La Jefa de Papá

07.

*·。·*·。·*·。·NOAH·。·*·。·*·。·*

Las semanas después de aquel sábado pasaron super rapido, ya conocía el ritmo de la agencia, ya no me perdía en el sistema, Keyla ya no tenía que repetir las mismas instrucciones tres veces, y Liam ya había entendido que de lunes a viernes había colegio y después terapia, y que los sábados, a veces, podíamos ir a la oficina.

Conseguí por fin las terapias, eso me quitó un peso de encima. Fui, pedí, expliqué, entregué papeles, mostré el diagnóstico, insistí un millón de veces. Al final dijeron que sí, por fin consiguieron liberar un poco la agenda, y empecé a llevarlo tres días a la semana, dos después de clases, y otra el sábado en la tarde.

Le hablé a Keyla para solicitar un permiso más, era poco prudente teniendo en cuenta que ya me daba el privilegio de salir antes

—Los martes y jueves debo salir veinte minutos antes, debo llevar a terapia, igual dejo todo listo —Se quedó quieta mirándome unos segundos, luego asintió.

—Recuerdame en la mañana el día que te vas temprano, y deja todo listo, si no lo dejas listo, no me sirve. —Y ya. No preguntó la razón de las terapias, ni qué tenía Liam, no me metió el dedo en la llaga, solo me dio espacio.

Las tardes se volvieron más ajetreadas, lo recogía en la escuela, le daba una merienda rápida en el camino, íbamos a terapia, debía esperarlo en la sala con otros papás igual de cansados a mi, y luego a casa. Dentro de todo, Liam lo aceptó. A veces llegaba más irritable, a veces más tranquilo.

Mientras tanto, yo revisaba en el celular el chat de la agencia, por si Keyla pedía algo de última hora. A veces escribía: “Noah, ¿me ayudas con este cliente?”. Yo contestaba: “Te lo dejo hecho en la noche”. Y lo hacía. De noche, ya con Liam dormido, me sentaba en el sofá y respondía. Así no perdía el trabajo ni la cabeza.

En la agencia la cosa estaba medio rara, pero controlada. Andrea seguía en su papel de “yo soy la que manda aquí” pero ya no podía caminar con tanta libertad entre los puestos porque Keyla la tenía con el ojo encima. Igual, cada vez que podía, soltaba uno de sus comentarios pegajosos.

—Noah, ¿ya viste la carpeta que dejé? —decía, con el tono ese que parece que está coqueteando hasta con la impresora.

—Sí. La vi en el drive. —No me tomaba la molestia de mirarla, había algo en ella que no me daba buena espina.

—Ay, qué serio eres… —se quejaba y se iba. —Elian se reía.

Cuando Andrea se iba, siempre decía en voz baja: “Esa mujer un día se va a resbalar pero no en el piso”. Yo fingía que no lo escuchaba. No me gusta el chisme. Pero sí me quedó sonando algo: ¿qué tanto hablaba Andrea fuera de la agencia?

Ese día que todo se complicó fue un jueves, llovía a cantaros. Terminé en la agencia todo lo que tenía que hacer, dejé los correos listos, marqué en la hoja qué estaba pendiente y me fui a recoger a Liam al colegio. Él salió con su peluche bajo el brazo, lo abracé del hombro y nos fuimos caminando rápido porque la lluvia estaba empezando a caer más fuerte.

—Vamos a terapia —le dije—. Después vamos a casa y vemos un capítulo.

—¿De superhéroes?

—Puede ser, le puedes hablar de tus superhéroes a tu doctora.

—¿Con Keyla?

—No, solo nosotros.

—Siempre somos solo nosotros, ¿Puede ir Keyla? —sonreí un tanto incómodo. No me lograba explicar cómo había compaginado tan bien con ella.

—Luego le preguntamos si quiere venir. —Asintió y siguió caminando.

A veces me preguntaba por ella, no siempre, pero cuando lo hacía me sorprendía que la nombrara con naturalidad. Para él no todos los adultos son “seguros”, pero ella sí.

Llegamos a terapia, lo entregué, me senté a esperar como siempre. Saqué el celular y revisé el chat de la agencia. Keyla había puesto: “Mañana llega un cliente a primera hora. Quiero todo al día. Andrea, con evidencias”. Andrea puso un “ok” con carita. Yo puse: “Lo que dejé listo hoy”. Keyla contestó con un “bien”. Nada más.

La terapia terminó, salimos. Liam iba tranquilo, jugando con el agua de la lluvia con la mano, caminábamos hacia la esquina para tomar el transporte cuando un carro oscuro se acercó demasiado. Bajo su ventana y se me quedó mirando fijamente.

Bajó del carro sin siquiera decir “buenas tardes”. Cerró la puerta con fuerza y se quedó frente a mí, no me gustó su cara desde el primer segundo.

—Tú eres Noah —dijo, como si estuviera seguro pero quisiera que yo lo confirmara.

—Sí —respondí.

—El nuevo de TravelWinds.

—¿Necesita algo? —pregunté, ya con Liam más pegado a mi costado.

Me miró de arriba abajo como evaluándome, como si estuviera buscando algo que decir para rebajarme. Como si yo no supiera qué es trabajar hasta que se le acaba a uno la fuerza.

—Soy Marcus, el prometido de Keyla, ella lleva semanas sin contestar mis mensajes —soltó —Semanas. —Repitió, —y tú llegas, y de la nada ella no responde.

—No sé qué pasa entre ustedes —dije, sin alterarme —Yo trabajo para ella y su agencia, eso es todo. —Liam se tensó. No le gustaba el tono de Marcus y me lo mostró cuando se agarró más fuerte de mi chaqueta.




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