*·。·*·。·*·。·NOAH·。·*·。·*·。·*
Dormí poco después del mensaje de Keyla, pero me levanté con la energía renovada. Después de tanto buscar trabajo, finalmente había encontrado uno, no era fijo, pero era una oportunidad que no iba a dejar pasar.
Puse el despertador media hora antes para no estar corriendo como loco en mi primer dia de trabajo, y mucho menos, incomodar a Liam. Preparé el desayuno de Liam como siempre, huevo duro, pan tostado con solo queso crema encima, un vaso de jugo de naranja sin pulpa, y las vitaminas que le recetó la terapeuta. Apague la luz de la cocina y solo deje la luz natural que entraba por la ventana, porque la luz fuerte le molestaba, y no puse música, a Liam no le gustan los ruidos por la mañana.
Él salió de su cuarto ya preparado, con su camiseta de superhéroe y sus audífonos ya puestos, me señaló los platos y asentí, solo esa señal le bastó para sentarse a desayunar en silencio.
—Hoy te dejo en la escuela y te paso a buscar como siempre, a las cuatro, tengo un nuevo empleo, si todo sale bien, en unos días retomaremos las terapias, y podré comprarte ese superhéroe que tanto quieres. —Él levantó el pulgar sin mirarme. Me bastaba con eso. A pesar de ser tan poco comunicativo, algunas veces solía escucharme, y me agradaba contarle lo que hacía en mi día a día cuando no estaba cerca de él.
Terminó de comer, se puso el impermeable y sus botas de lluvia, lo ayudé con la mochila, verifiqué que llevara la agenda y su peluche de apego, también su botella de agua.
Salimos. Todavía llovía, pero menos que el día anterior, caminamos despacio, él saltó en los charcos durante todo el camino, sin soltar mi mano. No me importo que mi pantalón llegara un poco lleno de barro. En la puerta del colegio me agaché a su altura y le expliqué otra vez que a las cuatro estaría en la salida de siempre. Me miró dos segundos, tocó su reloj y entró sin decir nada. Con Liam es así, pocas palabras, pero comunicación exitosa
Tomé el transporte hacia la agencia. Revise el mensaje de Keyla: “Te espero mañana, ocho de la mañana”. Faltaban quince minutos para las ocho cuando bajé del autobús, compré un café en la esquina, no quería llegar con el estómago vacío y tampoco quería pedir nada al llegar.
Entré a TravelWinds cinco minutos antes de la hora, Keyla ya se encontraba allí, con una camisa sencilla y el cabello recogido, esta vez no estaba gritando como maniática al teléfono y la pobre persona al otro lado de la línea, pero su sonrisa era, definitivamente, de una mujer medio deschavetada.
—Buen día, Keyla —dije.
—Pasa. Empecemos de una vez —respondió. Señaló un escritorio cercano a su oficina. Me presentó a Elian y me mostró toda la oficina, no muy grande, pero ideal para lo que teníamos que hacer.
Me senté en el lugar que me asignó, Keyla me explicó el plan del día de forma rapida y concisa, me gustó eso, sin rodeos, claves de acceso, luego, cómo usar el sistema para buscar vuelos y hoteles, cómo responder correos simples. Cosas muy simples pero a la vez, complicadas.
Anoté todo, no quise parecer un sabelotodo, pregunté lo necesario. Elian me mostró atajos del sistema y me contó por encima como se manejaban los clientes y proveedores, nada del otro mundo, también me contó algunas cosillas sobre la jefa, y la nuevamente ausente asistente.
Keyla me pasó mi primera tarea, responder un correo de una pareja que pedía una cotización básica para otro país, cuatro noches, fechas definidas, me compartió el modelo que utilizaban en la agencia, reemplacé datos, revisé dos veces, y se lo envié para que lo aprobará antes de mandarlo. Gritó desde la oficina un “bien” como aprobación.
A media mañana ya había contestado dos correos y organizado una parte de la hoja. Keyla me pasó el chat web con respuestas modelo para las preguntas comunes: “¿qué incluye el plan?”, “¿puedo cambiar la fecha?”, “¿cómo pago?”. Así fue pasando el día, en menos de nada ya era mediodía.
—¿Quieres almorzar en la esquina? —preguntó Elian frente a mi escritorio. Negué con la cabeza. El presupuesto era bajo para darme el lujo de comer en un restaurante, traía un sandwich en mi mochila.
—En otra ocasión será, traje algo de comer. —Levantó un pulgar en mi dirección.
—Cuando quieras vienes a almorzar conmigo, ese lugar te encantará, la comida es deliciosa. —Asentí.
Esperé que se marchara y me serví un café de la cafetera para acompañar mi comida. El resto del día paso normal hasta la hora de la salida, o al menos, mi hora de salida, algo no negociable. Me acerqué hasta la puerta de la oficina de Keyla y golpee.
—¿Puedo hablarte un segundo? —pregunté.
—Sí —respondió, sin levantar la vista del computador.
—Debo irme —dije sin rodeos —Mi hijo sale a las cuatro. No hay quien lo recoja. No puedo dejarlo en la escuela. Vuelvo si hace falta y me quedo más tiempo. —Keyla me miró serio.
—Aquí cerramos a las seis —dijo.
—Lo sé, puedo compensar, puedo llegar antes, puedo dejar listas las tareas de la tarde antes de irme. Solo necesito salir a las cuatro para recogerlo. —Se cruzó de brazos, miró el reloj, y luego me miró a mí. Sentí un nudo en el estómago, estaba esperando que dijera algo como “Vete y no vuelvas” o “mejor busca otro trabajo” pero, sorprendentemente, no.