La tradición en las ejecuciones eran rezar porque el alma del perverso encontrara su camino a la luz, sin embargo, ningún Callh había cumplido aquella tradición cuando la espada separó la cabeza del cuerpo de la concejal Vesta. Todos sabían que lo único que merecía dicha Callh era silencio, por cada alma que había sido perdida en el ataque a Blackhar, las cuales cual ahora pesaban en sus hombros.
Antes de ser ejecutada Vesta solicitó que su hija no presenciara su destino, y Nyliare le concedió su último deseo. Sin embargo, el odio en el alma de la concejal no menguó ni un poco, a sus ojos sus acciones seguían justificadas. Y esas muertes nunca serían correctas para Nyliare, los Callh que había perecido bajo el filo de Shullak serían vengados.
Pasaron las horas y el sol empezaba a alzarse por el horizonte, y Nyliare supo que el tiempo de duelo había acabado, debían organizar lo que harían o todos terminarían muertos al ser cubiertos por las crueles nevadas que estaban por venir.
Nyliare ordenó a los soldados contabilizar todas aquellas armas que habían podido recuperar de los escombros de Blackhar, así como a las mujeres les indicó amontonar todas las mantas y pieles que pudieran encontrar. Pronto la elegida obtuvo una vista de lo que poseían para seguir con su camino, y sintió que sus posibilidades de lograr sus objetivos y promesas disminuían.
Cada soldado poseía una espada, algunos incluso habían salvado arcos y carcajes llenos de flechas, pero seguía siendo insuficiente a los ojos críticos de Nyliare. Cuando la elegida se fijó en cuantas mantas tenían disponibles, notó que solo alcanzaría para los niños, y sin pieles para abrigarse los sobrevivientes que habían quedado del ataque podrían ir sucumbiendo ante el frío del bosque. Los Callh eran resistentes, pero no lo suficiente como para resistir al invierno en el bosque.
Si deseaban llegar a Calldesh su única oportunidad era sobrevivir lo que más pudieran. Pero Nyliare dudaba que los heridos pudieran continuar en el estado en el que estaban, pero se negaba a abandonarlos incluso muchos de ellos retrasarían la marcha.
Nyliare se acercó a Clyte y Akina con un poco de resentimiento, por la cobardía del Callh de agua que había acabado con cientos de vidas, y con la ineptitud del Callh de aire, quien no había notado las intenciones de sus compañeros.
—No podremos quedarnos en el bosque por mucho tiempo, el frío terminaría por acabar con nosotros. Aun con todas las pérdidas, los planes no han cambiado, nos direccionaremos a Calldesh en búsqueda de la ayuda de la reina Akanke, es nuestra única oportunidad de sobrevivir —dijo clara Nyliare, la antes enérgica Akina asintió con el agotamiento evidente en su rostro.
La concejal se sentía avergonzada y superada por un sentimiento abrumador, por todo lo que pasaba justo a sus narices y nunca notó. Las reuniones secretas de Anton, Vesta y Clyte debieron alertarla, sin embargo, la familiaridad en los rostros que conocía desde que era una niña le hicieron ignorar toda sospecha que alguna vez tuvo. Ahora en sus hombros cargaba el remordimiento de todos aquellos a los que vió morir y no pudo salvar.
Clyte consiguió un extenso mapa de Nylhella y decidió extenderlo por un tronco. Señalando en un pequeño pasaje el Callh de agua se le ocurrió sugerir algo para apoyar a la elegida ahora que le había perdonado la vida.
—Si tomamos este camino llegaremos en menos días, es un punto ciego que Calldesh tiene. Los Nikes lo utilizaban para trasladarse entre los reinos desapercibidamente. Será seguro para los niños y encontraremos buenos lugares para cazar y descansar —aconsejó el Callh de agua. Nyliare agradeció silenciosamente el apoyo del concejal.
Akina marcó con cuidado el camino que tomarían, y volvió a guardar el mapa con especial cuidado, retirándose a comunicar a los demás Callh que se prepararan para cazar animales que pudieran secar para el camino, así para recoger los frutos del bosque que aun podían ser percibidos entre la nieve.
Nyliare a lo lejos, sentada entre otros niños, miró a Valya, así que decidió acercarse para decirle lo que harían. La elegida volvió a ser embargada por la tristeza al recordar que Blackhar había sido el único hogar que Valya había conocido.
—Valya, dentro de unas horas partiremos en dirección a Calluhn. Ahí todos estaremos calientes y seguros, pero son varios días de caminata y necesitaremos comida para el camino, me encantaría que me acompañaras para conseguir algunas bayas —la niña asintió, tomando la mano de la elegida sintiéndose mucho más segura a su lado.
La niña tenía raspones en sus rodillas que le ardían al caminar, sus esfuerzos por salir con vida de Blackhar mientras los soldados de Shullak atacaban la habían dejado lastimada, incluso así, su destino había sido mucho mejor que el de sus compañeros. Los soldados de armadura de cromo la asustaban.
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Editado: 24.12.2019