Habían pasado cinco años desde que nuestro nuevo Rey tomo el trono, y llevó a la ciudad de Decertica a una era de paz y prosperidad. Dice la leyenda que fue elegido por los “Superiores” nuestras divinidades enviadas por el Creador, para combatir y erradicar a los cuarenta demonios emisarios del Destructor, tarea que aun tenia inconclusa.
Apenas había tomado el trono, nuestro rey exilio de la gran ciudad a los corruptos y mercaderes de esclavos que nuestro anterior líder permitió la entrada. Reconstruyo nuestras torres y templos, el Creador lo tenga en gracia, Decertica volvía a ser el corazón del comercio y la economía en todo el Universo físico. Sus diez pisos de torres amurallados alzaban al gran Fénix de oro hasta los cielos para que su brillante rubí destellara su hermosa luz desde la ciudad hasta Von´ling y Min ‘del.
Poco a poco Decertica recuperaría su esplendor.
Fue ahí donde conocí a Kail, un sureño de Min ´del, de aquellos elfos desérticos que, al igual que nosotros, tenía el pelo negro y vestía una túnica roja que le cubría desde la cintura hasta las rodillas, llevaba una capa azul de seda y se sostenía el largo cabello alborotado con una cinta negra muy delgada y fina. Cuando lo vi él había cumplido los dieciocho años, convirtiéndose en un elfo delgado pero fuerte, pero lo que nunca olvidare: sus ojos, esos hermosos ojos rojos como el fuego de Solárium señor del sol.
Esta es nuestra historia.
La historia de Kail, el elfo de los ojos rojos y la Lanza del sur
No sé qué me llevo hasta el, tal vez su presencia, tal vez su apariencia, tal vez el mana que sentía a su alrededor. Solo vi como llegaba junto con la caravana de comerciantes de la puerta sur, Min 'del siempre había estado en desacuerdo con el anterior rey de los elfos del desierto, pero tras cinco años el Oricalco volvía a comercializarse, Armas, Armaduras e incluso refuerzos para muros.
Por un momento pensé que él sería uno de aquellos ricos comerciantes que traían el metal de los Superiores, cargado por los majestuosos olifantes y lagartos acorazados para atravesar el desierto, pero al ver como el capataz lo azotó con un látigo apenas cruzaron la primer puerta, pude descubrir su identidad.
Apenas el capataz fue a reunirse con el líder de la ruta comercial me acerqué a aquel joven tirado en la arena, rostro en tierra, me arrodille y con un pañuelo le limpie la herida del látigo al joven que se avía colado a la caravana. Por ley los comerciantes tenían prohibido abandonar a los infiltrados en el desierto, pero una vez dentro de la ciudad de Decertica tenían todo el derecho de castigarles.
El capataz había tenido misericordia, en tiempos del antiguo rey este joven habría sido decapitado, un castigo de látigo y el abandono a su suerte era algo que muy pocos recibían, aun con las nuevas leyes y mandatos de nuestro nuevo rey.
Sé que muy pocos habrían hecho lo que hice, al terminar de limpiar sus manos lo tome del rostro con suavidad, lo levante, limpie la arena de su cara y seque sus lagrimas
-La llegada de una caravana es motivo de celebración en Decertica, dime ¿Qué te ha traído a la ciudad creada por los Superiores?
No quiso contestarme, tampoco quiso verme, mantenía los ojos cerrados como si sintiera que no era digno de verme. No quise asustarle, por lo que me puse de pie y le ayude a pararse, lo saque del camino principal por donde aún entraban cientos de comerciantes y sus animales de carga, lo lleve a mi hogar en el tercer piso de la ciudad tras la segunda muralla interior.
Antes de llegar teníamos que pasar por un gremio y un mercado, ahí la vi, en el centro de la explanada, joven y hermosa como una niña acompañada por su hermano mayor, estaba la princesa Nifnei
-Si has llegado hasta aquí debes ver esto- le dije a mi invitado quien abrió los ojos para ver a la princesa bailando en la explanada rodeada por una multitud, sus movimientos al son de los músicos eran hermosos como su velo y el vestido del color de la nieve al igual que su larga cabellera, tanta belleza irradiaba una gran felicidad a quienes vieran a la princesa bailar
-Kail, mi nombre es Kail.
Mire al joven cuyos ojos de color rojo había estado ocultándome
-Mylia, es un honor Kail. Bienvenido a Decertica.
Al llegar a mi casa, lo deje descansar en una silla de madera tallada, le ofrecí agua y algo de pan, su rostro parecía iluminarse con cada bocado mientras miraba por la ventana a la esplendorosa ciudad.
-Gracias-
Me dijo con dulzura, le sonreí y me dirigí a la habitación de al lado- Te preparare una tina, puedes dejar tu ropa en la silla- Kail volteó a verme, como si buscara una respuesta a mi amabilidad, yo en cambio quería preguntarle la razón de irrumpir la ley, colarse en una caravana cuando podía comprar el viaje con tan solo diez monedas de plata, quince si venía del otro lado del rio Nift.