La lanza del sur

3.- El desierto interior.

El alba se avisaba por el oriente, las puertas del lado este de la ciudad pronto se abrirían al salir el sol, ahí nos reunimos con el resto de viajeros que irían con nosotros hasta Tlene, todos alistándose, midiendo sus mercancías y dándole a sus animales algo de agua y azúcar.

Entre los animales de carga pude ver lagartos de cuellos alargados, lagartos crestados, al menos cinco lagartos acorazados, un lagarto de tres cuernos, incontables mamíferos de carga, dos Olifantes y el grandioso dragón rojo que montaba el líder del gran Gremio: una serpiente de color escarlata posada en cuatro poderosas patas y dotada con un par de alas, su cabeza ya presentaba un par de astas y de su cuello emergían incontables púas doradas.

Una vez que salió el sol las puertas se abrieron de par en par, y la caravana salió al dorado amanecer, Jikú iba con nosotros dos mientras varios elfos militares armados con lanzas y mandobles a la espalda se situaban a ambos lados de la caravana, sus armaduras, a pesar de ser de hierro, a la luz del sol parecían ser de oro y sus capas rojas como la arena del atardecer los hacían impresionantes.

Kail y Jikú caminaron con el resto mientras yo caminaba junto a nuestro lagarto de cuello alargado, al principio pensé que ver a los Olifantes de cerca sería algo asombroso, lo asombroso fue ver al gran dragón rojo sobrevolar la caravana desde los últimos que salían de la ciudad hasta la fila delantera.

Kail no tenía palabras, mientras los guardias se mantenían atentos, los comerciantes charlando con sus amigos o rivales, incluso mercenarios, nosotros dos solo contemplábamos como la bruma de niebla se desvanecía, la nieve se convertía en arena y la oscuridad en día.

-Mira- me dijo Kail señalando el cielo- un ave Roc- me maraville al ver un ave roja que volaba más allá del alcance de la vista Shig, un ave que a la distancia parecía tan pequeña como una joya pero que en realidad era el principal depredador del Olifante. Tan grande y feroz era que si no fuéramos en caravana, o acompañados por un dragón, sin duda bajaría por uno de los gigantescos paquidermos.

Jikú se acercó a nosotros diciendo –muchos creen que el desierto es un lugar desolado donde nada puede vivir- se detuvo para tomar una pequeña lagartija blanca en su pálida mano- pero en realidad es el lugar donde habitan los más fuertes, aquellos que pueden soportar su cruel ira, y su gélido corazón- Dejo la pequeña criatura en el suelo y siguió caminando.

Al medio día la caravana bajo el ritmo de avance a uno más lento, Decertica aun podía verse en el horizonte, pero el ir caminando sería más seguro y menos agotador para la caravana que mantener un buen ritmo a plena luz del sol.

Yo no lo vi pero Kail lo leyó en la mirada de Jikú cuando este se giró al sur al ver una nube de humo.

-Piratas- susurro el albino.

-¡Piratas!- gritaron todos los guardias.

Veloces como el viento los guardias tomaron sus lanzas y sin atormentar a los animales se pusieron al frente con sus armas preparadas. Kail tomo su lanza y se posiciono frente a mí, listo para protegerme.

La estrategia pirata era simple: Atormentar a los animales de carga y tomar la mercancía que dejasen caer. Al aproximarse pude ver a un grupo de numerosos orcos montados en huargos del desierto  seguidos por trols negros montados en Lagartos pata de daga.

-Arcos- se escuchó gritar al capitán, rápidos y elegantes los soldados dejaron las lanzas en el suelo, aquellos con arcos los armaron y dispararon, una flecha un pirata herido.

Por un momento pareciera que los piratas se irían a estrellar contra un muro de lanzas antes de llegar con los animales de carga que seguían avanzando.

Hasta que el dragón dejo caer a su jinete, El líder del Gran Gremio era un elfo de apariencia bastante joven, su cabello era negro y recortado, llevaba puesta una túnica roja con bordes dorados y traía una espada en cada mano, ambas desenvainadas empezaron a arder con un fuego escarlata tan potente como la llama de un dragón.

Los arcos seguían silbando, yo no quise ver tal escena, pero Kail observo como el líder de todo el comercio en Decertica se enfrentaba solo contra al menos cien piratas, sus espadas se movían con una elegancia y una rapidez sin igual, de sus manos o de sus filos salían barias bolas de fuego o incluso llamaradas.

Kail quedo impresionado al ver tal escena.

Jikú alzo sus blancas manos, de las cuales brotaron varias esferas de energía plateada que salieron como misiles arcanos a los pies de los piratas, que empezaron a huir por sus vidas, algunos al perder sus monturas se clavaban sus armas, preferían morir en el combate que ser capturados.

Esa noche la caravana se detuvo, Kail se acercó a Jikú  mientras este preparaba la cena.



#1317 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, aventura, amor

Editado: 29.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.