El amanecer llegó con una vasta neblina que cubría los puertos en un manto blanco, como un velo más denso y pálido que la neblina que cubría el desierto central al salir el sol. Kail se había levantado en plena madrugada para salir con Jikú a algún lugar que yo desconocía.
Se encontraron en los muelles, los cuales a duras penas podían verse, Jikú se encontraba parado sobre uno de esos largos puentes de piedra observando las estrellas que aún no huían del sol. Su túnica y cabellos blancos lo asemejaban a un fantasma que oraba al océano.
-Acércate Kail, por favor
Kail se acercó con cuidado de no tropezar con alguna cuerda o de caer al agua, el viento era una brisa fresca que le rosaba entre las sandalias dándole la sensación de ya estar hundiéndose en el mar. Al aproximarse lo suficiente a Jikú observó el mar oculto por la neblina como si de un sueño se tratara.
-¿No es hermoso? Todo lo que los Superiores nos han dado, todo lo que nos darán… y todo amenazado por la visión que el Creador le reveló a Mylia.
-¿Jikú?
-El destello verde no es otro más que el oricalco, los piratas de Hugo los odian junto con toda su hermandad y lo único que buscan es el oricalco, el cual siempre lo llevan al sur, más allá de Amalnorf, esas nubes extrañas que solo pudimos ver por la gran altura de la montaña. Antes el oricalco se minaba en abundancia en Orlos, Kardalim, Karantzum, pero ahora aun con el comercio del rey vuelto a la vida, el oricalco del sur ha escaseado, no se han tenido noticias de Karantzum ni de Orlos y Milatar junto con Kardalim son muy estrictos respecto a su exportación.
La voz de Jikú sonaba preocupada al tiempo que era serena.
-Dime Kail ¿Por qué estás aquí?
-Jikú, soy el guardia de Mylia, mi misión es que ella compruebe lo que el Creador le ha revelado y al hacerlo he de llevarla al Gran Templo para que ahí se convierta en una sacerdotisa del Creador.
-¿Por qué estás aquí?
-No lo sé,- dijo tras un suspiro- Siento que algo ocurrirá, más allá del paso de Algrim, una voz en el corazón me dice que debó ir allá cuanto antes.
-Mira el cielo Kail.
Kail obedeció y contemplo un sinfín de estrellas, muchas de las cuales él conocía y otras que le resultaron extrañas, pero una en particular llamaba su atención, una pequeña estrella dorada azulina que brillaba como un cirio en una noche oscura.
-Esa es el centro de la constelación del Guardián, Sirio
-No la conocía.
-Es una estrella que ha nacido hace poco, se dice que hace cien años, los Torum angelicales (semi-elfos de gran belleza similares a los Shig, pero con hermosas alas blancas y una naturaleza de mana de pura luz) fueron quienes crearon un poder tan grande y benévolo que incluso los dioses respetan, pues su deidad principal, Niké, les había entregado todo su ser convirtiéndose a sí misma en un diamante luminoso.
“Los Torum angelicales lo tomaron y con el, eligieron a uno de ellos, para que fuera la representación de la Luz de la Creación en el cosmos, ese campeón gozaría de mana infinito y tendría el poder de sanar e iluminar la oscuridad más poderosa que cualquier Dijin, Superior o Titán nos arrojara”.
“Pero tanto mana es una carga excesiva para un cuerpo mortal, por lo que los Angelicales idearon una especie de fuga. Crearon una pequeña esfera de energía que absorbería el mana que su campeón no pudiera soportar, nunca creyeron que tal gema crecería tanto hasta convertirse en la estrella más brillante de todo el cielo nocturno”.
Kail impresionado por lo que Jikú le contaba no se percató de que la niebla descendía y el sol empezaba a asomarse en el este.
-Dicen en mi orden, que el campeón de los Torum murió por crear su estrella, pero el poder de Sirio perduró, pues al crear la estrella, el diamante en el corazón del campeón pasó a su hijo al nacer, que hoy en día es conocido como Baran Ala de plata, líder de los Torum angelicales.
“Recuerda esto siempre Kail, no importa donde estés, si es en el desierto o en el corazón mismo de la oscuridad, porque aunque las sombras lo consuman todo, aunque todas las demás estrellas, soles y astros se extingan. Observa la estrella de Sirio, el corazón del Guardián, y recuerda que la Luz del Creador siempre estará ahí pase lo que pase.
-Jikú hablas de la luz como si fuese algo más que lo que el sol emana.
-La energía que el sol desprende es energía luminosa, pero no es la luz como tal- Jikú señaló el este- hablaremos de eso más tarde. Por ahora prepara todo para el viaje, tenemos que apresurarnos.