*·。·*·。·*·。·KEYLA·。·*·。·*·。·*
Esa noche estaba demasiado agotada pero tranquila, a pesar de las circunstancias, había hablado con Noah afuera de su edificio, me contó lo de Marcus y lo de Andrea, se abrió conmigo y me conto eso que algunos padres temen contarle a los demás, no por vergüenza, por miedo al rechazo, y luego de aquello me fui a casa más tranquila. Me duché, me puse una sudadera, calenté algo de comer y estaba por acostarme cuando golpearon la puerta. Miré la hora. Tarde. Sabía quién era.
Abrí y frente a mi estaba él, Marcus, con cara de pocos amigos. Entró empujandome un poco, dejó las llaves sobre la mesa y me encaró.
—Vamos a hablar —dijo.
—No —respondí —No tengo nada que hablar contigo. Lo que tenia que decir ya lo dije —Se rió sin gracia, sacó el celular y me mostró una foto.
Éramos Noah y yo frente al edificio de él, cerca de la portería. Yo apoyada en la pared y Noah tomándome de la muñeca. La foto estaba recortada como para que pareciera otra cosa.
—Andrea me la mandó —soltó, satisfecho —¿Ves? No estoy loco. —Lo mire fastidiada.
—Te repito lo mismo de siempre —contesté —No te debo explicaciones. Menos con una foto sacada de contexto y enviada por alguien a quien no le importa en obsoluto mi vida. Ese es mi asunto y lo voy a resolver yo. No tú. Otra cosa, lo que Andrea y tu tengan, tampoco es de mi interes, pueden seguir en sus cosas, lejos de mi.
—¿Te crees muy lista? —apretó los dientes —¿Desde cuándo te gusta que te agarren de la mano afuera de edificios que no son el tuyo? —Cambio el tema. Enarque una ceja divertida
—No te importa lo que haga o no con Noah, ya te deje claro que quiero que te vayas muy a la mierda —corté —Te tengo que dejar algo claro es esto, aquí no vuelvas a entrar para insultarme, ya no eres nada mio, y no tienes ningun tipo de derecho.
—Eres una malagradecida —respondió, subiendo el tono —Yo estuve ahí cuando empezaste con esa agencia de juguete, ahora te crees la gran cosa.
—Basta —le señalé la puerta —Te vas y no vuelves. No voy a tolerar que me faltes al respeto en mi casa.
—No me vas a botar —se cruzó de brazos —Si quieres que me vaya, me explicas primero qué haces a esas horas con tu empleado.
—Lo último que te voy a dar son explicaciones —repetí —Te vas, Marcus. No me obligues a llamar al celador y armar un papelón.
Me sostuvo la mirada unos segundos. Por primera vez dudó, guardó el celular, agarró las llaves y se acercó lo suficiente para alcanzar a rozar nuestras manos. No lo dejé, abrí la puerta y señalé el pasillo.
—No vuelvas —dije, sin gritar—. Ya no te atiendo llamadas ni mensajes. Fin. —Salio dando un fuerte portazo.
Eché seguro y me quedé un minuto apoyada en la puerta.
Respire un par de veces antes de hacer una nota mental. Recordar cambiar las guardas, utilizar los videos de las cámaras de seguridad para dejar registro de todo lo sucedido y buscarle el quiebre a Andrea.
Dormí poco, pero dormí. A la mañana siguiente llegué a la agencia antes que todos. Abrí, prendí luces, preparé café y me senté a escribir. Redacté un memo interno, “Conductas esperadas en oficina: respeto al espacio de trabajo, cero acercamientos físicos no solicitados, cero comunicaciones externas sobre asuntos internos, todos los archivos por canal oficial”. Lo dejé listo.
Antes de las ocho entró Noah, saludó normal. —Buenos días —dijo, con una enorme sonrisa en su rostro.
—Reunión a las diez —avisé —Nadie se mueva de su puesto hasta entonces.
La mañana arrancó con movimiento, todo normal, había buen ritmo de trabajo desde la llegada de Noah y me agradaba, cerca de las diez salí de mi oficina y me quedé en la zona de los puestos para que estuviéramos los cuatro.
—Colaboradores de esta hermosa agencia, hay algunas cosas que me gustaría informar. Desde hoy todo lo relacionado con la agencia va por canal oficial. Está prohibido comentar cosas de la agencia con terceros. Además, cero contacto físico innecesario en la oficina. Si alguien siente que su espacio personal ha sido invadido, me lo dice de inmediato. ¿Claro?
—Claro —respondió Elian.
—Claro —dijo Noah.
—Claro —repitió Andrea, mirando a Noah.
Terminé, volví a mi oficina. A los minutos oí un golpe seco y luego el típico “ay” sobreactuado de Andrea. Salí de inmediato, la encontré “tropezada” junto al escritorio de Noah, una mano en el respaldo de su silla y la otra sobre el brazo de él, inclinada como si se fuera a caer. Noah la estaba sosteniendo, por puro reflejo. Fue un instante, pero ella, rápida, le dio un beso en la comisura de sus labios. No fue un accidente, lo vi claramente, Noah se apartó enseguida con una expresión sombría en sus ojos.
—¿Qué haces? —preguntó completamente enfadado, se le notaba.
—Perdón. Me resbalé. —Sentí mi cara arder de la rabia.
—Andrea, a mi oficina. Ahora —ordené —Noah, quédate. —Ella intentó sonreír como si fuera chiste. No le funcionó. Esperé que entrara a la oficina y me senté en mi silla mirándola fijamente.
—Vi lo que hiciste —Murmuré —Te acercaste de más, fingiste un resbalón y lo besaste. Eso no es un accidente, eso es una falta grave.