Pasados ya dos días de camino por fin pudimos ver el pueblo de los Shig al otro lado del rio Nift, habíamos decidido tomar la ruta segura y viajar rumbo a Alter ´mute al oeste, frente a nosotros estaba una gran isla llena de vegetación a la cual Jikú planeaba llevarnos.
-Eso de ahí enfrente es la isla del templo del sol- dijo el mago –la primera de un gran archipiélago que divide el rio Nift del norte en dos.
Kail observo como las aguas frente a nosotros eran más serenas que las que habíamos dejado atrás pero nadar no era una opción, aunque fuera una distancia considerable y la corriente fuese suave no había manera de saber que criaturas nos esperaban en el agua.
-¿Cómo cruzaremos?- pregunto Kail.
-Hace ochenta y cinco años- dijo Jikú –al norte de aquí había un gran puente de cristal que conectaba la isla Nen con el desierto de la verdad, pero me temo que alguien fue muy idiota como para destruirlo.
Bajamos de la Duna hasta donde el agua nos permitió, fue ahí donde Jikú puso la mano en el agua y empezó a recitar un conjuro.
-Tranquilos la ayuda viene en camino.
Al otro lado del rio se vio una figura humanoide que parecía que caminaba sobre el agua, al poco tiempo pudimos ver que se trataba de un Shig, de piel morena y cabellos lacios de color obsidiana, vestía con un taparrabo de cuero, unos brazaletes de oro y un collar de jade, sobre la cabeza tenía una cintilla de cuero trenzado con una piedra preciosa y una pluma verde de algún pájaro tropical.
Al acercarse más pudimos ver que no caminaba sobre el agua, la iba congelando bajo sus pies, creando un puente de hielo fue acercándose a nosotros hasta que hablo con Jikú.
-Creía que los que se adentraban al desierto de la verdad volvían sobre sus pasos ya fuera al cruce Tal´nut o a Tlene ¿Qué los trae al archipiélago?
Jikú tomo su bastón y le explico la situación.
-Es simple joven, nuestro barco perdió su cuerda de sujeción y no podíamos volver al Tlene, la chica ha pasado su prueba, pero nosotros hemos perdido la caravana que usaríamos para regresar a Decertica, por lo que decidimos viajar al oeste rumbo a Alter ´mute donde esperamos encontrar una caravana de regreso.
El Shig se echó a reír– ¿no pensaran navegar contra la corriente del rio Nift? además Alter ´mute esta al doble de camino que Decertica.
Jikú le dijo con serenidad –por eso queremos acudir a tu pueblo, mi amigo.
La burla del Shig se esfumo, Jikú parecía saber algo que los Shig no le decían a los elfos del desierto, y eso no le agrado al joven.
-Tranquilo, solo sé que los Shig son excelentes manejando el agua, y según tengo entendido una de las ciudades estado en su planeta, Pangea, fue construida sobre un lago y no tengo que mencionar la magnificencia de los canales de su capital la ciudad de la Atlántida.
-Eres muy astuto incluso para un elfo.
-No deberías juzgar las cosas por su apariencia.
-Je, síganme.
Y así lo hicimos, lo seguimos sobre aquel delgado puente de hielo que se desvanecía tras de nosotros y llegamos a la isla del templo del sol, una pirámide de piedra construida en el corazón de la jungla sobre la que se encontraba un templo de oro.
Pero al llegar a un pueblo tomamos un pequeño bote con el que fuimos navegando entre varias islas tropicales, el desierto había quedado atrás, ahora todo era vegetación, aves coloridas, y reptiles acuáticos como el Sarcosuchus quien nos ignoraba al ser un bocado demasiado pequeño para aquel gigante.
De la isla del templo navegamos con suavidad entre las islas llamadas: Sec y Tel, para poder llegar a la isla central, donde además de la selva se encontraba la maravillosa ciudad de los Shig, una ciudad construida con piedra y madera cuyo centro era una majestuosa pirámide mucho más grande que la anterior, sobre la que se encontraba un hermoso palacio.
Las calles eran canales de agua, con puentes de piedra y fuentes en forma de serpientes, las casas de piedra eran de un solo piso mientras que las que crecían junto con los arboles eran más hermosas y variadas, tanto Kail como yo nos maravillamos al ver a los niños Shig jugando con pelotas o nadando en los canales de agua.
Los varones vestían como nuestro anfitrión mientras que las mujeres llevaban hermosos vestidos de cuero o de algodón decorados con flores, todos iban descalzos a excepción de los soldados, quienes llevaban lanzas de obsidiana y escudos de madera decorados con plumas.
Algunos guerreros llevaban mascaras que les daban la apariencia de un ave Roc verde esmeralda, otros se pintaban el cuerpo de amarillo con marcas negras y llevaban una máscara que los hacía parecer felinos.