-¡No manches! ¡Te estás clavando con él!
-¡Claro que no!
-¡Claro que sí!
-¡No es cierto…! Sí, es guapo, ¡pero de ahí a estarme clavando hay un mundo de distancia!
-¡No inventes, Narah! ¡Ni te acordaste de que ibas a ir al cine con Andreas el sábado! Además, tú jamás dices mentiras y a este niño le estás mintiendo, mi chava.
Se cubrió la frente y los ojos con las manos. -¡Lo sé y no entiendo por qué…!
-¡Pues porque te gusta, babosa!
-¡Entonces dispárame de una vez, antes de que comience a usar chiquifaldas y tops para él!
-¡Ay, no te azotes! Si tanto miedo te causa solo recuérdate que es mujeriego y reventado. Las dos características que tienen todos los chavos de los que siempre hemos corrido, chulis.
-Y anéxale que vive en Veracruz.
-Andas. Y evitarás, por sobre todas las cosas, recordar lo que hizo ayer porque eso lo encumbró en tu corazón.
Suspiró: -Totalmente… Pame, ¿estoy perdida?
Andreas apareció:
-¡Morenita, qué carita! Lo sé, lo sé. Estás triste y molesta porque te planté y ya no nos vimos el fin. ¡Discúlpame, nena! Ya no te llamé porque después del entrenamiento me fui con los chavos a festejar y el sábado me salieron otros planes.
-Está bien, Andreas. No estoy enojada.
-Sí, primo. No te preocupes. Mi amiga pasó un fin de semana muy interesante.
-¡Ah! ¿Sí? ¿Qué hiciste?
Pamela le estaba dando la pauta para arreglar sus asuntos pero no se atrevió: -Pues verás: Fui a Cholula con mi mamá y Daniel.
-¿Qué me trajiste?
-Nada. Lo siento.
-¿Ni un besito?
Cuando se quedaron solas su amiga sacudió la cabeza, señalándola de arriba abajo con desaprobación:
-¡Medita en tu actitud, señorita “Anti-Narah”! Voy a mi clase. Al rato nos vemos.
Salían de la escuela. Lo vio recargado en la moto. Se detuvo sorprendida y tomó a su amiga discretamente del brazo:
-¡Está aquí!
-¿Quién?
-¡Jaziel! ¡Es el chavo que está en la moto!
-¡Ay, ay, ay! ¿Sí, diga? ¡A sus órdenes! ¡Es un forrazo! ¡No, pues con razón andas como andas! ¡Hasta yo mentiría por un cuero así!
-¡Ssssht! ¡Ahí viene!
-¡Hola, bonita!
-¡Hola! ¿Qué haces aquí?
-Vine por ti.
Sintió que el cielo se le venía encima. Pidió a Dios que Andreas no saliera.
-…Ella es mi amiga Pame.
-Hola, amiga Pame. Jaziel Gabaldi.
-Hola, Jaziel. Mucho gusto.
-¿Nos vamos?
-Sí. Bye, Pame. -Unió su mejilla a la de su amiga.
-¡Quiero detalles! –Susurró. Se sonrieron. Pame le guiñó un ojo y se fue al estacionamiento. Platicaban alegremente mientras le ponía el casco. Andreas salía y los miró. Intrigado por la familiaridad con que ese desconocido acariciaba la cara de su novia se acercó y le pasó un brazo por el hombro:
-¿Te vas sin despedirte, morenita? –Sintió la sangre helársele. Abrió los ojos cual platos y se llevó las manos a la boca sin atreverse a mirar a Jaziel que era visto despectivamente por el novio: -No te conozco, ¿verdad? ¿Quién eres y a dónde crees que vas a llevar a mi novia en moto? ¡Ella odia las motos!
-¿Tu novia?
-Sí. Mi novia. ¿Qué onda, Narah? ¿Quién es este wey?
-Me dijiste que no tenías novio.
-¡¿Entonces yo estoy pintado o qué chingados?! ¿Sabes qué, cabrón? –Tronó los dedos. -¡Llégale con tu motito a otra parte pero ya! –Jaziel se rió y recibió un puñetazo que lo hizo irse de espaldas. Haciendo gala de magníficos reflejos, alcanzó a asirse del tubo del señalamiento vial en la banqueta y evitó la caída al flujo. Al acercarse fue devuelto por otro puñetazo: