La Jefa de Papá

09.

*·。·*·。·*·。·NOAH·。·*·。·*·。·*

Las terapias empezaron a hacer diferencia. No fue de un día para otro, pero se notaba. Liam ya no se tapaba las orejas por cualquier sonido, solo cuando el ruido era muy fuerte. En la mañana aceptaba mejor la rutina, se vestía con menos pelea, y en la tarde llegaba más regulado. La terapeuta me pidió llevar un registro simple de avances y crisis. Lo hice todos los días. Anotaba incluso las cosas más pequeñas como “aceptó cambio de ruta”, “pidió una comida distinta”, “saludó con voz baja”, “probó fruta nueva”. Eran cosas pequeñas, pero a mí me importaban, se lo conté a Keyla una tarde en la salida.

En la agencia yo me movía más rápido, ya no me demoraba armando plantillas, ya sabía qué usar para no vender humo, ya tenía mis respuestas, todo perfecto, estaba tomando mas cancha en el trabajo y eos me servia de experiencia mas adelante.

Por alguna extraña razón, mis ojos no se apartaban de Keyla, me parecía una mujer muy interesante cuando trabajaba. Era directa, perfeccionista, dura si alguien se pasaba, no le gustaba perder tiempo. Me caía bien esa parte. Pero también tenía otra cara, más amable, mas encantadora, que se notaba con los clientes difíciles o con Liam cuando él se acercaba a enseñarle un dibujo.

Me gustaba verla cuando dejaba las cosas de lado solo para prestarle atención a Liam, para escucharlo atentamente cuando hablaba de su superhéroe favorito aunque ella no supiera nada de superhéroes, cuando recibía un dulce de su manita a veces sucia y se lo llevaba a la boca sin incomodarse, o simplemente cuando le peinaba los cabellos con su mano y Liam sonreía.

La semana estaba pesada, el lunes cerré dos paquetes y dejé un cobro programado, el martes, en compañía de Keyla lo resolvimos juntos en menos de una hora. El miércoles, ese día fue un punto aparte de la semana, un punto que Keyla estaba esperando. Andrea llegó dos horas tarde con actitud de nada me importa, se sentó sin saludar, moviendo el celular como si fuera la dueña del lugar, al rato se dignó a moverse de su lugar, hizo una vuelta por la agencia y se acercó a mi escritorio con aires de grandeza dejando una carpeta encima.

—Revisa esto —dijo, altanera.

—Si no es mi trabajo, no me interesa —respondí, sin mirarla, notando que era una de sus carpetas —Es tu carpeta de seguimiento, que seguramente está a medias.

—No, pues el señor todo lo hago perfecto —bufó. y se agacho sobre el escritorio quedando su rostro muy cerca al mío y dejando a la vista su pronunciado escote, —¿También eres perfecto en la cama?

—Andrea, ¿a qué hora llegaste hoy? —Keyla la llamó desde la puerta de su oficina.

—A la hora de siempre —contestó, levantando la barbilla.

—¿Cual es la hora de siempre? —dijo Keyla —porque las cámaras dicen que llegaste más de las diez y el horario de entrada es a las ocho. —Escuche a Elian hacer “uuuu” desde su lugar.

—Tuve una cita importante —dijo, alejándose lentamente de mí y mirando su teléfono celular..

—¿Soporte de tu cita?

—No tengo porqué darte explicaciones de mis citas —soltó, cruzando brazos. ¿Acaso no entendía que era la jefa? Obvio tenía que darle explicaciones.

Keyla no elevó la voz, señaló la silla frente a su escritorio y entro a la oficina. Andrea hizo una mueca de fastidio y entró sin ganas. La puerta quedó entreabierta, no escuché la conversación palabra por palabra, pero sí algunas cosas, Andrea alzó la voz, dijo que “todos llegan tarde alguna vez”, que “estaba cansada de sus ridículas normas”, que “tú también te acercas al niño y nadie te dice nada”.

—Andrea —dijo Keyla —Llevas advertencias por ausencias, por incumplimientos y por una conducta que ya quedó documentada. Hoy llegaste dos horas tarde, sin soporte, y respondiste de forma irrespetuosa. A partir de este momento, estás despedida con justa causa, la notificación va a tu correo. Firma recibido por favor.

—¿Me estás echando? —se rió sin gracia mientras gritaba —¿Por llegar tarde?

—Por llegar tarde, por no entregar soportes, por ignorar protocolos y por faltarme al respeto —enumeró Keyla —Ya está. Firma.

Andrea salió de la oficina super enojada, detrás de ella salió Keyla con la carpeta en la mano y la siguió a su escritorio entregándosela, Andrea apoyó el papel en el borde de la mesa, tomó el esférico y garabateó su nombre de mala gana, levantó la mirada y me buscó a mí.

—¿Contento, papá perfecto? —escupió furiosa —Dejaste el camino limpio, solo falta que saques a Elian o que te tires a la jefa, si es que ya no lo haces. —No respondí. No le iba a dar gusto de caer en sus juegos.

—Entrega tu equipo —interrumpió Keyla —Elian te acompaña a la salida y te recuerdo el memo de confidencialidad. Se acabó, Andrea. —Andrea soltó una risa rara, se levantó, tiro las cosas y salió de la agencia. Elian volvió un rato después con el portátil y el carnet. Keyla guardó todo en su cajón.

Seguimos trabajando a puerta cerrada por un par de horas, solo porque el ambiente no estaba para recibir clientes, al rato, sonó el timbre. No había ninguna cita programada para esa hora y en la puerta teníamos un cartel de “volvemos en una hora” así que los clientes no eran. Elian miró por la cámara y me hizo una seña con la cabeza, Marcus.

—No abras —dije de inmediato,




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