La Ladera Desolada

La Ladera Desolada

Aquella tarde Genaro estaba feliz por dos motivos, uno debido a los fuertes temporales de lluvia las clases esa semana se habían suspendido, y el otro por fin había aprendido a andar en bicicleta, después de numerosas caídas lo había logrado, tantos porrazos valieron la pena pensaba, así que sin importar que la lluvia cayera salió en su bicicleta a recorrer el pueblo, su madre no llegaría hasta la tarde, pues estaba en el trabajo, su ausencia era la ocasión idónea para dar un paseo.

A sus cortos doce años, sus paseos en bici no iban más allá que unas calles cerca de su casa y como mucho, pero esta vez haría la excepción, iría más allá, quería impresionar a sus compañeros, quería contar una buena historia una vez que las clases se reanudaran y así quizá sorprender a la chica que le gustaba. Y ahí iba, bajo la lluvia y pedaleando como si lo persiguiese el demonio, pensaba en su tío que le había regalado la bicicleta y en su profesor Caruso, que prácticamente le había enseñado a como andar y revelado sus mejores tips para acelerar, ah como quería a ese profesor, le tenía aprecio, y el profesor a Genaro también a el claro, pero al pensar en el sentía un extraño vació, pues hace dos semanas que al profesor no se le veía en la escuela, todos preocupados pero nadie sabía nada de él, “al parecer lo engaño su novia", había escuchado en los pasillos, pero a su corta edad no lograba dimensionar el impacto de aquella frase.

Hasta que por fin llego, frente a él estaba el Puente MacArthur, aquel mítico e icónico lugar del pueblo, el cual solo "los grandes " cruzaban en bici, pero él lo haría, iba a cruzar, comenzó a pedalear la lluvia era muy intensa, casi un aguacero, pedaleaba con más fuerza, era como ir cruzando por un océano, pensó, una especie de rara excitación y miedo se apodero de él, pero no se detendría por nada del mundo, que feliz se sentía, cuando casi llegaba al otro lado miro para atrás, pues tuvo la loca idea que su madre estaría al inicio del puente gritándole por qué se había atrevido a salir.

Al hacer esto se desvió y no se percató que había cruzado el puente, comenzó a caer por una ladera una desolada ladera, rodó varios metros, pensó en lo peor, en la reprimenda que la daría su madre y también en su bici, que había salido despedida quizá donde. Su caída se detuvo solo cuando fue a dar en donde el terreno se volvía plano y ya no una empinada ladera, se reincorporo aturdido , sangraba desde la mejilla izquierdea, todo lleno de barro, pero lo único que le importaba era su bici, que estaba más allá al lado de unos escombros y matorrales, la examino con la vista, solo un par de rayos rotos de la rueda trasera y nada más, eso le calmo, pero algo le llamo la atención, algo olían los perros en esos escombros, un bulto sobresalía, al acercarse el olor le pego fuerte, levanto unas ramas y descubrió el horror.

El cuerpo sin vida de su profesor Caruso yacía ahí, lo que antes eran ojos ahora eran dos hoyos lleno de gusanos, el cadáver estaba muy blanco e hinchado, el rostro carcomido quizá por ratas, Genaro no grito, comenzó a llorar, sintió un vació enorme, su bici ya no le importaba, sus lágrimas se perdían junto con las gotas de lluvia, pero no se llevaban su pena, aquel día había aprendido y perdido dos cosas valiosas, el andar en bicicleta y a su entrañable maestro, tendría una historia para contar a sus compañeros, quizá la más triste de su vida. Y la lluvia seguía cayendo en una desolada ladera.

 



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En el texto hay: muerte, terror, lluvia

Editado: 02.10.2019

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