30. Otro Post-It.
IVANNA
Con mi teléfono todavía esperando que conteste alguna llamada o mensaje de Doble R, regreso al Maserati luego de almorzar sushi y pensando en mi nueva rutina vuelvo a la clínica con Babette: desde la mañana traje conmigo mi laptop y trabajo cuando Babette está entretenida con algo más o duerme. Trabajo en proyectos propios, los que he ido sumando durante los últimos meses y será lo mismo el resto de mis vacaciones. Sea como sea, al salir de Doble R solo me concentraré en lo propio y últimamente lo he descuidado por pasar tiempo con Luca.
«¿Tiempo mal aprovechado?»
En videollamada con la traductora de portugués, repasamos correos electrónicos del empresario que contacté en Río de Janeiro y después con los chinos, pues esa, concretada después de mi cumpleaños, es hasta ahora mi cuenta más grande.
—Tendré que ir a Pekín —le digo a Babette con una sonrisa a pesar de que está dormida.
Desearía compartir mis logros con ella, o que por muy loco que parezca papá también se diera cuenta de lo lejos que he llegado, lo admito: a veces pienso en eso, pero... es imposible. Somos mi laptop y yo, y a veces Pipo o la perrera.
Llamo a Michelle para preguntarle por Sherlock y luego ayudo a Babette a almorzar. Es viernes, en la clínica hay más visitantes que de costumbre, por lo que mantengo la puerta abierta para que Babette perciba un ambiente menos tenso y eso ayuda a que acepte la comida que le doy sin volverlo un problema.
Mientras come le digo en francés que todo estará bien, que pedí vacaciones en mi trabajo para cuidarla y que planeo hacer cosas juntas, como leer o ejercitar sus articulaciones a petición de la doctora; sin embargo, Babette no se muestra interesada ni en lo uno ni en lo otro, simplemente suspira y desvía la mirada hacia el muro que le pintó Luca.
Siente nostalgia.
Siguiendo su mirada, me pregunto si la podría sacar unos días del hospital para llevarla a Francia. Eso es algo que debería consultar con su doctora y me prometo que lo hablaremos la siguiente vez que nos veamos.
De momento, lo que sí puedo hacer por ella es ponerle «Jezebel» de Édith Piaf, lo que la hace estirar su cuello y celebrar. La recuerdo escuchando una y otra vez esa canción y el resto del repertorio de Édith, e incluso pintarse las cejas como ella.
Mamá, una vez más, demuestra que ha olvidado «todo», menos lo que la hace feliz.
Pasan veinte minutos hasta que alguien toca la puerta y entra con un nuevo ramo de flores en mano.
De nuevo es Omi.
Lo esperaba, hoy por la mañana me preguntó dónde iba a estar y puede venir cuando quiera a la clínica al ya estar autorizado a entrar.
—Cualquiera pensaría que sí me estás pretendiendo —digo, poniéndome de pie para recibirlo.
—Desde luego ya quedó claro que estoy a favor del poliamor —me recuerda.
«¿Poliamor? ¡Sí; claro!»
—Pero yo no —devuelvo.
—Dijiste que anduviste con hombres casados —me recuerda ahora al mismo tiempo que saluda a mamá besando sus manos.
Arqueo una ceja.
—Y con más de dos a la vez. Hice «labor social» mucho tiempo alejando infieles de sus parejas —contengo la risa al decir «labor social»—. Pero no es lo mismo. Además, ahora busco una relación estable.
También me sorprende escucharme diciendo eso.
—¿Llamaditas?
«¿Por qué lo tiene que mencionar?» Muevo hacia un lado mi cabello con incomodidad y vuelvo a tomar asiento.
—Difícil... Pero no hablemos de él —ruego, pues en lo que va del día he conseguido no ir allí—. Pregúntame otra cosa.
Omi, al igual, parece aliviado.
—Me parece perfecto porque admito que también te quiero preguntar por Victoria —lo dice apenado, supongo que quiere evitar que me sienta utilizada, pero le hago ver que ese no es el caso.
Durante mucho tiempo del mismo modo supliqué información de Luca.
—Intenté llamarla anoche y dijo que sabe que «ya sé» —digo—, literalmente me escribió «Sé que ya lo sabes» y me pidió esperar un par de días para reunirnos y hablar. Dice sentirse abrumada.
Últimamente ese es un sentimiento habitual en Victoria.
Omi, con clara pesadez sobre los hombros, deja salir aire que retiene. A mí parecer había contenido la respiración desde la primera mención de Victoria y ahora se ve preocupado.
—Al menos te contestó —musita, sorprendiéndome.
—¿A ti no?
Pensé que se habían «reconciliado». Es decir, pasaron la noche juntos.
Él esboza un gesto negativo y enseguida una sonrisa modesta.
—Pero me contarás lo que platiquen —da por hecho.
Abro y cierro mi boca antes de contestar.
—Sí ella lo autoriza —niego—. Tampoco le diré nada de lo que tú me has dicho —agrego antes de que Omi se queje—. Ahora los considero a los dos mis amigos..., lo mismo Michelle; lo que me deja en una situación incómoda —estiro mi boca en otra mueca—. Aunque, a decir verdad, no más complicada que mi propia vida personal.
Quiero reír pero Omi no me lo permite, dice contemplar dolor en mi mirada al siquiera intentar hablar de ello y musito que se queda corto, pero, cuando menos, tengo más clara mi situación y ya no tengo miedo a hablar con la verdad.
Luca es una contradicción, pero reconociendo que yo misma fui una contradicción hace dos años me digo que puedo entenderlo y obligarle a hablar de forma clara. Se acabaron las medias tintas para nosotros.
—¿Con Michelle tampoco has hablado? —pregunta Omi, por fortuna cambiando de tema.
—No —lamento decir—. Solo quedamos en que hoy por la tarde me avisaría si Sherlock se quedará el resto de la semana con ella o con Victoria, porque yo estaré todo el día aquí y sería injusto para ella.