No quiere abrir sus ojos, pues los ha cerrado no hace mucho, tras un leve instante de apreciar el cabello de su madre, para perderse en el momento que le regala el tiempo. Pero debe volver a abrirlos, pues algo desde algún lugar del mundo le dice que debe mirar a su alrededor.
Entonces, observa a los miles que le observan mientras permanecen en silencio, habiendo unos pocos pendientes de algún otro ente que se encuentre a su espalda en la arena. Casi puede ver sus almas y solo distingue crueldad.
Siente cada gota de lluvia sobre su piel, pero también siente como caen a su alrededor y humedecen la arena mientras el tiempo toma de nuevo su marcha habitual.
Desde sus ojos nace una lágrima de sangre, a la vez que vuelve a sentir aquella inquietud y temor que le invadieron desde un principio, un temor que creyó que se perdería en el olvido con el reencuentro que poco ha hecho cambiar su presente. Siente como aquella lágrima recorre muy lento su rostro mientras desde su interior vuelve a nacer aquel eco que proviene desde su corazón, aquel eco que es el origen de tan roja muestra de temor y tristeza: su alma ha vuelto a despertar para temer ante algo que él aún desconoce.
Mientras mira al público, comprende que el temor de su alma, su temor, nace desde aquello que observan unos pocos que no han fijado sus ojos en el cálido abrazo que se presenta desde el borde de este lugar.
Se perdió entre los cabellos de su madre y olvidó lo que le rodea y envuelve al mundo: el tiempo. Olvidó también que su vida depende de cuanto espere por marcharse de este lugar, pues su tiempo se acaba y el camino que deberá recorrer junto a su madre para vivir por fin en la paz que tanto ha esperado, se esfumará.
Olvidó incluso su propio dolor cuando el calor de quien por fin ha llegado, le envolvió. Olvidó la arena y al matador. Olvidó incluso el cruel acero que amenaza con arrebatar su vida, el mismo acero que ha cobrado ya su sangre.
Se ha perdido entre sus recuerdos y las canciones que trae el tiempo a sus oídos para alegrar su vida, y, con ello, ha perdido instantes que no han de volver. Ha perdido muchos segundos que alargaron sus vidas para darle más momentos en los que reflexionar y actuar.
Incluso ha olvidado aquello que fue motivo para permanecer ciego en su fe y su esperanza, aquello que permaneció en su cuerpo y fue quien es ahora y también un niño triste que recorría el mundo huyendo de la maldad para encontrar el amor que ahora tiene: olvidó el deseo por marchar a una nueva vida con su madre y abandonar este lugar para ser feliz nuevamente.
De pronto, no muy lejos, se oyen pasos cautelosos que vienen hacia él mientras observa, esta vez, desde aquel rincón de la arena que se encuentra a su lado, como se eleva desde el suelo una débil niebla que nace de cada gota de lluvia que ha muerto. Comprende entonces, al oír los pasos que pronto se perderán entre la niebla, que ha llegado el tiempo que tanto esperó.
Es tiempo de actuar.
Intenta, de manera gentil, pues no quiere herir a su madre, elevar su cuerpo para saltar por el borde y así marcharse, pero no puede. Entonces, intenta otra vez elevar su cuerpo y se ve frustrado por algo que desconoce mientras los pasos se aproximan lentos hacia donde él se encuentra.
Oye, entonces, que desde los rincones del mundo aún se escuchan los ecos que le invitan a dejar su dolor y acompañarles hacia lo desconocido, pues aún está a tiempo.
Observa también la niebla que se espesa ante sus ojos y ahora comienza a llenar la arena, mientras su alma grita y llora desde el interior de su corazón, pues se ha refugiado ante aquello que él no puede ver: algo le impide dejar aquel abrazo que comparte con su madre.
Siente el miedo que nace desde su interior, incluso ha vuelto a oír el llanto de las nubes y el temor de su gran amiga que ya no está presente.
Pronto su paz ha comenzado a alejarse y dar paso a un temor que se apodera con rapidez, incluso, de su mente. Con el temor a lo desconocido, cada paso a su espalda comienza a dar lugar a la desesperación y el desconcierto: quiere marcharse, pero no puede, algo le impide, incluso, voltear para observar desde donde nace aquella proximidad que le acecha.
Siente también como el viento ha vuelto con fuerza, como si intentase ayudarle a alzar su cuerpo para que pueda huir.
Porfía e intenta alzarse o voltear con gentileza mientras su madre mantiene sus brazos enlazados a su cuello. A su espalda, cada paso hace aumentar su desesperación al saber que el tiempo va agotándose ante la niebla y los ecos que también se acercan hasta él como un ensordecedor enjambre. Su corazón ha vuelto a entristecerse, ya está listo para marchar de vuelta a su hogar, pero algo lo impide.
Desde el cielo, detrás de las nubes, puede oír ahora los llantos de su blanca amiga, llantos que nacen ante aquello que ella y los miles que observan en silencio pueden ver, mas él no puede.
Ha llorado en silencio desde el primer beso que el acero le ha dado y sus lágrimas han recorrido mudas el camino que han seguido por su rostro, pero su temor pronto ha de romper con aquel silencio que ha guardado para mantener su calma.
Recuerda, pues vienen a él las palabras que una vez su alma le dijo un confuso día cuando eran dos entes separados y en desconocimiento de su anterior y actual unión: "¿Por qué les hablas? Algún día has de entender que tu voz, aquellas palabras que nacen desde lo profundo de tu ser, para ellos no son más que débiles bramidos o sonidos sin importancia. Podrás decirle a Judas, cuando llegue el día, que estás listo para volver y que lleve tu alma hasta la tierra de verdes praderas que un día te prometió; mas para ella solo serán bramidos y sonidos sin significado, al igual que para todos estos que te escuchan y tienen el corazón muerto y sus almas corrompidas por el odio". Recuerda las palabras de aquel que grita desde su interior y teme. Así, cruzan también por su mente, traídas por el desconcierto y la desesperación, ideas que en esta hora pueden romper su alma y destruir su fe, ideas a las que ha de recurrir en este día que poco a poco vuelve a mostrar su oscuro rostro.
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Editado: 13.10.2024