La jefa

43. Azul

 

 

*suspira* Repitan después de mí: Mi madre no parió a una perr* débil, no voy a llorar al leer esto.

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43. Azul

 

IVANNA

 

Si la mañana que vi entrar a Luca Bonanni en mi oficina, vistiendo un traje viejo, me hubieran dicho que un día tiraría de su camisa para que no se vaya a los golpes con alguien por un «Positivo» en común, no lo hubiera creído. Juro por el Maserati que no lo hubiera creído.

—¡Ya! —repito, empujándolo de cara a mí contra la puerta del copiloto del Nissan color azul.

Y como este baja la ventana puedo darme cuenta de que Roy está adentro. Roy, balanceándose hacia adelante y atrás, repitiendo en estado hipnótico la canción de Dos manitas.

—¡Se adueñó del enanito! —me pasa queja Luca.

Sí, queja.

—¿Y esa es razón suficiente para querer golpearlo?

—¡Sí!

«¿Sí?»

Lo mantengo contra el Nissan a modo de inmovilizarlo, está increíblemente molesto.

—¡Es un fanfarrón!

—Tú no lo conoces como yo —señalo—. Ha tenido un día difícil y es mucho más susceptible que tú y yo.

Pero para Luca es peor que defienda a Omi.

—¿Si lo quieres apellidar «De Gea» para qué me llamaste? —masculla, de nuevo refiriéndose al enanito—. Y treinta y dos veces.

—¡Al menos llevaste la cuenta! —replico, también molesta, porque es mi turno—. Porque, si hubieras contestado, jamás hubiéramos terminado en un espectáculo semejante.

Luca alza las cejas.

—Déjame terminar. —Levanto mi dedo índice—. Jamás hubiéramos terminado en un espectáculo semejante... al menos esta semana.

Como sea, cuando Luca me va a contestar, el ruido de tacones acercándose nos alertan. Es Victoria, con su bolso y el sobre de mi examen de sangre en mano. «¿Qué mier...?» Me entrega el sobre que había dejado caer y se dirige a Luca, solo a Luca.

—Ivanna y Omi no tienen nada más allá de una reciente relación de negocios —le aclara, sorprendiéndome—. De hecho, yo los presenté y también he usado la amistad que iniciaron para continuar engañando a mis amigas y a la familia de mi esposo. —Luca no comprende y Victoria rebusca en su bolso hasta encontrar una cartera, ahí parece guardar dinero, tarjetas, facturas y... fotografías, y eso es lo que le muestra a Luca: tres fotografías, una seguida de otra, de ella y Omi besándose con el mar de fondo, otra abrazados dentro de una alberca y brindando durante una cena.

Luca contiene el aliento.

—Soy yo la que tiene una relación con Omi —continúa mi amiga—, y hablo en presente porque, al parecer, esto es de no acabar. —Vuelve a buscar dentro de su bolso y esta vez extrae otro sobre con el resultado de su propio examen de sangre.

Eso también se lo muestra a Luca, señalando su nombre y la fecha para que no quede dudas.

—Al hablar de «Omi Jr.», Omi se refería a nosotros, no a Ivanna. Lo dijo para que yo lo escuchara, pero también para fastidiarte a ti. Es claro que le gusta fastidiarte.

Luca vuelve la cara para ver con enojo a Omi y después con gratitud a Victoria.

—Tal vez nos hubiéramos evitado todo esto si escucharas a Ivanna. Si, al menos, desde que se reencontraron la dejaras hablar y contestaras sus llamadas.

Por fortuna, «Llamaditas» tiene la bondad de mostrar culpa.

—Confío en que te guardarás cierta información para ti —ruega por último Victoria y Luca asiente.

»Es todo —se despide, volviéndose y alcanzo a gesticular un «Gracias» en su dirección antes de que regrese con Omi y las chicas.

De nuevo solos, más relajado, Luca deja caer sus hombros y espalda baja con comodidad contra la puerta de copiloto del Nissan.

—Pero sí se acostaron —me recuerda.

—Entonces no sabía de ese lío —Me cruzo de brazos—, y de todas formas ni siquiera terminé.

Luca asiente.

—¡Orgasmo fallido! —Aprovecha para echarle en cara a Omi y otra vez debo sujetarlo contra el Nissan—. Eso jamás volvió a pasar, ¿cierto? —me exige aclarar y niego con la cabeza.

—Fui a Tailandia para que me presentara gente. El empresario al que le dijo que salimos fue para quitármelo de encima.

Escuchar eso continúa apaciguando a Luca, pero su histeria me tiene estresada, es como no bajar por horas de una montaña rusa.

—Pese a todo, Tailandia, los yates y los coches de alta gama, nada con Omi se asemeja a lo que he vivido contigo.

—Por supuesto —sonríe, triunfal.

—Pero eso no significa que no sea mi amigo y que no la pase bien con él.

Otra vez Luca no parece convencido.

—Pero, hasta ahora, nada dio motivo para que le hables en francés —quiere saber—. Júralo. —Lo necesita con desesperación.

Me fuerzo a no sonreír.

—No. Nunca le he hablado en francés.

Luca agacha la cara, asintiendo. Es como si se quitara otro gran peso de encima, uno del tamaño de Europa, ya que tiene que ver con Francia; o Asia, siendo el caso de que, peor aún, tiene que ver con Tailandia.

—¿Tenerlo en cuenta hubiera cambiado tu forma de hablarle? —le pregunto.

—Por supuesto.

Simulando mantener la guardia baja, Luca suspira y de nuevo se vuelve hacia Omi.

Va te faire foutre! —le grita. Expresión que, en francés, significa «Que te jodan».

—¡Luca! —Lo empujo. Y, al volverse, lo hace despacio, posiblemente consciente del error que cometió.

Suprimo otra sonrisa.

«Sabe francés».

—Escuché la frase en una película —se excusa.

«Sí, claro».

Connard! —añade, de vuelta mirando a Omi.

«Connard» significa «Imbécil», por lo que de nuevo lo miro molesta.

—Lo oí en la misma película —justifica.

—No tienes por qué avergonzarlo.

—No se siente avergonzado. Su ego es del tamaño del Taj Mahal. —Luca vuelve a señalar a Omi, que no tiene idea de qué le han gritado ni manera de averiguarlo.




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