La primavera había llegado a Calluhn, dejando atrás los fríos vientos para cubrir todo de hermosas flores, así como el pasado de los Callh parecía superado cada vez más.
La alegría se respiraba en el aire, las cosas habían mejorado de formas que ni los reyes de los reinos pudieron imaginar. El sol artificial de Calldesh hacía a todos felices, funcionaba con efectividad y los agricultores podían trabajar en la tierra sin problema alguno, por lo tanto el reino helado podía producir sus propios alimentos para nutrir a sus habitantes. Mientras en Calluhn, las olas de calor habían superadas por los refrescantes baños en los arroyos que los Callh de agua habían formado en el desierto y el pueblo, incluso los Salams parecían agradecer de cierta forma las nuevas fuentes de agua.
Pero el cambio más sorprendente había ocurrido en Shullak, quienes se había mostrado increíblemente accesibles. Los habitantes del reino tormenta había aceptado sus errores y habían suplicado perdón a la elegida; ahora que su rey había muerto estos dependían completamente de Nyliare.
La elegida no podía cargar con el peso de ambos reinos, por lo que su decisión respecto a Shullak fue lo que consideró lo más sabio, tuvo que elegir al siguiente monarca del reino tormenta. La línea de sucesión debió pasar al príncipe James, pero dado que había muerto, su elección se basó en quien tuviera las características de un buen soberano. El viaje de Nyliare duró unas pocas semanas, hasta que finalmente encontró a un hombre con las cualidades que para manejar Shullak.
La decisión fue prudente, y no mucho después el nuevo rey de Shullak y la monarca de Calluhn llegaron a un acuerdo para que finalmente el reino tormenta pudiera prosperar. Ahora un gran domo de aire rodeaba Shullak, reduciendo de forma considerada la cantidad de lluvia que inundaba los cultivos y, así mismo, de vez en cuando impidiendo la entrada de las tormentas más intensas.
Y, finalmente, Calluhn. El pueblo había sido reconstruido completamente, hogares habían sido conformados y negocios habían sido establecidos, ahora el reino de las 4 estaciones estaba repleto de vida y seres que llegaban de todos los reinos buscando explorar y conocer. El cromo había sido retirado de cada esquina del castillo y el pueblo pero, como recordatorio, ahora en cada muñeca los Callh cargaban un brazalete con incrustaciones de cromo; era la forma de recordar lo que habían pasado y de seguir haciéndose fuertes.
Todo parecía tener claridad, la gente vivía pacíficamente ya fuera en Calluhn o Shullak.
Nyliare sabía que la felicidad que ahora sentía nunca antes la había sentido, y una tarde se aproximó al bosque buscando aquel claro donde había crecido, y no mucho más lejos ahí estaba la choza donde había crecido. La elegida pudo sentir en la punta de su nariz el aroma de un estofado de conejo, el estofado de Caliza, por lo que ingresó al choza.
La puerta rechinante le dio la bienvenida, la elegida quitó sus zapatos y alzó su vestido sonriendo y acercándose a la cocina. Al entrar, ahí estaba Caliza, sus manos revolviendo en el gran caldero mientras tarareaba una canción.
—He preparado tu favorito, Nyliare —dijo Caliza, sin voltear —Estaba esperándote, supongo que tienes mucho que contar.
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Editado: 24.12.2019