Estuve lista en menos de lo que pensé y arrancamos el auto en tiempo record. Agradecía infinitamente al universo haber nacido con el cabello lacio, porque no había estado tan desastroso como esperaba que estuviese en cuanto me levanté y podía peinarlo para que pareciese de peluquería. Sin que importase que ya estuviese liso, lo trencé lo mejor pude en un auto en movimiento con mucho apuro y tratando de imitar a las chicas de los tutoriales –que hacían ver las cosas tan fáciles cuando realmente no lo eran-, pero se veía bastante bien.
Con tiempo y una secadora de cabello hubiese hecho algo más elaborado, pero estaba conforme con lo que había logrado.
Por otra parte, mi rostro era una historia muy diferente. Mis ojos seguían hinchados por todo lo que había llorado la noche anterior y mi piel había decidido jugarme una mala pasada luciendo más pálida de lo que realmente era. Me sentía bastante frustrada porque no podía hacer nada al respecto más que esperar que el maquillaje cubriera todo, pero tampoco podía maquillarme demasiado ya que era un desayuno en un jardín a eso de las ocho de la mañana. Sería bastante inapropiado.
— ¿Por qué cubres tus pecas? — preguntó Paco mirándome fijamente con curiosidad mientras aplicaba el maquillaje.
— Son horribles y no me gustan en absoluto — respondí sin mirarlo, más concentrada en aplicar el delineador sin mancharme ni exagerar demasiado. Sólo lo necesario para resaltar mis ojos.
— Yo creo que son hermosas — me sorprendí ante la revelación, pero no detuve mi labor—. Todo de ti es hermoso, en realidad.
— ¿Qué estás insinuando? — pregunté al tiempo que terminaba con mi labor y volteaba a mirarlo con una sonrisa juguetona.
— Que eres hermosa — respondió sencillamente, encogiéndose de hombros y sonriendo de lado—. En realidad, no lo insinúo. Eres hermosa.
Adoraba la facilidad que tenía este chico para decir lo que pensaba.
— Estás loco — dije con incredulidad.
— Sólo estoy siendo honesto — sus ojos brillaban y se me hacían infinitamente adorables.
— No, estás loco — reí suavemente. Estaba segura de que no me escucharía como él, pero hice mi mejor esfuerzo por parecer encantadora—.Yo diría demente.
— No me causa gracia. Estoy hablando en serio — de repente, la situación dejó de ser graciosa y se tornó un poco más seria. Sentí que mis mejillas se calentaban.
— Eh… ¿gracias? — él me miró extrañado por el rabillo del ojo y, si era posible, sentí mis mejillas calentarse todavía más—. Soy nueva en eso de recibir cumplidos.
— ¿Insinúas que la persona más hermosa del mundo no está acostumbrada a recibir cumplidos? — su voz sonaba un poco sorprendida y sus ojos se habían abierto.
Negué ligeramente con la cabeza, y Paco soltó una exclamación. Esta conversación era tan embarazosa para mí que quería lanzarme del auto en ese mismo instante. O lanzarlo a él, tal vez.
No era una mala opción, considerándolo mejor.
— Joder, preciosa, creo que te ayudaré con eso a partir de hoy — no sabía qué contestar al respecto o cómo comenzar una nueva conversación, así que dejé el tema en el aire porque eso era lo mejor que podía hacer.
Conducimos por lo que pareció una eternidad y tan rápido como las leyes de trancito lo permitieran, atravesamos la ciudad entera y me pregunté si de verdad estábamos yendo al desayuno de bodas de mi hermano o Paco me estaba secuestrando.
— ¿Estás seguro de que sabes dónde estamos? — pregunté después de unos 20 minutos de recorrido— ¿O debería preocuparme?
— Venga, un poco más de confianza en mí no te haría nada mal — respondió sonriendo. Estaba de buen humor y miraba la carretera como si alguna sorpresa estuviese esperándolo en cualquier kilómetro—. Soy muy bueno recordando direcciones. Ya estamos cerca.
Asentí y suspiré, no sabiendo si debía confiar en que lo que decía era verdad o sólo para calmar mi ansiedad. Ya sentía el culo cuadrado por el tiempo que llevaba sentada y no me creía capaz de seguir aguantando el reducido espacio del auto. Si sobrevivía al camino y veía a mi hermano, iba a patear su trasero hasta Marte. Y de regreso.
Odiaba los espacios pequeños y él lo sabía; sin embargo, no le había importado organizar su desayudo de bodas en el lugar más lejano de la ciudad –que no estaba en la ciudad- y aquí me encontraba yo, soportando toda una travesía para llegar a tiempo.
Editado: 21.02.2019