manos, pero no pudo hacer lo mismo con la espada que estaba sobre la pared. Yorg blandió la espada y corrió hacia Yal, gritando con furia.

Yal interpuso el rifle para evitar que le dejaran caer la filosa espada sobre su cabeza. Yorg arremetía una y otra vez, Yal no podía hacer nada más que defenderse. Intentando no perder la concentración en su defensa, llamó a todas las partículas de polvo a su alrededor, haciéndolas que estallaran en una reacción en cadena que lanzó a Yorg hasta el otro lado de la habitación. Yal le apuntó con el rifle y disparó, la metralla estalló en mil pedazos a pocos centímetros del cuerpo de Yorg.




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