La jefa

41. Despechada.

 

 

41. Despechada.

 

IVANNA

 

El silencio luego de la partida de Laura no es incómodo, en mi oficina solo se encuentran mis amigas y están al tanto de todo, pero la mudez sí es inquietante.

No quiero estar a solas con mis pensamientos.

Simoné y Lina apostaron que Luca ya viene en camino, que no esperará para hablar. No obstante, Victoria y Michelle consideran que, por cómo se dieron las cosas y la actitud que tomó Luca las últimas tres semanas, antes de venir se asesorará o de nuevo evadirá.

Yo no sé qué esperar.

Por otro lado, siento miedo. Desde lo que dijo Laura y escuché de Michelle y Simoné sobre las «decisiones apresuradas», me tomé un momento para reconsiderar y ahora temo cometer un error.

«Otro error».

En mi haber hay una larga colección de metidas de pata que complicaron mi situación y no quiero otra en fila.

Me digo que no quiero tener al Positivo, que no estoy preparada, que no es algo que planeé ni se ajusta a mi agenda, pero tampoco estoy segura de querer retirarlo ahora mismo.

Como fue el caso de Michelle y Simoné, no quiero tomar una decisión apresurada.

A su vez, y esto del mismo modo me lo debato: «¿Realmente es una decisión apresurada?» Siempre he sabido lo que quiero y no quiero, y un hijo o hija encabeza la segunda lista, pero, ¿por qué la vacilación entonces?

¿No soy una mujer con determinación?

¿De no hablar con Michelle, Simoné o Laura hubiera dudado?

¿No apresurarme es lo correcto?

Victoria advierte que mi nivel de ansiedad se elevó y me pide tomar asiento. Sé que lo entiende, sé que me entiende.

No es fácil.

—No quiero tomar una decisión apresurada —musito al mismo tiempo que tengo ganas de llorar.

Quiero estar segura.

—Pero también tengo miedo de que, haga lo que haga, después me arrepienta.

—¿Qué es lo que quieres hacer? —me pregunta Simoné.

—No tenerlo —exclamo, como si fuera algo ya resuelto.

—Entonces, aprovechando que estamos contigo, vamos ahora mismo a terminar con esto —propone y el resto está de acuerdo. Hasta cogen sus bolsos.

Pero no me pongo de pie.

No me pongo de pie.

¿Por qué temo equivocarme?

¿Por qué la ambivalencia?

—Ivanna, está bien —intenta tranquilizarme Simoné—. No lo tienes que decidir ya. Yo me tomé un mes.

«¡¿Un mes?!»

Trago duro.

—¿Y no tuviste miedo de encariñarte?

—Pues eso mismo cuenta como una señal, ¿no? —dice Simoné, sonriéndome.

»Lo importante es que estés segura.

—Tal vez Laura tiene razón y necesitas hablarlo con Luca —opina Lina.

Niego con la cabeza.

—No sé si es eso. —Meto la cara entre mis manos.

»Siento que, haga lo que haga, será una estupidez.

»¿Qué debo hacer? —pregunto a todas esperando una respuesta, pero ninguna quiere opinar.

—No hay prisa —sigue consolándome Simoné.

«No hay prisa». No obstante, como si con esa declaración Simoné me atrajera más problemas, mi móvil notifica un mensaje de Lionel Rodwell para «recordarme» que mis vacaciones terminaron y debo presentarme en Doble R para resolver pendientes y entregar mi puesto.

—Que espere —opina con enojo Victoria.

—No, todavía es mi trabajo —exhalo, mentalmente cansada—, y entre más pronto salga de todo eso; mejor.

»Pero tampoco lo voy a complacer —mascullo. Por lo que, froto mis sienes y en otro mensaje le contesto a Rodwell que llegaré hasta el miércoles, pero que hable con Grisel y me envíe con un mensajero lo más urgente.

Agrego a qué lugar hacer el envío y con eso revelo a todo Doble R en dónde se encuentra mi nueva oficina. Pero no me importa, de todos modos lo iban a saber pronto, ya que, finalizada la remodelación, debo preparar una inauguración e invitaré a todo Ontiva.

—En todo caso, pediré en recepción que no dejen subir al mensajero. No estoy de ánimos para tener aquí a nadie de Doble R.

Me dejo caer en mi asiento.

—A Luca le dijiste que pregunte por «La jefa» —me recuerda Michelle y muestro arrepentimiento. Lo que sea que dije, fue enfadada y tampoco quiero complicar más todo con Luca.

De manera que, cuando llamó a la recepción general del edificio, pido que hagan una sola excepción y me avisen cuando llegue el mensajero de Doble R, y que, al resto de visitantes, tal como es lo acostumbrado, solo los dejen subir. Pues, además de a Luca y al mensajero, hoy espero decorado y muebles de oficina.

Además de personal de paquetería, debo acostumbrarme a que visitas entren y salgan de este piso cuando deseen, pero no será lo mismo cuando venga alguien de Doble R. A sus posibles espías los tendré vigilados.

Esto no es Doble R; es territorio Rojo.

Al recibir los primeros muebles del día, y aprovechando de que al menos hoy tienen relevo en el centro de estética, las chicas alargan su permiso de trabajo y se ofrecen a ayudarme a limpiar y organizar todo.

En lo que distribuimos tareas y revisamos en bodega con qué contamos, Lina va a un supermercado cerca por cubrebocas, lienzos, escobas, fregonas, palas recogedoras, bolsas y desinfectante.

Como aún no tomo una «decisión apresurada», y aunque no lo quería así, Simoné insiste en que por precaución no empuje ni cargue ningún mueble pesado. Por lo que, mientras Victoria y yo barremos y fregamos pisos, Michelle, Lina y Simoné ayudan a repartir a mi gusto las sillas, archiveros, escritorios o sofás que continúan trayendo de paquetería.

Mi idea era contratar personal de limpieza y una decoradora, pero la Perrera insiste en que hacerlo nosotras me servirá, cuando menos hoy, de distracción.

Y tienen razón.

Me entretengo platicándoles cómo me fue en India, Tailandia y China, los planes que tengo para estas instalaciones y la idea que se me ocurrió hoy más temprano por Laura de también trabajar con empresas pequeñas.




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