La Joya Azul

La Joya Azul

Emilly trató de concentrar todos sus poderes adquiridos, tocó a la mujer congelada con ambas manos. «Si lo pienso con todas mis fuerzas, podré deshacer el hechizo.» Pasaron unos segundos y la luz brilló alrededor de ellas. El hielo se iba derritiendo, dejando a Shirley recargada en el sillón e inconsciente.

—¡Lo logré! —celebró Emilly— Ahora viene lo más difícil… desbloquear los recuerdos de Johann.

El joven llegó a la casa, en ese preciso instante.

—Hola, Emilly —saludó y se dio cuenta de la presencia de su madre—. ¿Quién es ella? Y… ¿Por qué estás en mi casa?

—Ella es… —Emilly lo pensó— Johann, tengo que hacer algo que jamás había hecho antes.

—¿Qué?

Con un toque hizo que se desmayara, se aseguró de que estuviera lo suficientemente cerca del otro sillón para poder acomodarlo y evitar que cayera al suelo.

«Tal vez… con estos poderes pueda crear mi propia Joya Misteriosa.» Pensó, y con esa nueva joya sabía que podía desbloquear los recuerdos de Johann para salvarlo de olvidar a su familia.

—Voy a concentrarme. Si esa chica pelirroja me dijo que podía sacar a mis amigos de la oscuridad, es porque soy capaz de crear un nuevo poder.

Emilly cerró los ojos nuevamente.

Mientras Emilly se preocupaba por Johann, Ellie estaba haciendo su propio grupo de amigas.

—Bienvenidas al grupo, chicas —dijo.

—Lo que no entiendo es… —habló una de ellas— …me rechazaste cuando te invité a la escuadra de porristas y ahora quieres que seamos amigas, ¿Qué te pasa?

—Suzzane, nunca he estado interesada en ser porrista. Si no quieres formar parte de este grupo, nadie te obliga —contestó Ellie.

La chica, con traje de porrista, cruzó los brazos.

—¿Qué pasó con tus otras amigas? Si nos quieres en tu grupo es porque ahora las odias —comentó Imelda.

—Sí, yo tengo esa misma duda —dijo Madyson.

—No es que las odie, simplemente se atrevieron a echarme.

Sabrina no decía ni una palabra, estaba completamente extrañada de ver esa actitud en Ellie.

—Entonces, ¿quieres venganza? —preguntó Imelda, dispuesta a hacer un plan.

—Si nos juntamos para vengarnos, no me voy —propuso Suzzane.

—Como todas las porristas, eres una hipócrita que solo piensa en dañar a la gente —las palabras de Madyson fueron muy fuertes.

—¿Qué dijiste?

Madyson y Suzzane se miraron de forma desafiante.

—Chicas, yo no quiero que nos estemos peleando entre nosotras y, bueno, sobre la venganza… aún no sé qué hacer —dijo Ellie, considerando el plan.

—Por cierto, ¿Qué pasó con mi hermano? Ha estado muy raro en estos días y creo que tú sabes algo.

—Terminé con él.

Todas se sorprendieron, sobre todo Sabrina…

—¡¿Hiciste qué…?! —preguntó sorprendida, ni siquiera habían sido novios como para que dijera eso.

—Le dije que ya no quería ser su novia. Al principio me sentí mal, pero ahora… no siento nada.

El brillo intenso llenó la sala de la casa de Johann, por fin se había creado una joya.

—Lo logré… —Emilly no podía creerlo y frente a ella estaba una pequeña joya de color azul.

Su brillo iba disminuyendo y quedó en la palma de su mano derecha.

—Por fin… podré ayudar a Johann.

Se acercó a él. Utilizó los poderes de su creación y pudo hacer que despertara.

—E…Emilly… ¿eres tú?

—Sí. ¿Estás bien? —la chica guardó la joya en ese momento y usó ambas manos para ayudarle a levantarse.

—Creo que sí… —Johann se enderezó con su ayuda y logró ver a Sherly recostada en el sillón— ¿Y mi mamá? ¿Ella está bien?

Emilly sonrió, de verdad había logrado desbloquear su mente.

—No te preocupes, solo está descansando.

—¿Dónde está Lucy? ¿Qué tanto está pasando aquí? Todo es muy raro.

—Tranquilo, te lo voy a explicar. Necesito de tu ayuda, Johann.

La chica estaba dispuesta a contarle todo sobre Sabrina, Ellie, Lucy y los poderes que ella había obtenido. El único dato que Emilly ignoraba era el de la apuesta que habían hecho el hada y la bruja.

—¿Qué quieres decir con ‘terminar con él’? —Sabrina preguntó, aún estando en el nuevo grupo de amigas de Ellie— ¿Por qué lo hiciste?

—Solo fui realista, y de verdad que no me arrepiento, de repente me sentí como si no me importara —contestó.

—Hay que ser realistas, Sabrina —apoyó Imelda—. Mi hermano nunca se ha interesado en alguien, hasta he pensado que es gay.

—¡No creo que lo sea! —exclamó ella y luego se volvió a Ellie— Entiendo que estés desilusionada, pero créeme, esa no era la solución. ¿Hablaste con él?

—Sí. Le dije todas sus verdades.

—No puede ser…




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