La Legión de los Malditos

La monarquía del Callh

El sol se alzaba en el horizonte, anunciando el nuevo día al que se enfrentaban, y todos podían visualizar la esperanza izandose tal bandera. El estandarte de Calluhn volvía a balancearse con el viento y los Callh no podían dejar de agradecer que la pesadilla finalmente había acabado. Sin embargo, el trabajo apenas iba empezando con los destrozos que la guerra había dejado. Habían políticas que debían ser restauradas, tratados que pactar y muchas más cosas que apenas Nyliare podía pensar.  

Las noticias de la victoria del ejército de la luz llegaron a todos los reinos, los rumores declaraban que el rey Klaus había muerto y estos acertaban en muchos detalles; los rumores llegaron con facilidad a los oídos de la reina Akanke, quien se regocijó de finalmente haber conseguido justicia para su esposo, al fin y al cabo, Zharek había tenido razón respecto a Nyliare. Así mismo las noticias llegaron a Dehike, los reyes se sintieron orgullosos por su decisión, en unos pocos días habían logrado lo que no pudieron en años y todo por la elegida, incluso la princesa Nura pareció alegre de las noticias al enterarse.

En ambos respectivos reinos se armaban grandes festivales que celebraban el ascenso de Nyliare al trono de Calluhn, con danzas y oraciones a los dioses, era la más jubilosa época que Nylhella haya presenciado. Había sido como la profecía lo había expresado: la oscuridad siendo excluida de la vida de los seres de la oscuridad. Aun así, los Callh tenían mucho en lo cual trabajar, pero a partir de ese día no habría más miedo, podrían avanzar. 

Los habitantes provenientes de Shullak que el rey Klaus había traído de su reino para vivir en Calluhn esperaban la decisión de su destino en uno de los salones del castillo, siendo custodiados por soldados Callh, mientras que los soldados de Shullak que habían luchado en la guerra permanecían en los calabozos. Se les podía ver atemorizados, esperando que Nyliare tomara la decisión de asesinarlos como ellos habían hecho con su gente, sin embargo, ella nunca se atrevería a pagarles con la misma moneda. 

Aun con la terrible forma de conseguir las cosas por parte del rey Klaus, Nyliare entendía porqué Shullak había entrado en tal estado de desesperación que los había llevado a la guerra. Shullak era el reino de las tormentas, sus constantes lluvias habían evitado al reino prosperar, sus cultivos de inundaban, las viviendas se destruían sin importar lo resistente que fueran los cimientos. La mayoría de las personas que habían migrado a Calluhn eran los más afectados por el atroz clima de Shullak, Nyliare tendría que hallar una forma de resolver los problemas del reino. 

Shullak había renegado de los dioses por tanto tiempo, y ahora era una ironía que fuera la misma elegida quien los ayudaría a tener una mejor condición de vida. Ellos sabían que no eran merecedores, por ello algunos se arrodillaban mirando al cielo suplicando perdón. Pero para la desgracia de aquellos que dieron la espalda a los dioses, los supremos no se consideraban por ser piadosos. 

Los cadáveres de la familia real de Shullak habían sido preparados para entregarlos a su gente para que fueran velados de la manera apropiada, menos el cuerpo del rey Klaus, quien fue incinerado sin ceremonia previa y sin darle la oportunidad de que fuera despedido por sus súbditos. Así como él lo había dicho, había dejado profundas heridas a Nylhella, y un hombre como él no merecía tener una tumba, mucho menos después de lo que le había hecho a su familia. 

Aun así, los Nikes preparaban carretas con jaulas para transportar a los habitantes de Shullak a su reino, ahora que habían sido limpiados de la oscuridad que los controlaba eran simples cascarones llenos de miedos y vergüenza, y ya no había nada más que hacer con ellos más que devolverlos a donde pertenecían. 

Los asuntos se acumulaban en grandes pilas, todos con cierto nivel de importancia que, Nyliare siendo la nueva reina, tendría que tratar. Otro gran problema que Nyliare tendría que resolver era el hecho de que el reino de las tormentas se había quedado sin gobernante, no podría permitir que otra persona tomara el control de Shullak si no querían terminar en otra guerra, debía poner en el poder alguna persona en la que confiara. 

El pueblo era otro gran asunto, había sido destruído casi por completo, las estructuras habían sido reducidas a cenizas y los escombros sobraban en los caminos obstruyendo el paso. Pero de las cenizas un nuevo pueblo Callh renacería, dejando sus pasados enterrados así como en Blackhar, empezarían de nuevo y serían mucho mejores de lo que fueron antes; la humildad los llevaría a seguir trabajando y entrenando duro. 

Los Callh de agua se encargaban de apaciguar las llamas, y los demás se encargaban de recoger los objetos que habían sobrevivido. Nyliare miraba todo sobrecogida, habían pasado por tanto y ahora tenían su hogar de vuelta, y habían ganado como perdido en el camino.




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